Conferencias del Padre Jorge Loring S.I.

28. EL ÉXITO EN EL NOVIAZGO
(Conferencia pronunciada en el Casino de Torrevieja, Alicante, en Febrero de 1977)

Vamos a comenzar esta «Semana de Conferencias» a la juventud.
El primer tema que vamos a tratar hoy es « El éxito en el noviazgo».
El noviazgo es un éxito si el matrimonio que le sigue es un éxito. Si el matrimonio es un fracaso, demuestra que el noviazgo ha sido un fracaso. Pues la razón de ser del noviazgo es el matrimonio.
El noviazgo no tiene razón de ser en sí mismo. Es en orden al matrimonio.
Nadie se hace novio para que el noviazgo dure diez años. A algunos les dura porque empezaron demasiado pronto o se casaron demasiado tarde. Pero el noviazgo es un estado de transición, no definitivo.
Aunque los novios lo hayan pasado fenómeno en el noviazgo, y hayan disfrutado de lo lindo, si después el matrimonio es un fracaso, ese noviazgo también fue un fracaso. El noviazgo no es para pasarlo bien. No es para disfrutar. El noviazgo es para preparar un matrimonio feliz. Por lo tanto, podemos decir que en tanto es el noviazgo un éxito en cuanto sea un éxito el matrimonio que le sigue.
Se oye hoy mucho decir que el matrimonio está en crisis, que hay muchos matrimonios fracasados. Lo primero que digo es que los fracasos matrimoniales llaman más la atención, son más noticia: porque un matrimonio feliz no es noticia, no se comenta, no llama la atención. Pero los sacerdotes, que somos los que conocemos las conciencias, sabemos que hay muchos matrimonios que se quieren y son felices. Pero estos matrimonios no son noticia, no van al psiquiatra, no llaman la atención.
Y desde luego afirmo que lo que está en crisis, más que el matrimonio, es el noviazgo.
Cuando ves esas parejas de novios que llevan su noviazgo con tanta ligereza y frivolidad, comprendes que necesariamente tienen que fracasar después en el matrimonio.
Muchos matrimonios fracasan porque su noviazgo fue una calamidad.
Esos matrimonios tenían que fracasar necesariamente.
Lo normal es que de un mal noviazgo, salga un mal matrimonio; y que de un buen noviazgo, salga un buen matrimonio. Habrá excepciones, pero son las menos.

Podemos considerar que el éxito en el noviazgo está en una elección acertada, en un verdadero conocimiento mutuo, y en un amor auténtico entre los dos.

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Lo primero, una elección acertada.
Si te equivocas al elegir, es muy fácil que tu matrimonio sea un fracaso.
Si eliges mal, no puedes esperar que el matrimonio te vaya bien. Si eliges el camino que no es, no lIegarás a donde quieres. Por eso la elección es muy importante, porque después hay que aceptar a la persona como es: el intentar cambiarla en su modo de ser es causa de muchos conflictos.
Siempre se ha dicho: «el matrimonio es una lotería».
No sabes lo que te va a tocar. Tú no sabes cómo te va a salir el matrimonio. Tú no sabes cómo va a resultar después esta novia o este novio.
Por eso ponerse en relaciones es como jugar a la lotería.
Pero no. Mucho peor. Porque en la lotería, en el peor de los casos, no te toca nada. En cambio, en el matrimonio en lugar de premio te puede tocar un fardo que no hay quien lo aguante. De manera que mucho peor que en la lotería. En la lotería, si no te toca premio, no te pasa nada. No pierdes gran cosa. Pero aquí como tengas mala suerte, y tengas que cargar con un fardo para toda la vida, ¡ya verás!.

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Pero mirad, hoy es muy difícil acertar en esto. Porque vivimos en unos tiempos de supervaloración de lo sexual. Vivimos obsesionados por lo sexual.
Y lo sexual no es lo primero en el matrimonio. Lo sexual tiene importancia.
Vamos a hablar de ello. Pero creerse que el matrimonio es sólo para la vida sexual, es una equivocación. Y el que va al matrimonio pensando sólo en la vida sexual, se lleva un chasco de campeonato. Porque el matrimonio no es sólo eso.
Pero como hoy vivimos rodeados de sexo por todas partes, de ahí la dificultad. Lo que se valora, lo que se exhibe, lo que se propagandea es el sexo. Una artista de cine es tanto más taquillera cuanto más «sexy». Ahí tenéis a la Marilyn Monroe, a la B.B., o a la que sea. Cuanto más tipazo, más taquillera. Apenas se escribe una novela o se hace una película que no tenga escenas de sexo.
Hasta para anunciar repuestos de automóviles te ponen una mujer desnuda.
A todas horas nos están explotando el apetito sexual. En los anuncios de la Tele, para anunciar una camisa, te sale una guapa zalamera haciéndole monerías al otro. Después: «Camisas de Tervilor». Señor, ¿qué tendrá que ver una camisa con el amor? Pues nada, te ponen una guapa zalamera. Así, la gente mira.
Vivimos obsesionados por lo sexual, Por todas partes la explotación del apetito sexual: novelas, películas, revistas, calendarios, etc.
Es una especie de idolatría de la belleza. Como si la belleza fuese lo único que cuenta para el matrimonio.
Evidentemente que es un valor, ¡pero no lo es todo!
La belleza facilita el amor, pero no es indispensable para el amor. Cuando el amor se basa sólo en la belleza, ese amor será tan efímero como la belleza misma. Se marchitará.

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Para buscar novia es lógico que el hombre busque una mujer que le guste.
Algún atractivo físico tiene que tener. Una cosa pasable, bien está. Pero no te encandiles con la fachada, que es pasajera. Es una equivocación que los ojos del soltero que busca novia, sean exclusivamente sexuales: el día que se case, se va a llevar una desilusión. Porque va a echar de menos en su novia, en su mujer, montones de cosas que con los ojos de soltero no calibró. Porque él, de soltero, sólo se fijaba en lo sexual. Y amigo, cuando te cases y lo sexual pierda ese atractivo especial que tiene para el soltero como plato prohibido, y entonces la vida sexual para él sea una cosa normal y corriente, entonces se dará cuenta de que hay otras muchas cosas en el matrimonio. Empezará a echar de menos en su mujer montones de cosas que de soltero no las calibró. Después se dará cuenta del fracaso ya irremediable, porque se ha ligado a una mujer para toda la vida.
Por lo tanto, digo: hombre, búscate una novia que te guste; pero enamórate más del alma que del cuerpo. Enamórate de sus virtudes más que de su tipazo o de su cara bonita. Porque el tipo se estropea y la cara se arruga. Pero las virtudes no envejecen nunca. El alma no envejece. El alma siempre es joven. Cuando tú te enamoras de una chica no sólo porque es bonita, sino sobre todo, si tú te enamoras de ella por unas virtudes que sustenten ese atractivo, entonces yo te garantizo un matrimonio feliz.
Porque si tú amas a esa mujer por sus virtudes, por los valores de su espíritu y su modo de ser, cada vez la amarás más. Con el tiempo cada vez seréis más felices, porque las virtudes no cansan, sino que fortalecen el amor. Pero si sólo la amabas porque te despertaba el apetito sexual, después te vas a encontrar vacío, porque eso no te llenará.
De manera que, ¡cuidadito hombres que de solteros generalmente sólo vais buscando una cara bonita y un buen tipo! ¡Cuidadito! No hagas el primo.
Fíjate en una chica, pero, como te digo, no basta que sea muy mona. Porque te puedes casar con una artista de la pantalla y ser muy desgraciado. ¡Como tantísimos! La cantidad de divorcios que se dan entre los artistas. ¡Qué pronto se cansan el uno del otro! ¿Cuántos maridos lleva ya la B.B.? Me han dicho que una docena. Señal que no son por amor. Son caprichos pasajeros. El amor es perdurable. Quien ama promete amor eterno. Por eso cuando vemos a esas artistas que cambian de marido como de vestido, decimos: «Lo que tenían no es amor, sino caprichos pasajeros».

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Para hacer feliz el matrimonio hacen falta virtudes.
Busca una chica que tenga virtudes, que tenga buen carácter, buen modo de ser, que no sea caprichosa, alocada, frívola, irresponsable, ligera, superficial, quisquillosa, chinche, histérica, soberbia, egoísta, con espíritu de contradicción, mandona, dominante, posesiva, absorbente, egocéntrica, regañona, comodona, testaruda, derrochadora, haragana, sucia, desordenada, perezosa, gastona, ¡inútil! Y si encima es ambiciosa, que siempre le parece poco todo lo que gana su marido, en su afán de deslumbrar a sus amigas, terminarás harto de ella.
Si es una chica de tipazo despampanante, pero tiene un carácter inaguantable, insufrible, arreglado estás. Si fuma con mucho estilo, y baila como un trompo, pero no sabe coser un botón, ni hacer una tortilla, arreglado estás. El día que te cases, ¿qué vas a hacer? Porque esa niña para pasearla, es fenómeno. Oye, ¿pero tú no te casas con una chica para pasearla por la calle y que la gente vuelva la cara para mirarla! Tú te casas con una mujer para que lleve tu hogar y eduque a tus hijos. Una mujer que sepa de cocina y sepa de costura; una mujer que sea limpia y ordenada, trabajadora y sacrificada, amable y servicial, prudente, piadosa, etc., etc.
Esa chica es monísima; pero, ¿de cocina? ¡ Ni pum! ¿De educar hijos.?
¡Cero! ¿De limpieza? ¡Eso ni hablar! Pues tú después en tu casa vas a vivir hecho un desgraciado. La casa sucia. Todo desordenado. Si se te cae un botón, te lo tienes que coser tú. Los garbanzos del cocido, si se caen al suelo, botan de duros que están. ¡Arreglado estás!
Después, cuando salgas de paseo con ella, todo el mundo dirá: «¡Vaya mujer!.» Y tú, ¿qué? ¿De qué te sirve que los demás piropeen a tu mujer, si en tu casa es tan sólo un bello objeto de decoración? Ni sabe educar hijos, ni sabe llevar una casa. Es una nulidad. Nulidad muy mona, pero nulidad.
Verás qué pronto se te pasa el entusiasmo por su belleza. Cómo echarás de menos otras virtudes, que ahora con tus ojos de soltero no sabes calibrar.
Porque tus ojos de soltero, ahora, supervaloran lo sexual.

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Es muy importante que a tu novia le guste la casa. Si ella no se ocupa de la casa, prepárate a vivir en una pocilga. A no ser que tú te conviertas en «ama de casa».
Si quieres ayudar un poco a tu mujer, no está mal. Pero qué duda cabe que la encargada de la casa es la mujer. Lo mismo que el hombre es el encargado de ganar lo suficiente para sustentar la familia. Lo contrario es la excepción.
Me parece una equivocación el que algunas chicas consideren el ocuparse de la casa como una esclavitud. Por eso quieren liberarse del trabajo de la casa. Lo que se hace por amor no se puede llamar esclavitud. Un mismo trabajo puede realizarse por un sueldo o por amor; y tendrá un valor totalmente distinto.
Cuando una mujer ama a su marido, todo lo que sea preparar el hogar para él es una expresión de amor. Al amor no le importan los sacrificios.
Precisamente se manifiesta con el sacrificio. Lo que hace que el hogar sea un paraíso o una cárcel es que haya o falte amor. En el reciente informe FOESA, la encuesta de opinión de muestra que el 81% de los hombres y el 83% de las mujeres opinan que las faenas de la casa corresponden a la mujer. Por eso sólo excepcionalmente la mujer casada debe trabajar fuera de casa.
La igualdad de derechos de la mujer y el hombre tiene aspectos muy razonables; pero no debe consistir en que la mujer abandone la casa para la que está especialmente dotada por Dios, y que no puede ser sustituida eficazmente por el hombre. Dios ha hecho al hombre para la lucha y el combate, para la dureza del trabajo fuera de casa.
El mismo cuerpo humano demuestra la distinta misión específica de cada uno. El hombre tiene los hombros más anchos que la mujer, pues está hecho para la fuerza. En cambio la mujer tiene las caderas más anchas que el hombre, porque está hecha para la maternidad.
La igualdad de derechos es lógica ante la ley. En teoría, todos los seres humanos, hombres y mujeres, pueden ser jueces, médicos o taxistas. Pero sólo las mujeres pueden dar a luz un hijo. Y eso por biología y por naturaleza.
Porque Dios lo ha hecho así. Por eso ha hecho a la mujer distinta del hombre en psicología y constitución.

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Por lo tanto, repito: aprende a descubrir en tu novia sus cualidades, sus virtudes femeninas, su carácter, su modo de ser. El atractivo físico también hace falta. Si te resulta repelente, no te sirve para esposa. Tiene que gustarte. Tienes que descubrir su encanto. Pero no mires el matrimonio sólo con ojos sexuales, porque te llevarás un desengaño. Empieza a descubrir, a calibrar y a enamorarte más de su modo de ser, de su carácter, de sus virtudes. Que esto no pasa. Lo otro pasa. Lo otro termina cansando. Las virtudes no. Las virtudes no se gastan. Cuanto más la conoces, más la quieres. Y estas virtudes serán un fortalecimiento del amor en el matrimonio. Las virtudes sustentan un amor que dura toda la vida.
Es más. La belleza no es el único atractivo de la mujer. Una chica puede no ser muy guapa, y sin embargo ser merecedora de que un hombre se enamore de ella.
Porque no sólo se van a casar las guapas. También las feas tienen derecho a casarse. Porque toda mujer tiene su encanto. Puede ser que no sirva para Miss España, Miss Europa o Miss Universo. Pero puede tener un encanto, un don, un atractivo, una simpatía, un algo del cual te puedes enamorar. Si tiene virtudes, si tiene valores, es digna de ser amada. Aunque de tipo esté regular y de cara no sea gran cosa. Ahora, si encima de ser fea, no tiene virtudes, entonces, la pobrecilla, arreglada está.
Las virtudes son las que sustentan un amor verdadero. Si además tiene belleza corporal, eso no estorba. Pero mucha belleza sin virtudes no sirve para nada. Quizás de maniquí para pasar modelos. Pero para el matrimonio no sirve.
Estimar a una mujer sólo por su cuerpo es rebajarla. La mujer es algo más que un cuerpo. A ninguna mujer normal le gusta ser sólo cuerpo.

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Y lo mismo digo a las chicas.
Una chica está muy enamorada de un chico porque es muy mono. Está loquita por él. Pues mira, si ese chico es muy mono, y sólo vale por que es muy mono, lIévalo a un parque zoológico. Que es donde están los monos.
Porque, ¡tú dirás! ¿Qué haces tú casándote con un mono? ¿Para qué quieres un mono en casa?
Si te casas, que sea con un hombre. ¡Con un hombre! No con un nene que es una damisela. Preocupado por su carita y su pelito. El hombre que presume de guapo es insoportable. Leí en un gran pedagogo, Fritz Lange: «Nunca un hombre grande ha presumido de guapo». Un hombre no tiene la culpa si ha nacido guapo. Pero presumir de guapo no es varonil.
Virtudes de hombre. Eso es lo que te gustará, y es lo que sustentará tu matrimonio. Un hombre que sea para ti un apoyo, un amparo. Un hombre de carácter, un hombre honrado, noble, educado, caballero, amable, servicial, trabajador, fiel, un hombre valiente, un hombre de constancia, de voluntad, responsable. Virtudes de hombre.
Atención, que cuando digo hombre, no digo semental. No confundamos al hombre con el semental de una ganadería. El Dr. Marañón, especialista en Sexología, como todo el mundo sabe, tiene una frase fenomenal donde dice cómo no hay que confundir la virilidad con el libertinaje sexual. Marañón dice que lo característico del hombre es el dominio propio. El que se domina, ése es hombre. «Si hay una virtud específica de la condición de hombre es la virtud de la castidad», dice Marañón. El autodominio, la fuerza de voluntad, el saber dominarse: eso es lo característico del hombre. El no dominarse es lo propio del animal. El animal sigue invariablemente el más fuerte de los estímulos que atraen su instinto. El hombre puede dominar su instinto con la voluntad. El animal no, porque no tiene voluntad. El que hace sólo lo que le apetece, obra como un animal. El que hace lo que debe hacer, le apetezca o no, obra como un hombre. Cuanto más hombre, más se domina. Cuanto menos se domine, más animal.
Y Alexis Carrel en su libro «La incógnita del hombre», escribe: «Los santos (es decir, los hombres que han dominado su instinto sexual), han sido hombres fuertemente sexuados». Lo dice Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina. Cuanto más casto, más hombre.
Por eso, cuando digo que busquéis un hombre, no me refiero a un libertino. No es eso. Sino un hombre con carácter, con fuerza de voluntad, con dominio propio, con espíritu de trabajo, con espíritu de sacrificio, con nobleza, con honradez. Con virtudes de hombre.
En una estadística que he tenido en mis manos, y se ha hecho a más de mil chicas, se ve que cuando pensáis en serio, lo hacéis con sensatez. Porque sólo el 4% de las chicas pusieron como primera cualidad que quisieran en su novio, el atractivo físico. Sólo el 4% tenía tan poca cabeza que creía que por casarse con un «mono» iban a ser felices. La media general del otro 96% fue que las chicas ponían el atractivo físico del hombre después del séptimo lugar. Esto me parece sensato. Cuando una chica se enamora de un hombre, que no sea sólo porque tiene buena facha. Que sea alto o bajo, gordo o flaco, eso es lo de menos. Hay que calibrar otras cosas. Ellas calibraban la educación, que sea un hombre correcto, caballero, amable, honrado, fiel, trabajador, que no sea jugador, vago o mujeriego, o de carácter insoportable, o violento, o borracho. Menudas desgracias hay en las familias por culpa del vino. El hombre borracho, el hombre bebedor, el hombre alcohólico, destroza la familia. Pocas mujeres hay más desgraciadas que las casadas con un borracho.
Por eso es lógico que una chica no quiera casarse con un borracho, ni con un mujeriego, ni con un ateo. Es muy importante que sea buen cristiano. Pero de eso ya hablaremos. En la encuesta que digo, ponían en uno de los primeros lugares que fuera buen cristiano.
Todas estas virtudes las ponían por encima del atractivo físico, lo cual me parece muy lógico y muy normal. Es decir, que está visto que cuando las chicas piensan en serio, calibran lo que hay que calibrar. Por eso os digo una cosa: si cuando pensáis en serio calibráis estas cosas, que en la vida normal se vea. Si las chicas quieren casarse con un caballero, ¿por qué tontean con el chico que saben que es un golfo, un sinvergüenza, y que sólo quiere aprovecharse de ellas? ¿Qué sacas con ese chico, más que perjudicarte? Si es un chico que te respeta, bien; pero si es un fresco, mándalo a paseo. No tontees con quien no se porta con corrección.

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Lo mismo digo a los chicos.
Muchas veces he oído esto:
-Padre, ¡que difícil es hoy encontrar una novia para casarte con ella!
Una novia para pasar el rato, para aprovecharte de ella, fácil; pero una novia en serio, para pensar en casarte con ella, Padre, ¡qué difícil! Todas son unas frescas.
Yo digo.
-Oye, ¿y quién tiene la culpa de que las chicas sean unas frescas ? Pues vosotros.
-¿Por qué?
-Porque vais detrás de las frescas para daros el «lote», y después tirarlas como un trapo sucio que ya no sirve. Luego, para casaros, no las queréis frescas, porque os pueden salir rana, ¿verdad? ¡Claro! De manera que cuando llega el momento de salir, buscas la fresca que es la que se deja.
Cuando una chica es fresca, tiene los chicos como moscas. Todos a aprovecharse. Pero cuando una chica es decente, recta, como Dios manda, que se hace respetar, como de esa chica no se puede sacar nada, ésa no os interesa. La dejáis sola. A ésa no la llamáis. Tú telefoneas a la fresca. A la que se deja. A la que se pega bien en el baile. Y entonces las chicas ven que para salir con los chicos hay que ser frescas. Y como a todas las chicas les gusta tener éxito con los chicos, cuando ellas ven que las que tienen éxito son las frescas, sienten inclinación a hacerse frescas. Y ahora tú te quejas de que las chicas sean frescas. Si vosotros demostrarais con vuestra conducta estima por las más virtuosas, las chicas serían más virtuosas. Si las chicas vieran que vosotros, admiráis a las buenas y os vais con las decentes, ellas serían más decentes. Pero si las chicas creen que para casarse conviene ser frescas, ¿de quién es la culpa?

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Muchas veces ellas dicen: «Padre, es que si una no se deja, el otro se va». Se creen las chicas que para atraer a un hombre hay que ser fresca, dejarse y ser facilona. No se dan cuenta de que un hombre con cabeza no se casará nunca con una fresca. ¡Nunca! La llamará, saldrá con ella, hará de todo, prometerá cincuenta cosas. Pero un hombre casarse con una fresca, no.
Un hombre que tenga cabeza no lo hace. El que se case con una fresca..., ¡es un tonto! Y la que se case con un tonto, es tonta. Tal para cual.
Mirad: a un hombre siempre le preocupa la fidelidad de su mujer. Y si un hombre tiene la angustia de que un día pueda amanecer con cornamenta, ¡no vive! La infidelidad de su esposa es una de las mayores humillaciones para un hombre casado. Es tremenda esa angustia en un hombre. Y el tormento horrible de dudar si los hijos de su mujer son de él o de otro. Por eso, cuando va a casarse tiene mucho cuidado a quién elige. Porque no tiene ninguna gracia que la mujer le salga rana. ¡Natural! ¡Lógico!
El hombre, cuando va a casarse, quiere una mujer pura. De estreno. No de segunda mano, ¡o de quinta! Que a nadie le gusta comerse las sobras que otro dejó en el plato. Cuando un marido descubre que no es el primero, sino que ya hubo quien se le adelantó, le hace poquísima gracia. ¡Lógico! Si somos así. El hombre quiere mujer de estreno. El hombre que se casa quiere una mujer pura. El casarse con una mujer pura es para el hombre de una ilusión especial. Una chica sobada y baboseada, ¿a quién le puede interesar?
Me decía uno ya casado, pero que había sido muy corrido, que cuando empezó a buscar novia en serio para casarse, al darse cuenta de que una chica había tenido experiencias sexuales, se decía: «Con ésta no cargo yo, se la dejo al siguiente». Hasta que encontró la chica que buscaba: una chica pura, con valores espirituales. Hoy lleva diez años casado con ella, sigue enamoradísimo de su mujer, y se siente plenamente feliz.
Naturalmente, que ninguna chica tiene obligación de casarse con su primer novio, si ve que no se entienden. Pero hay modos y modos de llevar un noviazgo. El segundo novio no tiene que tener reparos, si le consta que el novio anterior fue correcto. Pero no tiene por qué tener «tragaderas».

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Muchas veces he oído a chicos enorgullecerse de su novia porque es un ángel. Jamás he oído a un chico enorgullecerse de su novia porque es una golfa. ¡Nunca!
Precisamente, la semana pasada ha venido a verme un matrimonio joven, con un problemón imponente. Él se acababa de enterar que su mujer se había acostado con otro. A pesar de sus dos hijos, como dos soles, estaba dispuesto a deshacer su familia, quería echarla de casa, no podía ni mirarla a la cara. Me decía:
-Nunca más podré hacer el amor con ella. No podré evitar el pensar que me está engañando.
Estaba triste y furioso al mismo tiempo. Gritaba y gesticulaba como un loco.
Si alguien dice que no le importa la infidelidad de su cónyuge, es porque ha dejado de amar.
Precisamente la diferencia entre el amor y la amistad es que al amigo no le importa compartir con otros al amigo; pero el amante quiere en exclusividad a la persona amada.
Es muy fácil decir: «No me importa lo que hayas sido en el pasado». Lo malo es que esta afirmación debería incluir esta otra: «ni me importa lo que vayas a ser en el futuro». Pero esto es mucho más difícil, pues a ningún hombre le hace gracia que le «pongan los cuernos». Es verdad que una mujer puede arrepentirse de su pasado y cambiar. Santa María Magdalena fue prostituta, y después llegó a santa. Pero esto es extraordinariamente excepcional, y confiar en una cosa así es muy arriesgado. Porque «la cabra tira al monte».

Pues bien, si para casarte quieres una mujer decente, ayuda a las chicas a que sean decentes. ¿Por qué una chica que quiere ser decente tiene que luchar tanto contra los chicos que la acosan para que ella ceda? Me escribía una chica: «Padre, ¡que asco! todos los chicos vienen a lo mismo. Y si no te dejas, no les interesas». ¡Qué triste que las chicas tengan ese concepto de los chicos! Demuestra tú con tu conducta que no eres de ésos. Que tú, porque estimas a la mujer decente, quieres ayudar a todas a que sean decentes.
Por eso yo digo: hombres, si queréis mujeres puras, ¿por qué no las hacéis puras? En vuestro trato las pisoteáis, las degradáis, las hundís, y después cuando queréis casaros, ¡ahora sí las queréis puras! ¿Con qué derecho quieres una mujer pura, si antes has estropeado toda la que has tenido al alcance de la mano? ¿Cuántas chicas puras e inocentes se han hecho lujuriosas y viciosas por culpa de un chico! Si te sale rana, te lo mereces, hombre. Si tú quieres una mujer pura para casarte, respétalas. No las pisotees. No las degrades. No las prostituyas. Hay que ver muchas veces el trato que los chicos dan a las chicas. A ver en qué se diferencia del trato que se da a una de esas que están esperando a un hombre en una esquina, y después cobran.
Si para casarte quieres una chica decente, pórtate con ella como un caballero. Ayuda a su virtud. No la acoses.
Es necesario que el hombre sepa dominarse y respetar a la mujer. Que la mujer virtuosa se vea halagada con la estima de los hombres.

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De manera que este es el primer punto que resumo en este momento:
Una elección acertada. Lo cual supone en el hombre y en la mujer enamorarse del alma más que del cuerpo. Más de las virtudes que sustentan la felicidad del matrimonio, que del atractivo físico que, aunque tiene su importancia, no es lo único. Ni siquiera lo primero. Que lo tengamos en cuenta para el momento de la elección.

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Para el éxito en el noviazgo es también fundamental un verdadero y mutuo conocimiento. Hay que conocerse. Y muchos novios no se conocen ¿Por qué?
Porque lo único que hacen es mirarse a los ojos y decirse cosas bonitas.
¡Pero no se conocen! Porque hablan de pamplinas. Pero los temas fundamentales no los tocan. Y llegan al matrimonio y no se han conocido.
No digo que en el noviazgo, alguna vez que otra, no se digan alguna cosa bonita. Pero que no sea el noviazgo un disco rayado: te quiero, te quiero, te quiero... El noviazgo no es para estar repitiendo siempre el verbo amar.
No es eso. Que alguna vez lo digáis, bien está. Pero hay que hablar de otros temas. Porque hay que conocerse. El carácter, el modo de ser, las ideas, las reacciones, la educación, etc. etc. Y eso no es nada fácil.

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Primero: porque generalmente los chicos y las chicas en la calle sois encantadores.
Una chica muy mona, muy bien arreglada, muy amable, muy educada, muy atenta, muy dulce, muy agradable, muy fina: un sol de niña. Pero que pregunten en su casa: tiene un genio insufrible. Que pregunten en su casa cuando hay que poner la mesa, cuando hay que fregar los platos, cuando hay que traer el café, cuando hay que barrer o hacer las camas. Que pregunten en su casa: que se sienta en un sillón y no hay quien la mueva. Una comodona de primera. ¡La pobre viene tan cansada de bailar! Eso no le cansa nada. Pero ayudar en casa, es horrible. ¡Que la dejen en paz! Si hay que hacer algo en casa, tendrá que hacerlo su hermana o su madre: pero ella, siempre escurre el bulto. Además es sucia, desordenada, desarreglada. Para arreglar su carita, media hora. Pero su cuarto parece una pocilga: desordenado, sucio, un asco. Por eso digo que hay que conocerla en su salsa, porque en la calle todas son encantadoras. A la chica hay que conocerla en su casa: cómo baña a los niños, cómo hace la comida, cómo cose la ropa, y cómo limpia la casa.
Conocerla sólo en la calle, no basta.
Y lo mismo digo de los chicos. Ese chico en la calle es otro sol. Muy caballero. Muy galante. Muy amable. Muy educado. Muy fino. Muy gracioso. Muy ocurrente. Muy simpático. Lo que digo, un sol de niño. Pero que pregunten a su madre, que la trata a gritos. Que pregunten a su padre, que está harto del niño, y piensa si merece la pena el dinero que se está gastando en darle estudios; porque el niño no da golpe. Es un vago, un holgazán, ¡un inútil!
Un trasto de hombre.
Es muy fácil ser encantador en la calle con las chicas. En la calle todos sois encantadores. Pero en casa, insoportables, inaguantables e insufribles.

Por eso digo: si os conocieran en vuestra casa, ¿quién se enamoraba de vosotros? Y en el matrimonio os vais a conocer en vuestra salsa. Ahí salen todos los defectos. Cuando paseabais por la calle no se os veían. Y como en el tiempo del noviazgo en vez de conoceros os dedicabais a hablar de pamplinas, no os habéis conocido.

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Segundo. Esto es lo peor: que engañáis.
En los pueblos pequeños se conoce a todo el mundo, y es más difícil engañar. Pero en las grandes ciudades es más fácil engañar, porque no os conocéis. Sólo os conocéis de la academia, de la oficina, del trabajo, pero no es fácil conocer a la familia. Por eso es más frecuente que aparentéis lo que no sois. Presumís de montones de cosas. Presumís de familia, de posición social, de dinero, de educación, de virtudes, de porvenir, de no sé qué. Hay que ver cómo presumen los chicos de porvenir. Presentan un porvenir espléndido. Si te vas a fiar de sus sueños, te crees que te vas a casar con un Onasis. Pero después vas a tener que pagar a plazos hasta los paños de cocina. ¡Realidad, hombre, realidad! Ni engañes, ni te engañes. Está bien que tengas aspiraciones. Pero ten en cuenta tus posibilidades. Sé realista.
Di lo que eres.
Que te conozcan como eres. Que te quieran como eres. Y si no te aceptan como eres, más vale que te dejen en el noviazgo, y no después de casados.
Que cada uno diga lo que es con sinceridad. ¿De qué le sirve engañar.?
Cuando uno descubre que ha sido engañado, queda defraudado. El engaño no sirve para nada. ¡Si el día que te cases, se va a enterar de todas las mentiras que has contado! ¿Y tú crees que esas mentiras que cuentas hoy te van a ayudar al amor el día de mañana? Cuando se descubra todo tu engaño, toda tu hipocresía y toda tu falsedad, ¡menuda desilusión! ¿Me vas a decir que esto fomenta el amor? Engañar es una barbaridad. Con tu engaño estás poniendo las bases de la desilusión, el rencor, el aborrecimiento. ¿Qué va a ser de tu matrimonio? Con el engaño no se va a ninguna parte.
Pero me dice una chica: «Sí, Padre. Se va a la boda. Así logro casarme»
¡Y qué! ¿Con tus engaños has llegado a la boda? ¡Pero si no basta llegar a la boda! ¡Si lo importante es llegar a la boda con garantías de que el matrimonio va a ir bien! Porque si el matrimonio va a fracasar, será un martirio.
Y os aseguro que no hay en este mundo mayor martirio que un matrimonio fracasado. No lo hay. ¿Vosotros sabéis lo que es la convivencia diaria en la mayor intimidad de la vida con una persona a quien se aborrece?
El amor hace todo más llevadero. Un matrimonio con amor es un matrimonio feliz. Pero un matrimonio sin amor, es un martirio. Por eso el título de esta conferencia es tan trascendental. El éxito de una cosa tan seria. De la cual depende tu felicidad en esta vida, y quién sabe si también en la otra.

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Por lo tanto, conocerse. Conoceros como sois, con vuestros defectos y vuestras virtudes. Si tienes defectos, procura quitarlos; y procura aumentar las virtudes. No digas: «Yo soy así. Si me quiere así, que me tome. Si no, que me deje».
Bueno. Bueno. ¿Tú tienes defectos? Pues quítalos. Procura corregirte. Que se vea que tienes buena voluntad. Que vas superándote Que vas mejorando. Si tienes defectos, no engañes. Engañar no. Pero si pones de tu parte para corregir tus defectos, y pones de tu parte para aumentar tus virtudes, mucho mejor. Más garantías.
Por lo tanto no digas: «Yo soy así, y ya está. No pienso cambiar». No hombre. Eso es egoísmo. Corrígete y aumenta tus virtudes. Todos tenemos defectos, pero todos tenemos que esforzarnos en corregirnos y cambiar. Todos debemos tener la ilusión de superarnos, de mejorar, por amor a la persona amada. Hacernos dignos de ella. Ofrecer algo que merezca la pena. No una vulgaridad.

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Foerster, un gran pedagogo, dice (bonita frase). «EI amor vence a la muerte; pero un pequeño defecto desagradable, a la larga, puede vencer al amor».
Parece mentira, pero es así. Hay momentos en que el amor vence a la muerte; y por amor, se da la vida. Pero un defecto desagradable en una persona, aunque sea una pequeñez, a la larga, puede vencer al amor.
Hay mujeres que no soportan a sus maridos por una pequeñez. Y no lo aguantan porque él es sucio, porque es un mal educado, porque es un bruto, porque es un grosero.
Todo esto son defectos. Pero, ¿es posible que una mujer se sienta desgraciada sólo por una pamplina de su marido? Repito, son defectos. Cuanto más caballero, más limpio, más correcto, y más educado, mejor. Pero, ¿es posible que una mujer llegue a aborrecer su marido sólo porque él tiene un defecto así? Pues esto ocurre.

Hay matrimonios que se van a pique por una auténtica pequeñez. De novios no se le da importancia, porque en el noviazgo todo está lleno de ilusiones.
Pero estas pequeñeces, a la larga, pueden hacerse insufribles. De ahí la importancia de la frase de Foerster.
Por esto digo yo que un pequeño defecto de educación, de higiene, de modo de ser, de corrección, a la larga te molesta. Termina por hacerse inaguantable.

Y lo mismo la mujer. Una mujer dominante, mandona, regañona, absorbente, cascarrabias, antipática, quisquillosa, chinche, soberbia, testaruda, con espíritu de contradicción, se hace insufrible. Tendrá otras virtudes. Pero con ese defecto termina por hacerse insoportable.

Todo esto, tenedlo en cuenta los dos. El que tiene defectos para corregirse. El otro, que se prepare y busque virtudes que le compensen de esos defectos.

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Otro punto. Es necesario que veáis si armonizáis en modo de ser, en carácter, en ideas, en gustos, en aficiones, en costumbres, en cultura, en educación. Esto es fundamental. Cuanto más armonía, mejor. Más garantías. Un desnivel grande en edad, en educación, en higiene, en cultura, en formación, son causa de problemas. Lo dice la experiencia. No por clasismo. ¡Por armonía! La cultura y la educación separan más que el dinero. Si no concordáis, a la larga habrá conflictos, disgustos, problemas. Y el amor se enfría.

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Ya comprenderéis que cuando digo que debéis conoceros a fondo, no quiero decir que también debáis tener experiencias sexuales prematrimoniales. Están prohibidas por Dios. «Los fornicarios no entrarán en el reino de los cielos». Palabra de Dios. Lo dice la Biblia. El que diga lo contrario se equivoca, pues va contra la Biblia. Frente a la palabra de Dios, sobran todas las razones de los hombres. El uso del aparato genital es derecho exclusivo de casados, pues sólo ellos pueden afrontar las responsabilidades que su uso lleva consigo. El hijo necesita un hogar donde crecer y educarse.
Engendrar hijos, es lo más grande que los hombres podemos hacer en la vida.
Por eso convertir la sexualidad en un juego es un crimen. Es degradar la misión más sublime del hombre. El hombre debe dominar su instinto sexual con la razón.
Y no me digas que hay que entrenarse antes de la boda. Estas experiencias no sirven para nada. El acto conyugal realizado por los esposos es algo totalmente distinto de lo que pueden hacer dos solteros, que no pueden desprenderse de la multitud de inhibiciones por el remordimiento de conciencia, temor de embarazo, etc. Le oí decir al Dr. Carlos Soler, por la radio, que la gran mayoría de los matrimonios fracasados que van a su consulta, habían practicado las relaciones sexuales antes de casarse. Luego esto,de nada les sirvió.
Es perfectamente normal que el aprendizaje del acto conyugal se realice después de la boda. No es necesario hacerlo todo la primera noche. Se va aprendiendo poco a poco. Esto es lo normal. Quien llega al matrimonio con experiencia sexual, no puede agradar a la otra parte que tiene derecho a esperar el estreno de la vida sexual de su cónyuge.
-¿Y si después de casados no sintonizamos sexualmente?
El profesor Eduardo López Azpitarte en su libro «Sexualidad y Matrimonio, hoy», dice que ningún matrimonio fracasa por falta de acoplamiento sexual.
Si hay amor, lo sexual irá bien.
Lo que ocurre es que la falta de armonía en el orden psíquico, repercute en lo sexual.

Pero, además, está el peligro de un embarazo no deseado.
-Ya tomamos precauciones.
-¿Y si fallan?
La cantidad de embarazos por fallo de las precauciones.

El Dr. Billings dice en su libro THE OVULATION METHOD: que la única manera segura de evitar el embarazo es impedir el contacto de los órganos genitales. Ya que sólo un contacto externo puede ser la causa de que un microscópico espermatozoide, todavía vivo, alojado en algún repliegue de la piel, se cuele hasta arriba y fecunde el óvulo.
Por lo visto, bastó el contacto genital de una mano sucia de semen para dejar embarazada a una chica.

Este temor al embarazo es inevitable e inhibitorio.
Lo mismo que no se puede disfrutar de un coche robado como del propio.
El temor de ser descubierto produce inquietud.
En cambio, los esposos saben que haciendo la vida conyugal están cumpliendo la voluntad de Dios. Para ellos, eso es un acto santificador. Es lógico que lo hagan con toda satisfacción.

De modo que las relaciones sexuales prematrimoniales son inadmisibles. Si fueran convenientes, Dios no las hubiera prohibido.

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Algunos dicen que si un chico y una chica se quieren, para vivir matrimonialmente no necesitan ningún papeleo burocrático.
Esto es muy fácil, pero no es serio.
En la vida, todas las cosas serias se formalizan con un documento. Si tú le prestas a un amigo cien mil pesetas, no te basta su palabra, por muy amigo tuyo que sea. Te quedas más tranquilo si te echa una firmita en un papelito.
Pues el matrimonio es una cosa muy seria, en la que se pone en juego la educación de unos hijos que necesitan un hogar. Y eso no puede estar a merced de una pareja que no quiere comprometerse a vivir juntos, y por lo tanto, cuando uno de los dos quiera, lo planta todo y se va.

Por eso la Iglesia no está de acuerdo con las parejas que quieren vivir matrimonialmente, pero sin formalizar su matrimonio.

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Otra cosa importante: ¿armonizas con la familia del otro?
-Pero Padre, es que yo no me caso con la familia.
De acuerdo. No te casas con la familia, pero es imposible prescindir de la familia de la otra parte. Cierto trato es inevitable. El otro tiene unas obligaciones con su madre que no puede abandonar. Y tú tienes que aceptar un contacto razonable con la familia del otro. Si tú no encajas de ninguna manera con esa familia, tú verás... Pero menudo problema. Tienes que encajar. Tienes que quererla. Si os queréis casar, tú procura ganarte a la familia.
Y que su familia te acepte y te quiera.

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Otro punto importante en el mutuo conocimiento: las ideas religiosas.
Una disparidad en ideas religiosas crea un montón de problemas en el matrimonio. Situaciones dificilísimas, complicadísimas, amarguísimas. Sufren no sólo por ellos, sino también por los hijos. Por lo malos ejemplos que ven los hijos; o por los buenos ejemplos que debían de ver y no ven. Se sufre enormemente porque la otra parte no responde al nivel religioso que uno desearía.
No es raro que a veces la chica tenga formación religiosa superior a la del chico. Esto es frecuente.
El chico está trabajando desde pequeño, o ha leído menos, o ha tenido menos ocasiones; ha estudiado más otras cosas y ha abandonado la religión.
Puede ocurrir.
En estos casos no hay dificultad, con tal de que él no sea hostil, no se oponga a la fe, sino que tenga buena voluntad. Que reconozca que, en nivel religioso, él es inferior a ella, y que tenga buena voluntad para formarse, para superarse, para acercarse y para nivelarse. Porque no siempre podemos encontrar chicos de nivel religioso igual al de la chica. Porque la chica generalmente ha tenido más ocasiones, y ha podido formarse mejor religiosamente.

Lo malo es cuando un chico no quiere superarse, y el chico se opone a salir de su nivel, y el chico no acepta una mejor formación religiosa, y el chico obstaculiza la vida religiosa de la chica. Esto es intolerable. ¡Nadie en el mundo tiene derecho a quitarte tu fe! ¡Nadie en el mundo puede ser obstáculo para que tú vivas tu fe! La fe es lo que más vale en el mundo.
Por eso, para toda persona, Dios es antes que todos los hombres. Para toda mujer, Dios es antes que su marido. ¡No faltaba más! Por mucho que quiera a su marido. El marido es el primero entre los hombres. Debe amarle con todo el corazón y desvivirse por él. Pero antes es Dios. Cuando haya que elegir entre Dios y su marido, hay que elegir a Dios. En eso no hay duda.

Os voy a contar un caso que he oído. Histórico.
Una parejita de novios, en un pueblo, se fue un domingo al atardecer por la carretera paseando. Y cuando llegaron a un sitio oportuno, se metieron detrás de unos matorrales. ¡No para rezar el rosario precisamente! ¡Ya se entiende! La chica fue tonta, porque ya podía comprender que cuando el otro la invitó a esconderse detrás de esas matas, no era para nada bueno.
Y comienza la función. Ella fue cediendo poco a poco. Y cuando llegó el momento culminante el otro se tira encima. Entonces, ella:
-Ah, no. No. Eso no.
Pero el otro ya estaba como un potro desbocado, y ahora cualquiera lo paraba. Total que ella muy firme se pone en pie. Y el otro fuera de sí, le
dice:
-Mira, ya estoy harto de tus tonterías. Decídete de una vez: o tu Dios, o yo.
¿Será idiota? ¿Será imbécil? ¿Quién se ha creído que es? «O tu Dios o yo».
¿Es que piensa que esa chica le va a escoger a él antes que a Dios? ¿Por quién se ha tomado? La chica contestó fenomenal. Aquí estuvo fenomenal. En lo otro estuvo tonta. Tonta de meterse por ahí, porque ya podía suponer cómo iba a terminar. Tonta en ceder poco a poco, pues podía suponer que el otro pediría cada vez más. Pero en esto estuvo fenomenal. Contesta la chica:
-Pues mira, si me obligas a elegir entre Dios o tú, perdona, pero me quedo con Dios.
¡Natural! ¿Pero qué se habrá creído éste? «O tu Dios o yo». ¿Pero tú por quién te has tomado, muchacho? ¿Quién te has creído que eres? ¿Es que pretendes que te prefieran a Dios? No, hombre, no; por encima de Dios, nadie. Dios es el primero. Siempre. Para todo el mundo. No puede haber nadie que se ponga por encima de Dios.
Por eso digo, cuando se trata de ideas religiosas hace falta armonía.
Hace falta unión. Que los dos vayan a una. Porque si no, habrá muchas ocasiones en las cuales habrá colisión, y entonces la persona religiosa se verá en la alternativa de disgustar a Dios o de disgustar a la persona que ama.
Por eso la solución sería: no te cases con una persona que va a ser para ti un obstáculo para que puedas cumplir con tranquilidad tus obligaciones para con Dios.

Os voy a contar otro caso para que no parezca que siempre las chicas son las buenas y los chicos los malos.
Yo conozco a un chico que se casó con una chica muy mona; pero frívola, superficial. Y él era de una gran formación religiosa. Hay que ver lo que sufre este hombre. A su mujer la quería. Estaba enamorado de ella. Pero ahora se da cuenta de que esta mujer es incapaz de infundir la fe en sus hijos, porque no le sale, porque ella no la tiene dentro. Y cuando él compara cómo era su madre, y cómo su madre le educó a él y le infundió la fe; y ve la ligereza y superficialidad de su mujer, este hombre está hecho polvo. Porque él no puede infundir la fe en sus hijos. Él está en su trabajo. Cuando llega a casa muchas veces lo niños están durmiendo. Quien tenía que transmitir estas ideas religiosas es la madre. Quien rezara con los niños todos los días; quien les hablara de Dios, y de la Virgen y del Niño Jesús. Pero ella no lo hace, porque no le sale de dentro Lo que sufre este hombre.
Las ideas religiosas son muy importantes. Que haya una armonía, que haya un nivel similar.

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Y no digo nada si encima el otro es protestante o de otra religión. Los matrimonios mixtos son un problema. Generalmente desaconsejables.
Se llaman matrimonios mixtos aquellos cuyos cónyuges no son de la misma religión. Por ejemplo: católico con protestante, o judío, o mahometano.
La Iglesia tolera los matrimonios mixtos, y por eso legisla sobre ellos. Pero dice que son desaconsejables.
Lo mejor es que los dos tengan la misma religión. El católico, que se case con católico; el protestan te, con protestante; y el mahometano, con mahometano. Para que haya una armonía. Porque si cada cual tiene una religión diferente, se presentan conflictos de orden práctico. Muchísimos. Y son motivo de discusiones y disgustos. Y después, la desorientación de los hijos. Es muy frecuente que los hijos de los matrimonios mixtos, salgan indiferentes en religión. Ni una cosa ni otra. Nada. Esto es serio.

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Otro punto que a veces no se mira: la salud. La salud del otro.
¿Te has preocupado alguna vez de si el otro tiene salud?
¿Sabes qué salud tiene?
Hay que conocer el factor Rh de la sangre, para tomar las precauciones oportunas en caso de incompatibilidad, etc. Se calcula que más del medio millón de subnormales que hay en España proceden de la ignorancia de esta incompatibilidad por el factor Rh, y falta del tratamiento adecuado si hay embarazo.
En el extranjero, en algunas naciones, es obligatorio el examen médico prematrimonial. En España no es obligatorio. Se va introduciendo, pero todavía no es obligatorio. Ojalá lo fuera.
Que los que se casan sepan si se casan con un sano o con un enfermo.

No digo yo que porque un hombre descubra que su novia está enferma la vaya a dejar. Ni porque una mujer descubra que su novio está enfermo, lo deje. No. No. Tú verás si tu amor es tan fuerte que eres capaz de aguantar eso. Pero a lo mejor tu amor no llega a tanto.
Yo conozco el caso de una chica que se casó con un hombre enfermo. Ella lo sabía. Y se casó con él porque estaba dispuesta a ser su enfermera toda la vida. No le importó. Bien.
Un hombre puede querer muchísimo a una mujer y se casa con ella. Y sabe que está enferma. Y sabe las complicaciones, los sacrificios, las abstenciones que esto supone. A pesar de todo se quiere casar. Muy bien. Lo malo es que crea que se casa con una mujer sana y después se encuentra que está enferma.
Saber. Y sabiendo, tú verás si tiene cualidades que compensen esa enfermedad. Tú verás si tu amor llega a eso. Pero que sepas tú con quién te casas.
Todos deberían hacerse esos exámenes médicos. Y no a última hora, cuando ya está todo decidido, y no se puede dar marcha atrás. Como pasa muchas veces. Se hace tan tarde que el romper entonces es casi imposible.

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Por lo tanto, repito: que el noviazgo no es para divertirse, para entretenerse, para pasarlo bien, para decirse cosas bonitas, y buscar ciertas satisfacciones. El noviazgo es una escuela preparatoria para el matrimonio, que es una de las misiones más grandes y más serias que Dios ha encomendado al hombre y a la mujer. Tenéis que conoceros a fondo en todas las cosas que os he dicho. Y en otras muchas más. Saber a dónde vais. Saber si vuestro amor es tal que compensa las limitaciones del otro. Porque claro, personas perfectas no hay. Unos tienen un defecto y otros tienen otro. Tú estudia la situación. Tú verás si esa persona tiene virtudes que compensan sus defectos. Y si tu amor es tal, que supera esos defectos.

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Finalmente, para el éxito en el noviazgo es necesario un auténtico amor entre los dos.
En primer lugar vamos a ver la diferencia que hay entre apetito sexual y amor.
Los novios deben saber si se quieren de verdad, o sólo se apetecen sexualmente.
Es muy importante no confundir amor con lujuria. Son dos cosas muy distintas, como analiza Ortega y Gasset en su ensayo «Estudios sobre el amor».
No es lo mismo deseo que amor. Al desear busco para mí, al amar quiero el bien de la persona amada. El sediento desea agua para saciar su sed, y un hombre puede desear a una mujer para saciar su lujuria. Pero ni el sediento ama el agua, ni ese hombre ama a esa mujer. Por eso cuando el sediento deja de tener sed, pierde su interés por el agua. Y cuando el hombre consigue esa mujer, pierde todo interés por ella.
En confirmación de esto, me dijo un muchacho ya mayor: «Yo me he acostado con muchas chicas, porque me apetecía, y en cuanto lo conseguía, se acababa mi interés por ellas. Me daban asco. En cambio, con mi novia, a quien respeto, se me pasan las horas a su lado en un vuelo».
Esto es muy importante, porque apetito sexual tiene cualquiera. Pero no todo el mundo es capaz de amar. Y es muy importante que los novios sepan si lo que hay entre ellos es sólo apetito sexual o amor auténtico.

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Yo suelo decir que con el amor ha pasado lo mismo que con la Coca-Cola.
Mirad, cuando yo tenía vuestra edad a mí no me gustaba la Coca-Cola. Yo vivía en Madrid. Entonces no había Coca-Cola. Bueno, la había, pero menos.
Yo recuerdo que alguna vez la tomé, y no me gustaba. Aquello sabía a medicina. No me gustaba. Tomaba otras cosas: horchata, cerveza, refrescos; pero Coca-Cola, poca.
Pero, ¿qué pasa? Que viene la era de la Coca-Cola. Carteles de Coca-Cola por todas partes. Y a fuerza de ver: «Coca-Cola deliciosa», «Coca-Cola refrescante», «Todo va mejor con Coca-Cola», «La chispa de la vida», te lo crees. Vamos, que ahora me gusta la Coca-Cola.
¿Por qué? Porque nos lo han metido con la propaganda. Y yo soy el primero que me lo he creído. Resulta que me gusta Y antes no me gustaba. La propaganda nos manipula. Pensamos, vestimos, y calzamos como quiere la propaganda. Los fabricantes de zapatos nos dicen que esta temporada se llevará la suela así de gorda, o la bota campera, y todos a comprar ese tipo de calzado, y ellos a vender más, que es de lo que se trata.
Pues lo mismo ha pasado con el amor. Nos han metido una idea equivocada de lo que es el amor verdadero. Porque nos presentan la lujuria como amor.
Entonces la gente no sabe distinguir lo que es auténtico amor de lo que es solamente lujuria.
¿Qué nos presentan en las películas como amor? Besazos de campeonato. ¡Y escenitas de cama! Entonces nos hemos creído que el amor consiste en besarse y en irse a la cama. Nos hemos creído que eso es amor. ¡Y eso no es amor!
Porque todo eso se hace con una prostituta. ¡Y a la prostituta no la ama nadie! Con la prostituta se va a hacer el cerdo, se paga y en paz. Pero nadie ama a la prostituta. ¡Nadie! Pues que no me confundan el amor con la lujuria. No confundamos. El amor es otra cosa. El amor incluye el sexo. Pero el apetito sexual puede darse sin amor.

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lnstinto sexual lo tiene cualquiera. Amor no tiene cualquiera. El que entre un chico y una chica se despierte el apetito sexual, es muy fácil.
Pero eso no es amor. Esas apetencias son de orden animal. Pero nosotros somos algo más. La unión del hombre y la mujer no puede ser lo mismo que la de dos animales.
Las aventuras sexuales pueden durar más o menos, pero suelen terminar mal. Lo que hacen es animalizar a la persona e indisponerla para la verdadera felicidad, que está en el amor espiritual. La felicidad de la persona humana no puede reducirse a sensaciones corporales, que no superan el nivel animal.
El animal no ama. Sólo tiene instinto sexual. El amor tiene una vertiente espiritual. Y el animal no tiene alma espiritual. El hombre es capaz de amar porque es persona, tiene alma espiritual, y por eso no le basta el instinto sexual. El hombre necesita amar. Lo único que nos hace felices es el amor.
Por eso el hombre necesita un hogar. Necesita estabilidad en su amor. El apetito sexual es caprichoso, voluble, pasajero; cambia de objeto con enorme facilidad. Hoy apetece una, y mañana otra. El amor es estable, perdurable.
Reducir el amor del hombre a lo zoológico es rebajar al hombre. El hombre es algo más que un animal.
El apetito sexual no es lo más importante. El amor espiritual llena mucho más al hombre. A nivel animal, basta el instinto sexual. Pero el hombre disfruta mucho más con lo espiritual que con lo físico, lo mismo que sufre mucho más con lo espiritual que con lo físico: si a ti te dan una bofetada en la plaza pública, te duele más lo que tiene de humillación que el dolor físico que te haya producido en la cara.
Lo mismo pasa con la felicidad. La felicidad espiritual es muy superior al goce de sensaciones corporales.
Mirad: si la lujuria hiciera feliz al hombre, las personas más felices del mundo serían las prostitutas, que son las que tienen más de eso.
¡AIgunas reciben varios hombres en una noche! ¡Van bien despachadas de lujuria! ¿Y son felices? A nadie se le ocurre decir que una prostituta es una mujer feliz. Dan pena. Por la vida que llevan. Ellas no pueden sentirse felices viendo que son el juguete de hombres que van con ellas a satisfacer su instinto zoológico. Eso no puede hacerles felices. Se sienten degradadas, explotadas, instrumentalizadas, envilecidas.
Me decía uno: «Muchas veces la prostituta ejerce su oficio con auténtica rutina. Con frecuencia te dicen que termines pronto, que hay cola». En una ocasión un cliente denunció a una prostituta porque le había metido prisa para que acabara pronto#
El hecho de que ellas llamen «trabajar» al acostarse con un hombre, es muy significativo.
Y cuando ellas vienen al sacerdote y le abren el corazón, te das cuenta de la tragedia tan horrible de esas mujeres, porque nadie las ama. Los hombres van con ellas para hacer el cerdo, pagan y se van. Y ellas se sienten degradadas, porque lo que quieren es un hombre que las ame. Y unos hijos que la Ilamen madre; como toda mujer normal. Pero esa vida de lujuria las degrada.
Aunque, claro está, cuando están en las salas de fiestas, tienen que sonreír. ¡Natural! Si no, no trabajan; como ellas dicen. Para enganchar a uno tienen que poner buena cara. Para vaciarle la cartera. Pero por dentro:
unas desgraciadas.
Y fijaos que de lujuria van bien despachadas.
Pero es que la lujuria no les basta.
Lo que hace feliz al hombre es el amor espiritual.
Y cuanto más pongas de espíritu en tu amor, más feliz. Y cuanto más pongas de lujuria, menos sitio dejas a la auténtica felicidad y al auténtico amor que es el espiritual.

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Podríamos decir que el amor es la capacidad de sacrificio en bien de la persona amada. Tanto amo, cuanto soy capaz de sacrificarme en bien de la persona que amo.
¿Cuál es el prototipo del amor?
La madre.
¿Por qué decimos que una madre ama?
Por la capacidad de sacrificio en favor de los que ama. Una madre se preocupa más de su hijo que de ella misma.
Leí una frase de un ginecólogo norteamericano que decía: «Cuando una madre da a luz, por muy difícil que haya sido el parto, lo primero que pregunta es: «¿Cómo está el niño?». Jamás ha sido la primera pregunta cómo está ella».
Y es que una madre se preocupa más de sus hijos que de ella misma.
Una madre, si hace falta, se pasa la noche junto a la cama de su hijo, y no se acuesta en cuatro días, porque está enfermo. Y una madre, si hace falta, se quita el pan de la boca, y se lo da a sus hijos para que coman. Y
decimos: «No hay amor en este mundo como el amor de una madre».
Pero, ¿que dirías de una madre que tiene poca comida en casa y se la come ella, y acuesta a sus niños sin cenar? ¡Qué madre tan desnaturalizada! Esa madre no quiere a sus hijos. ¡Qué barbaridad! ¡Qué monstruo de madre!
¡Comerse ella la comida y acostar sin cenar a sus hijos!
¿Por qué decimos esto? Porque lo propio del amor es sacrificarse en bien de la persona amada. Tanto amas cuanto eres capaz de sacrificarte por la persona que amas. Por eso cuando el que dice que ama instrumentaliza a la mujer haciéndola objeto de la satisfacción de su instinto, eso no es amor.
¡Nunca es amor usar a otra persona en provecho propio! ¡Nunca!
Esto que lo aprendan los novios cuando usan a sus novias como objeto para satisfacer su instinto zoológico. ¡A ver! ¿Qué hace? ¿Cómo la degrada? Y, ¿cómo la trata? Como a las que se venden en las esquinas para satisfacer la lujuria de los hombres. ¡Lo mismo! Y sin pagar, claro.¿Esto es amor?
¡Cuántas chicas llorando han tenido que ceder a los impulsos bestiales del otro que las arrolla porque es más fuerte!, Y ellas llorando de pena y de vergüenza porque su virtud, su pudor y su conciencia no les permitían conceder lo que el otro se empeñaba en arrebatar.
Y el otro dice:
-Es que te quiero tanto que no me puedo aguantar.
¡Mentira! No la quieres a ella. Te quieres a ti. ¡A ti!
¡Egoísta feroz! Y porque te quieres a ti, la humillas. Y la pisoteas. Y la degradas. Y la envileces. Para satisfacer tu instinto zoológico. Y te importa muy poco el bien de ella. Porque si buscaras su bien, no la rebajarías a la altura de una fulana. Eso no es amor. Es lujuria. No nos engañemos. Las cosas en su sitio. Por eso digo: tanto ama un hombre cuanto es capaz de vencerse en bien de la mujer que ama. El hombre que quiere a una mujer, se sacrifica a sí mismo para respetarla, dignificarla y ennoblecerla.
Cuando un hombre ama a una mujer la respeta. Le apetecen muchas cosas.
Como a cualquiera. Pero aunque le apetezcan, se domina. Comprende que no puede hacer todo lo que le apetece. Les falta el sacramento del matrimonio que les dará derecho a expresarse mutuamente el amor sin limitaciones.
Comprende que el cuerpo de una chica soltera es intocable. Cuando se case tendrá derecho a todo. Pero mientras no se case, una chica tiene que defender su cuerpo. Y él, que lo sabe, se sacrifica. ¡Le apetece muchísimo!, pero se sacrifica. Para no mancharla. Para no marchitarla. Se sacrifica él.
Y no la degrada a ella. ¡Eso es amor!
En la vida no podemos hacer todo lo que nos apetece. Hacemos lo que hay que hacer, y cuando hay que hacerlo. Tienes que trabajar, madrugar, etc.
aunque no te apetezca. Y otras veces no puedes hacer lo que te apetezca. El apetito no es la suprema norma de conducta. A nuestro instinto sexual le apetecen muchas cosas que no podemos hacer. El apetito hay que subordinarlo a un orden superior.

Algunos opinan que el apetito sexual debe saciarse siempre que apetezca, como una necesidad fisiológica. Por lo visto para ellos la unión sexual no tiene nada que ver con el amor, sino más bien con el ir al retrete. ¡Qué barbaridad!
Han degradado el sexo, y de esa manera han matado el amor, que es lo único que hace feliz al hombre. Al rebajar a la mujer a ser un objeto de placer, el hombre se hace un egoísta, incapaz de amar, y por lo tanto incapaz de felicidad. Su apetito desordenado de gozar le incapacita para la mayor felicidad que hay en la Tierra: el amor.

La sexualidad es una de las facultades más grandes que Dios ha dado al
hombre: la transmisión de la vida es una de las cosas más maravillosas que se pueden hacer. Por eso con la sexualidad no se puede jugar. Trivializar esta maravillosa potencia humana es una salvajada. Todo lo relativo al sexo hay, que tratarlo con enorme respeto. No se trata de poner una camisa de fuerza a un impulso natural, sino de encauzar una fuerza tremenda, como es la sexualidad, para que cumpla la finalidad querida por Dios.
Las cosas encauzadas son útiles, desbordadas son catastróficas. El agua encauzada es útil para el riego y para la energía eléctrica, pero si se desborda lo arrasa todo y el resultado es una catástrofe. La sexualidad encauzada es fuente de vida y de felicidad en el matrimonio, pero desbordada es una catástrofe.
La sexualidad desbordada es insaciable: esclaviza al hombre, lo envilece y lo lleva a toda clase de aberraciones. El apetito sexual no se autorregula con el uso espontáneo. La experiencia da que si no se domina, termina esclavizando a la persona: masturbaciones obsesivas, violaciones brutales, maníacos sexuales, perversiones sexuales degradantes buscando siempre cosas nuevas y distintas. En este artículo de «YA» se habla de una prostituta de once años que llevaba más de cien hombres en su haber; y en esta revista, de una casa de prostitución con niñas de siete años para los clientes que las prefieren tiernecitas. ¡Esto es monstruoso!

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Ahora está de moda la liberación de la mujer y la igualdad de derechos con el hombre, lo cual está muy bien ante la ley; pero hay un feminismo revanchista que resulta ridículo. Hay mujeres feministas que quieren ocupar el sitio del hombre en todo; y algunas lesbianas hasta en el uso del sexo.
La mujer debe ser mujer. El querer ser como el hombre es una equivocación, pues es considerarse inferior al hombre. Y la mujer no es inferior al hombre, es diferente, que no es lo mismo. La que quiere ser como el hombre resulta un marimacho. La feminidad es un gran valor para la mujer.
Pero, sobre todo, se propagandea mucho la liberación sexual de la mujer.
Sin embargo la libertad sexual, más que liberar a la mujer, la degrada, la instrumentaliza y la hace juguete de las apetencias de hombres irresponsables que las engañan y seducen. ¡Cuántas chicas han sido víctimas de esta desgraciada experiencia! ¡Y cuántas han quedado después de la aventura con el corazón destrozado, y quizás con un hijo en sus entrañas!
¿Quién no conoce casos de éstos? Y si alguna, después de una aventura de éstas, queda tan fresca, es porque se entregó sin amor. Y esto en castellano se dice con cuatro letras.
Pero no todas las violaciones son a base de fuerza física. También se viola engañándola y prometiéndole mil cosas, y cuando queda embarazada, el otro se quita de en medio. ¿Esto es la liberación de la mujer? ¡Todo lo contrario! La degrada. Y la envilece. La moral sexual católica es la que libera a la mujer de la instrumentalización del hombre, y la dignifica exigiendo para ella el máximo respeto.

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Por eso, el mejor modo que tiene una chica de saber si el chico que sale con ella busca un ligue o piensa en serio casarse, es si la respeta. Exígele respeto total. Si él busca un «plan», al no sacar nada, se irá. Mucho mejor.
Que se vaya antes de hacerte daño.
Yo suelo decir:
-Mira niña, si al que sale contigo le gusta el toqueteo, le dices que se compre una guitarra. Que tú no eres una bandurria.
Si sigue contigo sin sacar nada, es buena señal. Señal de que va en serio. Piensa casarse contigo. Por eso no le importa esperar. Sabe que un día serás suya, y espera.
Pero quien piensa cambiar de ligue, es lógico que tenga prisa en sacar algo.
Si eres chica «facilona» y el otro saca lo que quiere, ¿tú qué sabes? Él puede seguir contigo porque lo pasa fenómeno. Y además, gratis.
-Es que si no me dejo, se va.
Pues que se vaya. Cuanto antes se vaya, menos daño te hace. Si se va, no te quería. Y si no te quiere, ¿qué puedes esperar de él? Si te quiere, querrá lIevarte al altar como una flor. Te respetará. Las flores no se manosean porque se marchitan. Se miran, pero no se tocan. Igual la mujer.
Pues la mujer es una flor

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Ahora me voy a meter con ellas.
Es que muchas veces la mujer tiene la culpa. Muchísimas veces. Unas por sensuales, que las hay. No vayamos a creer que todas son unos angelitos. Ni mucho menos Hay cada niña de miedo. Las chicas lujuriosas son las menos, pero las hay. Una mujer viciosa es tremenda. Desgraciado del que caiga en manos de una mujer lujuriosa. Agotan a cualquiera.
Me decía un casado:
-Padre, es que mi mujer es insaciable. No deja que me reponga.
Puede ser que alguna chica haya llegado a ser así por culpa de un canalla que la inició en el vicio, cuando ella era inocente y pura. Hay chicas que por esto arrastran las cadenas de una esclavitud lujuriosa.
La que es así, tiene que dominarse. Lo mismo que el hombre. La mujer apasionada y ardiente tiene la obligación de ser pura lo mismo que la que es fría y tranquila.
Las dos pueden ser decentes y vivir en gracia de Dios.

Hay otro tipo de chicas que yo llamaría audaces. Les gusta un peligroso deporte que consiste en abrirle el apetito al otro. A ver qué pasa. A ver hasta dónde llega. A ver a lo que se atreve. A ver cómo reacciona. Y empieza con su coquetería. Y sus insinuaciones. Hasta que el otro, claro, se desboca. Y cuando se desboca, es un potro que no hay quien lo pare. Y ahora la otra se asusta: «¡No, no! ¡Eso no!».
Si no le hubieses desbocado, no te arrollaría. La culpa es tuya. Juego peligroso. Ella se creía que lo iba a detener en el momento oportuno; pero el otro es más fuerte, y cuando se pone como un potro desbocado, ya no hay quien lo pare. Después vienen las lágrimas y las lamentaciones de lo que ya no tiene remedio.

Incluso las hay que si el otro se domina, dudan de su virilidad.
-Oye, ¿es que tú no eres hombre? ¿No reaccionas?
Parece que lo que quieren es un hombre golfo. Y después la que se case con un golfo, sufrirá las consecuencias.

Hay otras tan inocentes, tan ingenuas, tan tontitas que no se dan cuenta del impacto que hacen con sus zalamerías y con su romanticismo. Se pone ella pegajosa, sentimental, dulzona, zalamera. Ella pensaba quedarse en el terreno de las caricias inofensivas. No pensaba en más. Ella estaba sencillamente dejándose llevar por sus efusiones de cariño. Pero, ¡claro!, el hombre, que es un potro, se desboca. Lo que a ella le dejaba sexualmente tranquila, al otro lo pone fuera de control. No puede más. La chica no pensaba llegar a nada malo, pero es la culpable. ¿Por qué? Porque las chicas tenéis que saber que el hombre no es como la mujer. Porque Dios lo ha hecho así. ¡El hombre es explosivo! Y lo tenéis que tener en cuenta. La mujer es más tranquila, más serena. Se contenta con una caricia, con una pequeñez.
¡Pero el hombre no se contenta con pequeñeces! ¡El hombre lo quiere todo!
¡Todo! Y claro, no puede ser. Por lo tanto, prudencia. Mucha prudencia, porque si echas una cerilla al depósito de gasolina, eso no hay quien lo apague. Los hombres son como un bidón de gasolina. No enciendas cerillas.
¡No! ¡Que se inflama! Y eso no hay quien lo apague. Y te devora. Mucho cuidado. La chica tiene que ser como el ángel de la guarda para él.

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No os dais cuenta de lo que perdéis cuando rebajáis vuestro amor en el noviazgo convirtiéndolo en lujuria. Porque, ¿cómo va a ser lo mismo el matrimonio después de un noviazgo envilecido que un matrimonio después de un noviazgo puro? En este caso se va con una ilusión fenomenal. Con un aliciente enorme. Con una alegría maravillosa. Pero cuando uno llega al matrimonio después de haber pasado por todo, ¿qué ilusión puede tener?

Hace muy poco he oído una confidencia de un hombre casado con un problemón imponente. Me dijo:
-Padre, todo parte de que yo me casé sin ilusión ninguna, porque nosotros antes de casarnos ya lo habíamos hecho todo. El matrimonio para mí no tenía nada nuevo.
Claro, llegó al matrimonio sin ilusión, y ahora el pobre está recogiendo los frutos que sembró.
Otras veces, noviazgos que se han deshecho después de haberse envilecido.
A mí me dijo un chico:
-Padre, he perdido la ilusión por ella.
Y yo le digo:
-Oye, pero si la culpa ha sido tuya.
Y me contesta el chico:
-Sí, Padre, me reconozco culpable. Pero he perdido la ilusión por ella.
No puedo remediarlo. Y no puedo casarme con una chica que me ha desilusionado.
Él fue culpable. Él reconoce que fue quien la perdió. Pero después dice que sin ilusión no se puede casar con ella. Y no se casó. Ya se ha casado; pero con otra.
Histórico, ¿eh? Esto pasa, Chicos que han dejado a sus novias porque han perdido la ilusión por ellas, después de haberlas envilecido.
Por desgracia muchas mujeres solteras saben por experiencia propia la verdad de lo que estoy diciendo. Fueron juguete de un hombre que cuando se cansó de ellas las abandonó envilecidas y las olvidó. Y, quizás, con un hijo en sus entrañas.

La mujer no tiene que ser juguete de ningún hombre.
Tiene su dignidad y tiene sus derechos. Y el hombre que arrolla todo esto abusando de su fuerza física o psicológica, no demuestra precisamente ser un caballero.
¿Y si ella es la que se ofrece, sin valorar lo que se arriesga a perder?
Pues yo diría que es entonces el hombre, que se siente caballero, quien debe proteger en ella, Io que ella misma no sabe proteger.

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Cuando un hombre ha encontrado entereza en una mujer, pureza intachable, intransigencia en lo que el hombre sabe que ella no debe ceder, se llena de ilusión. Puede pasar que el chico tenga un momento de tentación. Eso lo puede tener cualquiera. Y en un momento de tentación quiere lograr lo que no debe. Pero si la mujer es como debe ser, el hombre, cuando se estrella contra la intransigencia de la mujer que no cede, de momento se enfada, porque no puede conseguir lo que le apetece; pero es un enfado pasajero. En el fondo la admira. Y ella crece en su estima. Él reconoce que ella es como debe ser. El hombre, en el fondo, quiere la mujer pura, no prostituida. Por eso, después se alegra. Y se enorgullece de tener una mujer así. En cambio, si ella cede, creyendo que con esto lo va a ganar, se equivoca. En el fondo pierde la ilusión, aunque de momento él saque lo que quería. La querría más, si fuese más pura. De eso no hay duda. Eso es la experiencia de la vida.
Yo digo en mi libro «PARA SALVARTE»: «Es verdad que en el momento de la tentación están fuera de sí, y piden cosas que serenos jamás pedirían. Pero cuando pasa el torbellino, ellos mismos se avergüenzan de haber estado así.
Si negándote le defiendes de la bestia que lleva dentro, te lo agradecerá.
Tu intransigencia aumenta la ilusión que siente por ti. Tus condescendencias en este punto, no lo dudes, te rebajan, te estropean, te ensucian, te manchan».
Cuando se da cuenta de que no eres pura, no le interesas, o pierde la ilusión, o te deja plantada, o se quita de en medio. Cuanto más pura, más ilusión. Cuanto más intransigente, más deseable. Cuando eres facilona, no interesas. Porque de ésas hay a montones. Chicas frescas hay por todas las esquinas. Chicas fáciles hay por todas partes. La chica facilona, resulta vulgar. Y un hombre de valer no se enamora de una mujer vulgar, de una cualquiera. Lo vulgar no enamora a nadie que tenga buen gusto. Un hombre se enamora de una mujer que merece la pena. De una mujer excepcional, que se sale de lo corriente, de auténticos valores.
He de deciros que las chicas también tienen derecho a exigir de los chicos que seáis puros. A una mujer también le gusta que su marido no hay sigo un mujeriego.

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Es fácil que quienes no han sido capaces de guardar la pureza sientan instintivamente la inclinación de menospreciar su valor. Pero las joyas que valen, no pierden valor porque haya quienes no son capaces de apreciar lo que valen. La ilusión del hombre que se casa con una mujer pura no tiene igual. No puede ser lo mismo un coche nuevo que uno de segunda mano. No es que valoremos a la chica sólo por una pequeña parte de su cuerpo. Sino porque la que lo ha sabido conservar supone unos valores de los que carece la que voluntariamente lo perdió. Se trata naturalmente de la que perdió la virginidad voluntariamente. No de la que la perdió por accidente, o engañada por un hombre malvado.

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Además, ¿qué pasa cuando el chico logra satisfacer sus instintos con la chica? ¿Qué pasa? Que la está convirtiendo en un objeto de satisfacción para él. La rebaja a ser una cosa. Y las cosas no se aman. Las cosas se usan para uno mismo cuando apetecen. Y cuando ya está uno harto, se tiran, se arrumban o se olvidan. Pero no se aman. Ser mujer objeto, juguete de los hombres, es un triste oficio. Y cuando un hombre se acostumbra a tratar a una mujer como a una cosa, para satisfacerse él, entonces no la ama. Se ama a sí. Pero a ella no. Es un egoísta. Y el egoísta, de casado, amargará la vida de su mujer.

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Pero cuando un hombre se sacrifica para no mancharla, para no estropearla, para no marchitarla, y se vence: eso es amor. Eso sí que es amor. Cuesta trabajo. Claro que cuesta trabajo. Pero se puede hacer.
Y hay mucha gente que lo hace, gracias a Dios. De eso sabemos los sacerdotes más que nadie. Montones de noviazgos blancos, inmaculados, puros, intachables. No llevan un letrerito en la frente. La gente por la calle no lo sabe. Pero los hay, gracias a Dios. Han llegado al altar sin un pecado.
Eso sí que es amor. Y, ¡cómo se quieren! Y, ¡qué felices son! Es algo impresionante. Amándose con una alegría, con una ilusión fenomenales.
También hay parejas que llegan al altar hechas un guiñapo. ¡Así les va!
Yo no sé si será cosa psicológica, o cosa de Dios. Pero estos noviazgos tan sucios, que se han envilecido en la lujuria y en el pecado, después de casados, a veces, ¡qué mal se llevan! ¡Qué fracasos tan grandes!
Y yo digo: lógico. Porque ese noviazgo, ¿por qué fue tan sucio? Porque eran unos egoístas y hacían lo que les gustaba, lo que les apetecía. No tenían ningún espíritu de sacrificio. Y como eran unos egoístas de novios, no podían ser puros; y porque siguen egoístas de casados, ahora no se aguantan. Ahora la vida sexual para ellos no es problema. Pero como siguen siendo egoístas, chocan por otras cosas. Y el matrimonio es un infierno.
Aunque de vida sexual tengan toda la que quieran. El que es egoísta, y siempre hace lo que le apetece, que no sabe aguantarse, resulta insoportable. No se puede vivir con él. No piensa más que en sí mismo.
En cambio estos noviazgos intachables que han llegado al altar sin un solo pecado, ¡eso supone dominio, lucha, sacrificio! Eso les ha templado de una manera que llegan al matrimonio y todo es una seda. Se quieren con delirio. Porque con todo ese dominio propio que han adquirido jamás se molestan. Se desviven por darse gusto mutuamente. Por hacer feliz al otro.
Porque ese dominio propio que han adquirido durante el noviazgo, les ha servido de un ejercicio fenomenal, y ahora el matrimonio es una delicia.

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Mirad: cuando Dios pide a la juventud pureza, comprenderéis, primero, que es posible. Si la juventud no pudiera ser pura, Dios no se lo iba a pedir.
Si Dios pide pureza a la juventud, es porque es posible. Dios no pide imposibles.
Y segundo, que es bueno. Conviene. Dios es padre. ¿Iba a pedir Dios una cosa que no os conviene? Cuando Dios pide a la juventud que sea pura, es porque a la juventud le conviene ser pura. Si no, Dios no se lo pediría.
¿Que cuesta trabajo? ¡Ya lo sé! Tantas cosas cuestan trabajo y merecen la pena. Las cosas buenas cuestan sacrificios. El sacrificio por un ideal, se hace con gusto. La ilusión alegra la vida. Lo que mucho vale, mucho cuesta.
El que nunca quiera esforzarse, nunca hará nada que merezca la pena. La pureza cuesta trabajo. Pero merece la pena. Si Dios lo quiere, es porque es buena.

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Pero vienen los novios y me dicen:
-Padre, es que nos queremos y tenemos que manifestar nuestro amor.
¡Ojito! ¿Cómo os lo vais a manifestar? Porque los novios os queréis como para estar casados, pero no podéis hacer lo que pueden hacer los casados.
Mientras seáis novios, tenéis que esperar. Unos porque tienen que terminar los estudios, otros porque no han hecho el servicio militar todavía, otros porque no tienen piso, etc. Y mientras no os caséis tenéis que dominaros.
Como empieces a entusiasmarte, no sabes a dónde puedes llegar.
Cuantísimas veces me dicen los novios:
-Padre, nunca pensé que iba a llegar a tanto. No me di cuenta de lo que hacía. Estaba fuera de mí. Estaba frenético. En mis cinco sentidos no lo hubiera hecho. Parecía un bestia. No era yo. Era un loco. Sereno no lo hubiera hecho.
Por eso, no te lances. Que te pones como un potro. Lo arrollas todo y no respetas nada.
No lo pensáis. Pero la vida es así. Como empieces a rodar por la escalera abajo, no puedes decir que te vas a parar en el escalón 23. Hasta llegar al final, no paras.
Pero mira, hombre, si tú sabes que tienes que frenarte, ¿qué más te da hacerlo un poco antes que un poco después? Si sabes que te vas a quedar con hambre. Si el hambre que tienes es para todo, y hasta que te cases no puedes. No te acerques al precipicio que puedes perder el equilibrio. Como quieras llegar al límite, un resbalón, y te vas al abismo. Quédate en terreno seguro, y no me hagas equilibrios, que te puedes caer. Es más fácil no encender una traca, que apagarla a la mitad.
Que tus muestras de cariño sean inofensivas: del cuello para arriba y bajando sólo por el brazo. Nada de merodear zonas peligrosas.

¿Y de besos, qué?
No es lo mismo un delicado besín que un besazo atornillado. Este tipo de besos estilo cine, puede poner en marcha el aparato genital. Y este aparato es uso exclusivo de casados.
De manera que digo: ¡prudencia! Prudencia en las manifestaciones de cariño. Algunas tienen que darse. Evidente. Pero mucha prudencia. Porque más vale renunciar a una caricia lícita e inofensiva, que arriesgarse a caer en la que no es lícita. Es facilísimo caer. Y a veces los daños son irreparables.
Trata a tu novia pensando en tus hijos. ¿Cómo querrán ellos que hubieran tratado a su madre? ¡Si vuestros hijos os vieran en algunas ocasiones! ¡Qué vergüenza!
Que podáis hablar de vuestro noviazgo a vuestros hijos sin poneros colorados.

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En mi libro «PARA SALVARTE» he copiado unas frases que no son mías, pero me han gustado mucho y las he transcrito, porque resumen muy bien todo lo que he dicho. Son muy bonitas. Son para meditarlas:
«Si te extasías ante su belleza, eso sólo no es amor: es admiración.
Si sientes palpitar tu corazón en su presencia, eso sólo no es amor: es sensibilidad.
Si ansías una caricia, un beso, un abrazo, poseer de alguna manera su cuerpo, eso sólo no es amor: es sensualidad.
Pero si lo que deseas es su bien, aun a costa de tu sacrificio,
enhorabuena: has encontrado el verdadero amor».
Precioso pensamiento y exactísimo. Si lo que ansías es su bien, aun a costa de tu sacrificio, enhorabuena:has encontrado el verdadero amor.

Pues quiera Dios que estas ideas que os he dado os ayuden a acertar en este asunto tan importante, como es el noviazgo, en bien de vuestra felicidad matrimonial.
Hasta mañana, si Dios quiere.

N.B.: Esta conferencia está disponible en DISCO COMPACTO (CD) y en vídeo.
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