III.- Aportaciones científicas del Congreso de Turín (Octubre de 1978)

(Conferencia pronunciada en el Salón Borja de Madrid, el 7 de noviembre de 1978)

Señoras, señores:

He tenido la suerte de asistir el mes pasado al Congreso Científico Internacional para el estudio de la Sábana Santa, en Turín, donde nos hemos reunido 350 congresistas del mundo entero y donde han expuesto sus investigaciones 28 especialistas que han estudiado la Sábana Santa que hoy se conserva en dicha ciudad, y que es tradición, que envolvió el cuerpo de Cristo en el Sepulcro.

En los Evangelios Sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas se habla de la Sábana donde José de Arimatea y Nicodemo envolvieron el cuerpo del Señor. Tenían derecho al cuerpo, según la Ley. San Juan no habla expresamente de Sábana. Habla de unos lienzos y de un sudario. Pero como nos expuso en el Congreso de Turín el Profesor A. Feuillet del Instituto Católico de París, especialista en el estudio de la Biblia, la palabra “lienzo”, que utiliza San Juan, significa también sábana, y la palabra “sudario”, en lugar de mortaja, como la entendemos nosotros, era más bien pañuelo; porque significaba un lienzo que utilizaban para secarse el sudor. Vendas y fajas no se nombran en la sepultura de Cristo, puesto que éstas se utilizaban en la sepultura definitiva que hacían los judíos, y a Cristo le hicieron una sepultura provisional, dejando la sepultura definitiva para después de las fiestas.

Pues bien; el Viernes Santo de este año – 1978- pronuncié una conferencia sobre la Sábana Santa en el Teatro Campoamor de Oviedo y tuve la satisfacción de decir allí, que según parece, este pañolón se conserva en la catedral de Oviedo. Monseñor Ricci, de Roma, que ha estado dos veces en Oviedo para estudiar el tejido y las manchas de sangre de este lienzo, me dijo a mí, en conversación privada que tuvimos en Turín durante la celebración del Congreso, que él cree que el lienzo de Oviedo es el pañolón complementario de la Sábana Santa de Turín,  del que habla San Juan en su Evangelio.

Uno de los científicos que habló en el Congreso de Turín, fue el criminólogo suizo Max Frei, Director del Departamento Científico de la policía de Zurich, máxima autoridad mundial en Palinología, que adquirió fama internacional al encargársele la investigación de la misteriosa muerte del Secretario General de las Naciones Unidas Dag Hammarskjöld en 1961.

Frei se llevó un aplauso extraordinario por las investigaciones que ha hecho en el tejido de la Sábana Santa. Max Frei fue uno de los científicos que tuvo acceso al estudio de la Sábana en 1973, y examinó el polen que el viento había incrustado en la Sábana Santa.

El polen se pega al tejido y se queda pegado hasta que este tejido se quema o se entierra. El polen pegado al tejido nos indica dónde ha estado ese tejido. El criminal puede ponerse guantes de goma para no dejar huellas dactilares. Pero no puede evitar que el polen del aire se le pegue en la ropa.

Nos decía Max Frei que el polen de cada planta es distinto uno de otro, y nos proyectó unas diapositivas donde se veían perfectamente las diversas formas de grano de polen ampliadas 20.000 veces  con el microscopio electrónico. Max Frei ha descubierto en el lienzo de Turín granos de polen de 49 especies de plantas distintas y decía: “Hay plantas de un área de difusión muy general, por lo tanto no dicen gran cosa. Pero hay otras plantas específicas de una región, y  como el aire no se lleva el polen hasta lugares demasiado lejanos, sobre todo en abundancia, podemos decir que si en el tejido de la Sábana Santa encontramos granos de polen de plantas que son exclusivamente de una región, con toda seguridad este lienzo estuvo en aquella región”.

Hablando de esto en Zaragoza, al final, un botánico comentando que hay plantas exclusivas de una región, me dijo que en Canarias hay plantas que son únicas en el mundo, y van allí a estudiarlas científicos del mundo entero.

Max Frei encontró granos de polen incrustados en el tejido por el viento de plantas que son exclusivas de Italia, de Francia, de Constantinopla, de Edessa y 13 de Palestina; lo cual confirma la trayectoria del lienzo, y excluye toda posibilidad de fraude, ya que la Sábana Santa lleva en Europa un millar de años y nadie pudo manipular los granos microscópicos de polen antes de inventarse el microscopio.

Max Frei ha encontrado también en la Sábana Santa granos de polen de plantas hoy extinguidas, pero que se encuentran en los estratos sedimentarios de Palestina de hace dos mil años en el Lago de Galilea y Mar Muerto.

Por eso, Max Frei dice que “es absolutamente cierto que esta Sábana estuvo en Palestina en el siglo I. “Esto ha sido para mí un emocionante descubrimiento”, concluye Max Frei.

El polen de las plantas se conserva en los tejidos miles de años. El grano de polen es de una centésima de milímetro, pero aumentado veinte mil veces por el microscopio electrónico se ve perfectamente, y se distinguen las diferentes formas de los granos de polen de las distintas especies, por eso son fácilmente catalogables.

Yo le pregunté a Frei si podíamos decir que es un polen fosilizado.

Él me dijo: “No. Fosilizado, no. Es un  polen seco.”

Hago esta aclaración porque algunas veces me preguntan si estos granos de polen que están incrustados en el tejido, están fosilizados. Max Frei me dio esta respuesta.

John Robinson, profesor de Cambridge, autor de Honest to God me dijo en Turín que él antes no creía en la Sábana Santa, pero que ahora después de haberla estudiado estaba seguro de su autenticidad. Es más, se trasladó a Pasadena, en Estados Unidos, para cambiar impresiones con los científicos de la NASA, que habían investigado sobre este lienzo.

Otras de las personalidades que allí nos hablaron fueron los Doctores en Ciencias Físicas, técnicos en fotografía aeroespacial de la NASA, los científicos Jackson y Jumper. Yo estuve con ellos también hablando sobre su ingente trabajo y felicitándoles por su labor con la que deslumbraron al mundo.

Los descubrimientos de los americanos Jackson y Jumper se dieron a conocer por primera vez en Albuquerque (EE.UU.) en mayo de 1970 y luego en Londres en septiembre de 1977, en el primer Congreso Internacional de Sindonología. Con el analizador de imagen VP8 sacaron una foto tridimensional de la Sábana Santa. Este analizador de imagen del Proyecto Vikingo, se hizo para estudiar la orografía de Marte.

Ningún artista medieval pudo hacer una imagen tridimensional.

Esto nos asegura que aquí no hay fraude ninguno.

Por contar una anécdota diré que cuando estuve en Gijón y en Oviedo dando conferencias sobre la Sábana Santa, me hicieron entrevistas en las emisoras de la ciudad. En una, la locutora (estábamos en directo y no tuve tiempo de pensar mucho la respuesta) me preguntó: “Oiga Padre, ¿por qué a los de la NASA se les ha ocurrido hacer una fotografía de la Sábana Santa?”

Yo tenía que contestar inmediatamente y no tuve tiempo de pensar. Dije: “Bueno, no sé. A lo mejor les ha salido el tiro por la culata. Es decir, a lo mejor ellos ha pretendido con este analizador de imagen estudiar la Sábana Santa para descubrir un  fraude, y lo que han descubierto ha sido que es auténtica, porque nadie ha podido pintar una imagen tridimensional”.

Repito, que esto lo dije yo por radio Gijón, en una entrevista que me hicieron. Pero no tiene ningún valor. Lo cuento en plan anecdótico. Y además digo que no me acordé de habérselos preguntado a ellos directamente en Turín.

Lo que sí quiero decir es que esta foto tridimensional no es exclusiva de los hombre de NASA (Pág.56). El doctor Tamburelli, Director de Comunicaciones Electrónicas de la Universidad de Turín, en unión de un grupo de técnico del IRI (Instituto Italiano de Investigaciones Científicas), con una técnica similar a la de los norteamericanos de la NASA, obtuvo otra que ha superado a la que estos publicaron, al lograr eliminar las deformidades de la sangre acumulada en el bigote y las cejas, y dando un rostro mucho más natural (Pág. 57).

Los ojos abultados sugieren la existencia de dos monedas sobre los párpados al uso hebreo de la época para mantenerlos cerrados. Probablemente se trata de un “leptón” que era la moneda de bronce más pequeña en tamaño y valor, que usaban los judíos en tiempo de Pilatos.

Un grupo de congresistas pidió en Turín que por qué no se sometía la Sábana al análisis del carbono 14. Pero la Sociedad Sindonológica de Turín, que se ha prestado a todos los análisis que no deterioren el tejido ni la imagen, estaba remisa en conceder el análisis del carbono 14. La razón es que hay que destruir un  trozo de la tela. Y si se concede destruir un pedazo de tela para cada nuevo método de investigación, al cabo de los años, terminaríamos quedándonos sin Sábana.

Además, este análisis no es necesario, pues las investigaciones del doctor Morano, Director del Centro de Microscopia Electrónica del Hospital de San Andrés de Vercelli, ha demostrado que la tela tiene dos mil años de antigüedad, comparándola al microscopio electrónico, con la fibra de tejido egipcios cuya antigüedad nos es conocida.

Por otra parte, la prueba del carbono 14 es inútil. Pues la aproximación tiene un error de más – menos cien años.

Algunos se preguntan si es cierto que el hombre de esta Sábana es Jesucristo o pudo ser otro crucificado.

Foto Pág 56 Foto tridimensional de la N.A.S.A americana.

Foto Pág 57 Foto tridimensional de Tamburelli.

En este lienzo aparecen huellas de cosas que sabemos sólo se las hicieron a Cristo: ungüento reciente de nardo en el pelo (se lo derramaron sobre la cabeza en vísperas de la Pasión), las piernas sin partir, herida de lanza en un costado, corona de espinas, etc. Todo esto era insólito en la crucifixión que hacían los romanos, y sabemos que se lo hicieron a Cristo.

El padre Julio Ricci, en su libro La Sábana, documento original de la pasión de Cristo en la página 21 dice: “Jamás ha sido registrado por los historiadores, que un crucificado haya sido coronado de espinas”. Así mismo el padre Carreño en su libro El último reportero afirma repetidas veces que no se conoce ni un solo caso de un crucificado coronado de espinas.

Monseñor Julio Ricci, uno de los que más saben en el mundo sobre la Sábana Santa, escribió un libro que entregó al Papa Pablo VI, cuyo título es: El hombre de la Sábana de Turín es Jesús: fruto de 28 años de investigación.

En el Congreso de Turín, hablando después de su conferencia con el eminente patólogo norteamericano doctor Bucklin, conocido internacionalmente, que descuella en  Los Ángeles por sus trabajos en Medicina Forense, le pregunté si se podía decir que hay un noventa por ciento de probabilidades de que el crucificado de la Sábana Santa sea Jesucristo. Me contestó:

-No. Yo creo que hay un cien por cien.

Y yo en broma le dije:

-Faltan las huellas dactilares.

Respondió:

-No es necesario.

Podríamos preguntar: ¿Cómo sucedió la muerte de Jesús?

La determinante principal de la muerte de los crucificados en la asfixia, según los experimentos del doctor Barbet con individuos que se sometieron voluntariamente a la prueba hasta el límite de lo tolerable.

Suspendido el cuerpo por los brazos, éstos ejercen una tracción considerable que bloquea el tórax, por la tensión del diafragma, e impide la respiración.

Entonces, el crucificado, para poder respirar, se apoya en el clavo de los pies, y se empina para tomar aire.

Pero el dolor de apoyarse en las heridas de los pies le hace volver a caer. Así prosigue una y otra vez, hasta que agotado, no puede más y muere asfixiado.

Para acelerar ese momento, a los crucificados se les partían las piernas con mazas de madera o de hierro.

Al quedar el cuerpo colgado de los brazos se produce en éstos una tremenda tensión que dificulta el riego sanguíneo. La insuficiente oxigenación de los tejidos musculares es causa de calambres, que comienzan en los brazos y se van extendiendo a los hombros, pecho, abdomen y piernas, aumentando cada vez más, como una especie de reacción en cadena, hasta que tetanizados los músculos y sin poder respirar, el crucificado expira entre terribles espasmos por los calambres tetánicos y la asfixia, con pleno conocimiento en una de las muertes más angustiosas que cabe imaginar.

Para aliviar los dolores, era costumbre hacer gustar a los crucificados de una bebida narcótica compuesta por vino mezclado con mirra, o vinagre mezclado con hiel. Jesús, no quiso probarla en su voluntad de sufrir por nosotros hasta el último de los dolores. Luchaba con una fuerza y una resignación verdaderamente divinas.

Otro de los tormentos que debió sufrir Cristo en la cruz es el frío, al evaporarse el copiosísimo sudor originado por la altísima temperatura que alcanzan las víctimas del tétanos, que llega al límite extremo, es decir, a los 45 grados.

El uso del “sedile”, puntal de apoyo entre los muslos, aplicado al palo vertical, sobre el cual el crucificado descansaba a horcajadas, como sobre un sillín de bicicleta, no era de uso constante. Se ponía cuando deliberadamente se quería prolongar el suplicio al máximo, pues éste era su cometido. La agonía relativamente breve de Jesús, hace suponer que su cruz no fue provista de este apoyo.

En el Congreso de Turín, los Doctores, Rodante, Wedenissow y Bucklin, por caminos diferentes, llegaron a la conclusión de que Cristo murió en la cruz, indiscutiblemente.

Otra pregunta más: ¿Cómo se formó esta imagen?

Hay varias hipótesis:

Unos opinan que se debe a un milagro, como expresa, en comunicación al Congreso de Turín, Nicolás Mosso.

Otros, que es de origen natural: como la vaporigráfica del Dr. Paul Vignon, de la Universidad de París, que opina que se debe a los vapores de aloetina que se formaron al combinarse el áloe de los ungüentos con los vapores amoniacales del sudor. Pero esto es muy discutible porque presenta muchas dificultades.

Para obtener una fotografía tan uniforme como la de la Sábana Santa se precisaría una emanación uniforme de amoníaco, lo cual biológicamente es difícil de explicar, pues la distribución de las glándulas sudoríparas en el cuerpo humano no es uniforme. Esta explicación se debe al Dr. Dezani, de la Universidad de Turín.

Las investigaciones del ingeniero de la NASA, Eric Jumper, descartan la teoría vaporigráfica de Paul Vignon, pues la coloración de los hilos de la Sábana Santa es superficial y los vapores de aloetina debieron de impregnar los hilos totalmente, penetrando toda la fibra de la tela. Por otra parte, los gases no se propagan ortogonalmente, perpendicularmente al cuerpo, sino por difusión en todas direcciones, y la nitidez y características de la imagen de la Sábana Santa, demuestra que se trata de una grabación ortogonal.

El hecho de que en ningún lienzo funerario se haya encontrado nunca una imagen similar a la de la Sábana Santa, es una muestra que la formación de esta imagen no se debe a ninguna causa natural.

Quizá la teoría más admisible sea la de la radiación de energía como nos expusieron en el Congreso, cuando obtuvieron con el analizador de imagen V18 la fotografía tridimensional, los Doctores, en Ciencias Físicas, Jackson y Jumper, técnicos de fotografía aeroespacial de la NASA, y Ray Rogers, experto eminente en “efectos térmicos”, investigador sobre los efectos de los explosivos del Laboratorio Científico de “Los Alamos” en EE.UU.

La impresión de la imagen ha chamuscado la tela de la Sábana, pero superficialmente: sin perforar el lienzo; lo cual hace pensar a los técnicos de la NASA que se produjo por una radiación instantánea de energía, quizá en el momento de la resurrección. No hay explicación más aclaratoria. Por eso la Sábana Santa es un nuevo motivo de credibilidad en la resurrección de Cristo. Aunque nuestra fe en la resurrección de Jesucristo no se basa en la Sábana Santa de Turín, sino en el Nuevo Testamento.

Por cierto, que yo les pregunté a los técnicos de la NASA:

-¿Por qué cada vez que hablan de la radiación de energía insisten siempre en que es instantánea?

Me contestaron:

-Porque si hubiera sido una radiación prolongada hubiera carbonizado el tejido, y sólo está chamuscado. Fue una radiación de dos milésimas de segundo, y la quemadura penetró en el hilo 3 milésimas de milímetro. Por eso la imagen no se ve por el revés de la tela. En cambio la sangre ha empapado el tejido, y se ve por el revés.

Voy a explicar un poco cómo se obtiene la foto tridimensional.

Cuando yo saco una fotografía normal, el claroscuro de mi cliché depende le los negros, grises y blancos del objeto. Sin embargo, en la Sábana Santa, el blanco y negro de cada punto de la Sábana depende de la distancia de la tela a la piel en el momento de la radiación: lo que estaba más cerca quedó más quemado, y por lo tanto más oscuro, (como la nariz) y lo que estaba más lejos, menos quemado, y por lo tanto, más claro, (como la cuenca del ojo).

De esta manera la computadora transforma el claro-oscuro en un número, y luego el número en una altura.

El hecho de que la imagen se produjera por una radicación del cuerpo está también confirmada porque las imágenes frontal y dorsal son iguales, es decir, que el foco de radiación estaba entre las dos partes de la Sábana. No era una fuente de energía exterior, sino que la fuente de energía tuvo que ser el mismo cuerpo, por la similitud de las dos imágenes frontal y dorsal, en las dos caras de la Sábana. Todo el cuerpo fue el foco de la radiación que chamuscó la tela perpendicularmente dando así las imágenes del mismo tamaño que el cuerpo fotografiado.

El cuerpo “salió” de la Sábana antes de descomponerse, pues en el lienzo no aparece ninguna mancha propia de la descomposición del cadáver. Por otra parte las manchas de sangre indican que el cuerpo no fue separado del lienzo, pues si esto se hubiera hecho con la sangre fluida, los bordes de las manchas no aparecerían tan nítidos, y si se hubiera hecho con sangre seca, las manchas de sangre estarían deterioradas, y no es así. Por eso el Dr. Paul Vignon, de la Universidad de París, dice que las huellas de sangre que hay en el lienzo sólo ha podido dejarlas un cuerpo desmaterializado, espiritualmente, glorificado, resucitado.

Dice el Evangelio que cuando San Juan llegó la sepulcro de Cristo el Domingo de Pascua, vio y creyó en la resurrección. La razón es que al ver la Sábana Santa aplastada, allanada, lisa, pegada al suelo, deshinchada, sin el relieve que tenía cuando cubría el cuerpo de Cristo, entonces vio y creyó en la resurrección, pues comprendió que si alguien se hubiera llevado el cadáver, el lienzo no estaría así.

La Revista Geomundo, de octubre de 1978, pág. 470, dice: “Es asombroso el hecho de que algunas teorías científicas formuladas sobre la base de minuciosos análisis y estudios de la Sábana de Turín parecen confirmar que es cierta la afirmación evangélica de que Jesucristo resucitó”.

Por eso, la Sábana Santa es un nuevo motivo de credibilidad en la resurrección de Cristo. Aunque nuestra fe en la resurrección de Jesús no se basa en la Sábana Santa de Turín, sino en el Evangelio.

Los Evangelios son libros que me hablan de Cristo: de lo que Cristo dijo y de lo que Cristo hizo. Están contados por testigos que estuvieron delante, y cuentan lo que vieron y lo que oyeron, y se escriben para testigos que habían estado delante,  y sabían lo que Cristo había dicho y lo que Cristo había hecho. Y aquellos testigos que habían conocido a Cristo al ver en los Evangelios tan estupendamente narrada la vida de Cristo, aquellos primeros cristianos copiaban a mano los Evangelios – que entonces no había imprenta -, y los transmitían de generación en generación, hasta el punto de que hoy tenemos de los Santos Evangelios más manuscritos que de ningún otro libro de la cultura antigua. No hay un solo libro de la antigüedad del cual conservemos el número y la calidad de manuscritos como de los Santos Evangelios. Por eso yo suelo decir: el que no cree en los Evangelios no tiene derecho a creer nada de la Historia. ¿Con qué derecho un señor sabe quién fue Alejandro Magno, si todos los documentos que tenemos de Alejandro Magno tienen mucho menos valor que los documentos de los Evangelios?. Luego si somos personas cultas y sabemos quién fue Alejandro Magno y Ciro y Dario, etc., tenemos que aceptar el Evangelio, porque los documentos que conservamos de los Evangelios son de mucho más valor que los de todos los demás libros de la antigüedad.

Pues los Evangelios me hablan de que Cristo resucitó. Por eso la resurrección de Jesucristo es Dogma de Fe.

Un cristiano no puede dudar de que Cristo resucitó. Y si lo niega, deja de ser cristiano. Deja de ser católico. Automáticamente se pone fuera de la Iglesia. Porque la resurrección de Cristo es Dogma de Fe.

Pero además, tenemos razones para saber que Cristo resucitó.

A Cristo nadie lo vio resucitar. Nadie vio el momento de la resurrección, pero nos encontramos el sepulcro vacío. Y si el sepulcro estaba vacío al tercer día, es por una de dos razones.

O porque Cristo resucitó por su propio poder, o porque alguien se llevó el cadáver. Si nadie se llevó el cadáver, es que Cristo resucitó por su propio poder.

Y nadie se llevó el cadáver. No se lo llevaron los enemigos. Porque si los fariseos hubieran tenido el cadáver, cuando corrió la noticia de que Cristo había resucitado, la mejor manera de deshacer la noticia de que Cristo había resucitado era enseñando el cadáver.

Pero tampoco los amigos lo tenían. ¿Por qué? Porque murieron por su fe en Cristo resucitado. Y nadie da la vida por una patraña. Nadie da la vida por una cosa que sabe que es mentira. Si los apóstoles hubieran tenido el cadáver, y hubieran engañado diciendo que había resucitado, no dan la vida por lo que ellos sabían que era mentira. Es absurdo que una persona dé la vida por lo que sabe que es mentira. Uno da la vida por un ideal. Quizás por un ideal equivocado, pero que él cree verdadero. Todo el que da la vida, es porque se fía del ideal por el cual da la vida. Los apóstoles dieron la vida por su fe en Cristo resucitado, luego los apóstoles no tenían escondido el cadáver de Jesús.

Pues si no se lo llevaron los amigos, y no se lo llevaron los enemigos, ¿quién se lo iba a llevar?

Pues si nadie se llevó el cadáver y el sepulcro estaba vacío, es porque Cristo resucitó por su propio poder.

A este lienzo se le llama el quinto Evangelio por la cantidad de cosas que aclara que los Evangelios no dicen; pero sobre todo porque nos da la fotografía de Cristo.

Los Evangelios, según la costumbre de su tiempo, no describen la figura de Jesús. No nos dicen si era alto o bajo, gordo o delgado. Los historiadores de aquel tiempo, no describían a su personaje. Perpetuar la figura de los grandes hombres era cometido del arte plástico, de la escultura, no de los historiadores. Plutarco en sus “Vidas paralelas” fue el primero que introdujo en las biografías de los héroes la descripción de su fisonomía, pero los historiadores anteriores a Plutarco no describen a su personaje.

Los Evangelios, como son anteriores a Plutarco, no describen a Jesús. Son historiadores al modo de su tiempo y nada nos dicen de la figura de Jesús. La Sábana Santa es el quinto Evangelio porque nos da la auténtica fotografía de Jesús. La Sábana Santa es el quinto Evangelio porque nos da la auténtica fotografía de Jesús. Responde al interés extraordinario que nosotros tenemos de conocer el aspecto físico de Jesús.

Los Evangelios, como se escribieron para contemporáneos de Cristo no describieron cómo era la crucifixión, porque en aquel tiempo todo el mundo lo sabía. Los Evangelios dicen: “Se lo llevaron y lo crucificaron”. Sin más explicaciones. Pero hoy a los dos mil años de morir Cristo, cuando ya no se crucifica a nadie, pues la crucifixión fue abolida por Constantino a principios del siglo IV, tenemos dudas. Y la Sábana Santa resuelve las dudas.

Había entre los autores dudas sobre si a Cristo lo habían crucificado con tres clavos o con cuatro. Velázquez lo pone con cuatro clavos: las dos piernas paralelas, un clavo en cada pie. Hay otros que lo ponen con tres clavos: un  pie sobre otro, y un clavo para los dos pies.

La Sábana Santa decide la cuestión: a Cristo lo crucificaron  con tres clavos y no con cuatro. ¿Por qué? Porque tiene un pie encogido. La planta derecha deja perfectamente la huella en el lienzo, y se ve muy bien. En cambio, el pie izquierdo  deja solamente la huella del talón. Estuvo sobre el otro pie en la cruz, y al poner las piernas paralelas en el sepulcro, con la rigidez cadavérica el pie quedó encogido, y entonces el pie izquierdo dejó solamente la huella del talón. Señal de que estuvo sobre el otro en la cruz. Señal que fue crucificado con tres clavos y no con cuatro.

Otro dato. Los artistas nos ponen los clavos de las manos en la palma. Los médicos dicen: el clavo no pudo ser en la palma porque se hubiera desgarrado la mano. En la palma no hay tejido resistente que aguante el peso del cuerpo. Dicen los médicos: el clavo tuvo que ser en la muñeca, donde hay un punto que se llama espacio de Destot, que permite introducir un grueso clavo desplazando los huesos del carpo, con enorme dolor, pero sin romper ninguno, y sujetando firmemente la mano al madero, y sosteniendo perfectamente el cuerpo de Jesús. Pues la Sábana Santa pone las heridas de los clavos en la muñeca, en el carpo, donde dicen los médicos que tuvo que ser, y no en la palma como ponen los artistas.

La tradición pictórica de la Crucifixión pone los clavos en las palmas de las manos, quizás por las palabras del profeta David: “han taladrado mis manos.. .”, y las del mismo Jesús a Tomás: “mira mis manos”. Para el artista, las manos son las palmas, pero para los anatomistas de todas las épocas y de todos los países, la muñeca pertenece a la mano que está constituida por carpo, metacarpo y dedos.

Una excepción notable de la tradición pictórica es Van Dyck, en sus cuadros del Palacio Real de Génova y en el atrio de la Real Academia de Venecia, que pone los clavos en la muñecas, seguramente por haber visto la Sábana Santa de Turín, con motivo de su viaje a Génova.

Los surcos divergentes en las muñecas hablan de las dos posturas de Cristo en la Cruz, cuando se empinaba para tomar aire y se desplomaba al sentir el dolor, por descansar todo el cuerpo sobre el clavo de los pies.

La experiencia ha demostrado que operando en miembros recién amputados, donde siguen los tejidos todavía vivos, se obtiene siempre el plegamiento del pulgar sobre la mano, por la lesión del nervio llamado mediano.

Dicho nervio además de transmitir el movimiento, recibe también las sensaciones de cuanto sucede en su radio del acción. Calcúlese por lo tanto qué dolor produciría en un vivo semejante herida. “Estos nervios lacerados y estirados por los clavos en aquellos brazos como cuerdas de violín sobre el puente, han debido provocar un dolor de paroxismo” dice el doctor Barbet, Y añade: “Los que hemos presenciado durante la guerra lesiones en los grandes troncos nerviosos, sabemos la horrenda tortura que esta clase de lesiones ocasiona. La vida es imposible. Si dura un tiempo considerable la naturaleza se inhibe. Normalmente sobreviene un síncope”.

Pero Jesucristo, el Hombre-Dios, capaz de llevar su resistencia hasta el límite extremo, quiso seguir consciente y aun dirigir su palabra por espacio de tres horas. Y María, su Madre, estaba allí al pie de la cruz.

Por todo el cuerpo se observan las heridas de la flagelación que, según la Ley romana, se infligía a los condenados a muerte.

Según el eminente patólogo norteamericano, Dr. Bucklin, el número de las huellas de la flagelación, es de ciento veinte. Esto tiene dos explicaciones, bien porque fue azotado al modo romano que no limitaba el número de golpe, bien porque lo fue al modo judío, que no permitía pasar de  cuarenta golpes, pero que cada látigo tuviera tres correas.

Los látigos que empleaban en la flagelación solían ser de cuero y tenían al final huesecitos o bolitas de plomo unidas por una barrita de tres centímetros, como pequeñas pesas de gimnasia. Lo que había en el extremo de las correas del látigo probablemente fueron sólo huesecillos y no bolitas de plomo, pues en el suelo del “litóstrotos” (lugar donde fue azotado el Señor) han aparecido varios huesecillos y ninguna bolitas de plomo.

Al descargar sobre el cuerpo se clavaban en la carne. Por eso han quedado huellas de sangre en la Sábana Santa. A este tipo de látigo se le llamaba “escorpión” por el daño que hacía.

Los verdugos debieron ser dos, uno a cada lado. El Dr. Miklik cita el número de escritores romanos que describen la inaudita crueldad del suplicio de la flagelación. A veces dejaban al descubierto las entrañas, algunos morían en el lugar del suplicio, otros quedaban lisiados para toda la vida.

La Ley Porcia y la Le Sempronia, de los años 195 y 123 antes de Jesucristo respectivamente, eximían de los azotes a los ciudadanos romanos. San Pablo hizo una vez uso de este privilegio (Hecho de los Apóstoles, 22:25).

Otro dato. Si a Cristo le abrieron el corazón con la lanza, la lanzada sería por la izquierda. La gente cree que el corazón está a la izquierda. De hecho hay algunas imágenes antiguas que tienen la herida del costado por la izquierda. Dicen los médicos: la lanzada tuvo que ser por la derecha, no pudo ser por la izquierda. ¿Por qué? Porque el corazón no está a la izquierda, está  en el centro del pecho, pero con la punta hacia la izquierda le hubiera abierto el ventrículo izquierdo que está vacío en los cadáveres, y no hubiera salido tanta sangre. Si dice San Juan que salió tanta cantidad de sangre, tuvo que ser por la derecha, hiriendo la aurícula derecha que suele contener sangre líquida en los cadáveres recientes. Luego, la lanzada fue por la derecha. En la Sábana Santa la herida del costado está en la derecha, donde dicen los médicos que tuvo que ser, y no en la izquierda como es la opinión general. La mancha de sangre, cubierta en parte por un remiendo, no es tan oscura como la de la nuca, de la frente o de los brazos, porque la sangre que brotó del costado, estaba mezclada con suero. El agua que brotó de la herida, dicen los doctores que pudo deberse a una pleuritis traumática o pericarditis serosa.

La corona de espinas no fue en forma de anillo, como generalmente lo pintan los artistas; sino en forma de casquete, cubriendo toda la cabeza como si fuera un sombrero. La sangre que brotó de la corona de espinas, empapó los cabellos y los apelmazó a los dos lados de la cara en forma de tabique, y de esta manera el lienzo quedó horizontal sobre el rostro y no nos dio una figura demasiado deforme, como si hubiera caído por los lados.

Los surcos de sangre de la frente coinciden con venas y arterias importante, como nos demostró en el Congreso el doctor Sebastián Rodante, al superponer una diapositiva de la cara de la Sábana Santa y otra con las arteria y venas importantes de la frente.

En la frente aparece un rastro de sangre en forma de 3 invertido. En el Congreso de Turín, un catedrático de Arte Cristiano, nos expuso una multitud de iconos bizantinos en los que se veía un caracolillo de pelo en la frente de Jesús.

Es el influjo del rostro de la Sábana Santa en aquellos iconos. Aquellos artistas confundieron el rastro de sangre con un caracolillo de pelo.

Se observan deformaciones en el rostro debidas a los golpes que recibió en la noche de la pasión.

El doctor Judica-Cordiglia, especialista en medicina forense, cree que la contusión de la nariz fue causada por un palo de unos cinco centímetros de  diámetro, esgrimido vigorosamente por un agresor situado a la derecha del Señor. El Evangelio de San Juan nos dice que uno de los esbirros dio a Jesús un golpe en el rostro. La palabra griega empleada por San Juan es “rápisma”, que generalmente significa golpe dado con un palo.

Algunos tienen dificultades en que San Juan y San Pedro se llevaran la Sábana del sepulcro, pues los preceptos rabínicos prohibían tocar los objetos funerarios para no contaminarse. Pero después de oír la predicación de Jesús, sus discípulos se consideraban liberados de las prescripciones farisaicas.

Para que entendamos perfectamente lo que vamos a ver, tenemos que independizarnos de dos líneas negras de tela chamuscada, que llaman mucho la atención.

La Sábana Santa estaba doblada en una urna de plata en la Iglesia de Chambery. Hubo un incendio. La plata recalentada chamuscó los bordes de la tela, y al desdoblar la sábana quedaron dos líneas negras de tela chamuscada que desorientan mucho cuando se ve la fotografía por primera vez.

¡Providencial! Las líneas negras están paralelas al cuerpo. No lo tocan. Rozan los hombros un poco; pero podía haber sido una quemadura en el centro, y nos destroza la figura.

Está el cuerpo de Cristo enmarcado por las dos líneas de tela chamuscada, y los dieciséis triangulitos, que son remiendos de lino blanco, hechos por las religiosas clarisas de Chambery, por encargo del Papa Clemente VII.

Porque la Sábana Santa estaba doblada en la urna de plata, parte de la plata recalentada se fundió, unas gotas de plata fundida atravesaron el lienzo doblado, haciendo un orificio, y al desdoblarlo aparecieron dieciséis agujeritos que fueron remendados por las religiosas clarisas.

Pero si nos independizamos de esas dos líneas negras de tela chamuscada y de los dieciséis triangulitos, veremos perfectamente en el medio la figura de un hombre de cuerpo entero, en sus dos proyecciones frontal y dorsal. Porque la Sábana Santa cubrió al Señor por delante y por detrás. Por eso las figuras frontal y dorsal están juxtapuestas por la cabeza.

Quizás la primera vez que lo veamos resulta un poco desorientador, pero enseguida nos acostumbraremos a prescindir de las líneas negras, y veremos perfectamente a Cristo de cuerpo entero.

Antes de terminar voy a leer las siguientes palabras de Paul Claudel: “En esta imagen vemos la majestad del Dios-Hombre, y en presencia de esta majestad nos damos profunda cuenta de nuestra indignidad. Hay algo que nos sobrecoge en esos ojos cerrados, en ese semblante transido de eternidad. Algo tan aturdidor y hermoso que nuestra sola evasión posible es la de postrarnos en adoración”.

Finalmente termino con lo que dice D. Leopoldo Huidobro, abogado Fiscal del Tribunal Supremo, en su libro El misterio del Santo Sudario.

“De todas las fotografías dedicadas, ninguna de más valor, ni que encierre más inefable ternura que ésta que ahora rubricada con su sangre nos dedica Cristo a través de la fotografía de la Sábana Santa.

Si la llevamos siempre con nosotros llegará a sernos familiar, y, cuando cerremos los ojos por última vez, al despertar al otro lado de la muerte, enseguida lo reconoceremos. Habremos llegado a amarle, y a amar todos sus mandatos y  sus consejos, y a estar siempre preparados para la muerte como Él quiere que nos preparemos”.