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              Homilías del Padre Jorge Loring S.I.  | 
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               Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario - Año C 
              Lc 14:1 - 7:14 
            1.- En el Evangelio de hoy Cristo nos dice que seamos humildes. Que nos pongamos los últimos. 
               
  2.- Las personas que siempre quieren ocupar los primeros puestos resultan repelentes. Van por la vida dando codazos y pisotones. 
   
  3.- La soberbia es el peor de los pecados. Es el pecado que convirtió a los ángeles en demonios. 
   
  3.- Por otra parte la humildad hace agradrables a las personas. La persona humilde es apreciada por todo el mundo. 
   
  4.- Pero quiero advertir que la humildad es la verdad. 
   
  5.- No es humilde el que piensa que no sirve para nada. Sino el que reconoce con verdad sus cualidades y sus defectos. 
   
  6.- Hay que agradecer a Dios las cualidades que nos ha dado. El no reconocerlo es una ingratitud a Dios. 
   
  7.- Pero sin envanecernos. Dice San Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿de qué te engríes»? Por eso la persona humilde procura poner sus cualidades a disposición de los demás. 
   
  8.- Y también reconocer nuestras limitaciones y defectos. Tampoco creernos más de lo que somos. 
   
  9.- Es curioso que con frecuencia reconocemos que tenemos tal o cual limitación; pero si alguien nos lo dice, nos sentimos dolidos. El humilde acepta con gusto los defectos que otra personba le señala, si se trata de una persona bien informada y que quiere ayudarnos. 
   
  10.- El humilde también valora a los demás. Se alegra de las cualidades que tienen. No siente envidia de los que son superiores. 
            
              
           
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