Conferencias del Padre Jorge Loring S.I.

15. CÓMO CAMBIAR EL MUNDO. El poder de la Oración
(Conferencia pronunciada en La Casa de la Cristiandad de Puebla. Méjico)

¿Cómo cambiar el mundo?
A esta pregunta se puede responder de distintas maneras. Depende del que responda. Alguno diría que al mundo se le cambia con metralletas y campos de concentración.
Pero los cristianos tenemos otros métodos. Como dijo Pío XII, si queremos un mundo mejor, hagamos mejores a los hombres. No es posible tener un mundo mejor con hombres malvados. Mientras que el hombre sea egoísta, avaricioso, ambicioso, lujurioso, vicioso, el mundo tiene que ir mal. Necesariamente tiene que ir mal. Si queremos un mundo mejor, tenemos que hacer mejores a los corazones de los hombres,
No son las estructuras lo más importante para que el mundo sea mejor. Son los hombres que están en esas estructuras,
Pero es muy fácil que nos dejemos llevar de la tentación de señalar con el dedo los defectos de los demás. Ya dijo Jesucristo: «No mires la paja en el ojo ajeno; fíjate en la viga que tienes en tu propio ojo».
Pues más que atender a los defectos de los demás, vamos a pensar en nuestros propios defectos. Si cada uno de nosotros se propusiera ser mejor, no hay duda que el mundo sería mejor. Algo del mundo mejoraría si nosotros mejoramos.
Vamos a preocuparnos de ser nosotros mejores y así el mundo será un poco mejor.

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Pero un cristiano no puede contentarse con preocuparse de sí mismo. Un cristiano tiene que preocuparse también de los demás. Nosotros tenemos que preocuparnos de hacer mejores también a los demás. Y esto se logra de dos
maneras: una, por medio del apostolado, y otra por medio de la oración.
El apostolado es necesario. El apostolado seglar es hoy fundamental en el mundo. Y hoy aquí en Puebla tenéis un ejemplo.
Yo estoy aquí gracias a un grupo de amigos que me han traído. Yo vine a Puebla desde Méjico D.F, hace una semana, a dar conferencias en la Universidad lberoamericana y en la UPAED. Y un amigo que me oyó en la Universidad UPAED me dijo que esto había que repetirlo. Bueno, pues aquí estoy de nuevo en Puebla para hablar sobre este tema. Y esta noche de la Sábana Santa en este mismo centro.
Los seglares pueden hacer mucho, muchísimo, ayudando al sacerdote. Dándole campo de trabajo, como esta misma mañana que he estado hablando por la radio en la emisora H.R. ¿Por qué? Porque estos amigos me han proporcionado la ocasión. Ellos se mueven. Ellos buscan el modo. Y esta mañana he estado predicando por los micrófonos de la H.R. Digo predicando porque el sacerdote lo que tiene que hacer es hablar de Dios. Y yo he hablado de Dios. Me lo han permitido las circunstancias. Según el tema y las preguntas que me hacían.
Con la ayuda de los seglares que me lo han organizado he estado una semana en Querétaro, otra en Cuernavaca y ayer mismo hablé en Méjico D.F. Pero he de decir en honor de estos amigos, que en Querétaro he batido un récord:
porque en una semana he dado quince conferencias. Algún día, cuatro. Se debe a los amigos que me las organizaron. Yo no conocía a nadie en Querétaro. Si no me las organizan, esto no hubiera sido posible.

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Los seglares pueden hacer mucho, Primero, ayudando al sacerdote y proporcionándole campo de trabajo. Y segundo, supliéndole en montones de cosas. Cualquier seglar puede suplir al sacerdote en montones de cosas.
Menos en decir misa y confesar, en todo lo demás puede suplir un seglar.
Decir misa no, hay que estar ordenado de sacerdote. Y para confesar también.
Pero en muchísimas cosas pueden los seglares suplir al sacerdote. y de esta manera hacer una gran labor.
Los seglares pueden hacer mucho también en su apostolado personal: un buen consejo a un amigo, ayudar a otro, etc.

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Y además con la oración. En el mundo materialista que vivimos parece que la oración no tiene lugar. Pero, ¿no es una utopía eso de que con la oración va a ser mejor el mundo? iQuién se preocupa hoy de la oración y de ser santo! ¿Es que le interesa a alguien ser santo? A la gente le gusta tener dinero, salud, belleza, poder. iPero virtud y santidad! ¿A quién le interesa?
Pues eso es lo único que cambia el mundo. La virtud, la santidad. Si tuviéramos un mundo de hombres santos, el mundo sería una gloria. Lo malo es que estamos rodeados en el mundo de gente ambiciosa, materialista, egoísta, lujuriosa, tirana y opresora. Así no vamos a ningún lado. ¿Cómo nos quejamos de que el mundo esté como está, si no nos preocupamos de hacer buenos a los hombres? Lo que tenemos que hacer es un mundo de hombres santos. Esto no es una utopía. Han existido muchos santos.
¿Y yo por qué no?
Soy jesuita y es lógico que cite a mi padre San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. Decía San Ignacio: «San Francisco lo hizo; y yo, ¿por qué no? Yo lo tengo que hacer. Santo Domingo lo hizo; y yo, ¿por qué no? Yo lo tengo que hacer». Con la ayuda de Dios, se entiende.
Para ser santo no nace falta ser un genio como Santo Tomás, o San Agustín.
El más humilde de los hombres puede llegar a los altares. San Martín de Porres, con la escoba. San Alonso Rodríguez, de portero.
¿Por qué vamos nosotros a decir: «eso no es para mí»?
No es para ti si no cuentas con Dios. Tú acude a Dios, que Dios te ayuda.
Y lo que otro pudo hacer, tú también.
Por lo tanto, no creamos que la santidad es cosa para un bicho raro que le da por ahí. No, no. La santidad es para todos. Cada cual según su situación.
Ayer mismo, en Méjico D.F., comía yo con Mons. Salazar, que está encargado de llevar a los altares a Juan Diego. Juan Diego, un indio que no tenía gran cultura.No creo que supiera mucho de ascética y de mística. Pero era un hombre de enorme fe en la Virgen de Guadalupe, a quien había visto personalmente; y enormemente entregado a la virtud cristiana. Y va camino de los altares. Es posible que dentro de un año lo veamos en los altares, según me dijo Mons. Salazar.
Montones de santos seglares. De chaqueta y corbata, y con manos encallecidas de obrero. Para ser santo no hay que ser religioso. Hay muchos santos seglares. Ser santo cada día, cada hora y cada minuto, es difícil.
Pero no es imposible, con la ayuda de Dios. Por tanto, tenemos que pensar en el valor de la virtud y de la oración, y tenemos que entregarnos a la virtud y a la oración.
Pero no todo el mundo puede dedicar largas horas a la oración. No todo el mundo puede dedicar largas horas a la oración formal. Pero hay un modo de orar muy fácil, que convierte en oración toda la jornada: la oración de ofrecimiento. «EI ofrecimiento de obras». Yo cada día ofrezco a Dios mis trabajos, mis penas, mis sufrimientos, y mis alegrías también. Yo ofrezco a Dios mi día, y convierto mi día en oración. Quizás no pueda yo dedicarme a hacer cuatro horas de oración. Tengo otros trabajos. Pero puedo convertir mi trabajo en oración, por medio del ofrecimiento de obras, sabiendo que el trabajo en gracia de Dios es lo que más vale en el mundo. Esto es la esencia del Apostolado de la Oración.

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Además, las cosas que se ofrecen a Dios, se hacen bien. No podemos ofrecer a Dios chapucerías. Y por supuesto hacerlas con pureza de intención. No cabe hacerlas por egoísmo, vanagloria, adulación, etc. Esto sería indigno del Apostolado de la Oración.

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El Apostolado de la Oración es una asociación internacional.
Primero. - Tiene más de cien años de vida. No hay muchas asociaciones que puedan decir que tienen más de cien años de vida.
Segundo. - Tiene treinta millones de socios en el mundo.
Tercero. - En estos cien años todos los Papas han escrito algún documento, y hasta alguna encíclica,apoyando el Apostolado de la Oración y la devoción al Sagrado Corazón, que es de donde brota el espíritu de ofrecimiento de la propia vida, característico del Apostolado de la Oración. Dicen los Papas:
León XIII en «Annum Sacrum»: «Es la espiritualidad más segura y provechosa».
Pío XI en «Miserentissimus Redemptor»: «Es el resumen de la Religión y la norma más perfecta de vida cristiana».
Pío XIl en «Haurietis aquas»: «Es el mejor modo de practicar el cristianismo».
Pablo VI en «lnvestigabiles divitias»: «Es la auténtica espiritualidad que exige nuestro tiempo».
Concilio Vaticano lI: «Es el modo más eficaz para lograr una renovación espiritual».
Juan Pablo ll en Valencia: «La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es el mejor medio de llegar a la santidad».
Tenemos documentos de todos los Papas, desde que se fundó el Apostolado de la Oración, exhortando a los fieles a que se inscriban.

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Voy a hacer una brevísima historia. Esto comenzó por un padre jesuita, el P. Gautrelet, francés, que era el Padre Espiritual de una casa de estudios, donde los jesuitas que no son sacerdotes estudian Filosofía y Teología. Y el P. Gautrelet, que era el Padre Espiritual, viendo las ansias apostólicas de aquellos jóvenes jesuitas que estaban deseando entregarse al trabajo apostólico, pero que lo que tenían que hacer era estudiar Filosofía y dejarse de otras cosas -porque si por hacer otras actividades no estudiaban Filosofía o no estudian Teología, serían malos misioneros el día de mañana- aunque ellos tuvieran ahora unas ansias enormes de empezar a actuar y volcarse en favor de las misiones. Entonces el P. Gautrelet tuvo una idea feliz y les dijo:
-Vosotros podéis misionar más con vuestra oración que con vuestra predicación. Sí señor. Vosotros, estudiantes jesuitas, con vuestra oración, podéis misionar ayudando a los misioneros.
Esto cayó muy bien entre aquellos jóvenes jesuitas. Y entonces se fundó una congregación, un grupo de jóvenes jesuitas, con afanes misioneros, que se unieron para ayudar a los misioneros con sus oraciones.
Fue en 1844, cuando el P. Gautrelet tuvo su plática espiritual a los jóvenes estudiantes jesuitas en Vals, en Francia. Era el día de San Francisco Javier, 3 de diciembre de 1844.
En aquellos jóvenes jesuitas ardía el celo apostólico de San Francisco Javier.
Más tarde, en 1860, uno de los jóvenes que estaba allí, el P.Ramière, dio forma a una asociación que la titula Apostolado de la Oración. Al P. Ramière se le ocurre hacer una asociación, no sólo de jesuitas, sino de seglares, de hombres y de mujeres, de todas las personas que quieran ayudar a las misiones con su oración.
Así empezó, de forma estructurada, el Apostolado de la Oración que se vinculó muy pronto a la devoción al Sagrado Corazón.

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El Apostolado de la Oración empieza con la idea de ayudar a las misiones, pero años después los franceses se encontraron con que Francia se había convertido también en un país de misión. Hoy son campo de misión la familia, el trabajo, las diversiones, la prensa, los espectáculos, las relaciones entre las naciones, la enseñanza, etc... Estarán mal en Africa, estarán mal en Oceanía o en la India, pero es que en Francia estamos peor, decían los franceses.
Y ahora tenemos que decir los españoles: «España, país de misión».

Hace años los españoles veníamos a América a misionar . Hoy tenemos en España, mejicanos, argentinos, sudamericanos, que vienen a España a reforzar el clero. Yo acabo de hablar en Salamanca a cien jóvenes de una orden religiosa mejicana iSon mejicanos! Nosotros trajimos a Méjico la fe, hace años; ahora vienen los mejicanos a ayudarnos a los españoles. Y lo mismo que digo de estos mejicanos, sabemos que hay argentinos, y de otras naciones sudamericanas, que están viniendo a España a ayudar al clero español.
«España país de misión».

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El Apostolado de la Oración ya no se limita sólo a pedir por las necesidades de las misiones. Ahora tenemos que pedir también por las necesidades nuestras, del mundo, de Europa, de España, de nuestra diócesis.
En las reuniones que tenemos anualmente los directores diocesanos del Apostolado de la Oración de España, se nos ha insistido mucho que junto a las intenciones del Papa, pongamos siempre la intención del Obispo. Porque tenemos obligación de atender también a nuestra diócesis, a nuestra parroquia, a nuestro grupo.
El Apostolado de la Oración publica las intenciones del Papa, por la Iglesia universal, por las misiones y por la necesidades del mundo entero.
Nosotros con nuestra oración de ofrecimiento estamos colaborando a ellas lo mismo en países de misión que en países en los que la Iglesia está establecida, pero que tiene grandes dificultades.

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Tengo una frase en mi libro «PARA SALVARTE» de mucho impacto, pero yo estoy convencido que es así. Si nosotros estamos en gracia de Dios, todo lo que hacemos tiene un valor inconmensurable. La acción más sencilla que pueda hacer una persona será barrer. No sé si habrá otra cosa más sencilla. Pues fíjense Vds., el barrer una escalera, un pasillo o una habitación en gracia de Dios, vale sobrenaturalmente más que una conferencia de la mayor altura científica, que sólo la pueden entender media docena de personas en el mundo, de un científico que no está en gracia de Dios. Ése es el enorme valor de nuestra acción, en gracia de Dios.
Esto es teológico. Esto es así. ¿Cuál es la razón? Que esta conferencia de gran altura científica, dada por un premio Nobel, es una obra humana, se queda en el plano humano. Y fregar un vaso o barrer una habitación o cargar un saco en gracia de Dios, es un acto de valor sobrenatural. Al estar yo en gracia de Dios, al conectarme yo al Cuerpo Místico de Cristo, al colaborar yo a la obra redentora de Cristo, esa obra tan trivial, tan elemental, tan sencilla, tan vulgar, se eleva a categoría sobrenatural.

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Expuesto lo que valen mis acciones en gracia de Dios, está claro el sentido del Apostolado de la Oración. Si mis trabajos, hechos en gracia de Dios, los ofrezco a Dios, yo estoy ayudando con mi trabajo sencillo, vulgar, trivial, más que el gran médico que opera, que el gran misionero que predica, que el gran economista que resuelve problemas. Nosotros ayudamos más a nuestra Patria, ofreciendo nuestro trabajo, hecho en gracia de Dios, que un político que no está en gracia de Dios. Ayudo más a la salud de un enfermo, ofreciendo mi trabajo hecho en gracia de Dios, que el mejor cirujano, que no está en gracia de Dios. Porque con mi oración ayudo al cirujano a que le salgan bien las cosas en el quirófano, y al político para que acierte en buscar el bien de la Patria. Si estas otras obras no se hacen en gracia de Dios, no superan las limitaciones humanas. Si se hacen en gracia de Dios, estamos iguales. Pero si el trabajo del político o del economista o del cirujano, no se hace en gracia de Dios, yo ayudo más con mis oraciones que el cirujano, el economista o el político.
Esto es así. Entonces, ¿dónde está el gran secreto del Apostolado de la Oración? Que no desperdiciamos el tesoro que tenemos en las manos. ¡El capitalazo espiritual que se desperdicia en el mundo! Hay que ver lo que se sufre en el mundo. Todo el mundo sufre. Enfermedades, angustias económicas, disgustos morales. ¡Lo que se sufre en el mundo! Y cuantísimas personas no aprovechan ese dolor, ese sufrimiento y esa pena. Se pierde. El sufrir es un tesoro, si se hace en gracia de Dios. Si se ofrece a Dios, es un tesoro.
Por ejemplo: un obrero de la Siderúrgica de Nueva Montaña, en Santander, quedó gravemente herido, con las dos piernas amputadas, por una explosión en el trabajo. Estando en el Hospital de Valdecilla comentaba:
-«Yo sufro con mucha ilusión porque soy del Apostolado de la Oración, y sé que no se desperdicia ninguno de mis sufrimientos. Pero me da pena ver sufrir a mis compañeros que quizás sufren más que yo, y no les va a servir de nada, pues se pasan el día protestando».
Desperdiciar sufrimiento es una pena porque no sólo no va a servirles a ellos, sino que tampoco a la Iglesia (a los demás). Es un dolor que se pierde. EI Apostolado de la Oración es para que nada se pierda. Hay riquezas que se desperdician porque las desperdiciamos nosotros: una luz encendida inútilmente; no cerrar un grifo del agua, etc. El Apostolado de la Oración es para que no se pierda nada de lo que el hombre hace porque todo vale para salvar al mundo.
El ofrecer el sufrimiento a Dios nos ayuda a sufrir con ilusión. Sufrir por Dios dulcifica el sufrimiento. Decía Santa Teresa: «Es un sufrir gozando, y un gozar penando». Es consolador saber que «el sufrimiento pasa, pero el premio de haber sufrido por amor de Dios, durará eternamente».

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Junto a Cristo, crucifican dos ladrones. Vamos a suponer que los dos ladrones crucificados con Cristo, sufren lo mismo que Cristo. Sufrieron menos, pero en fin, vamos a suponer que sufrieron lo mismo. El sufrimiento de los dos ladrones no sirvió para nada. El de Cristo, redimió al mundo.
¿Por qué? Porque se hizo por amor. La obra de Cristo fue redentora. Fue una obra sobrenatural. Entonces, si yo elevo al plano sobrenatural mis sufrimientos, mis penas, mis trabajos, mis angustias, estoy redimiendo el mundo. Pero si me quedo en un plano totalmente humano, filantrópico, materialista; eso de poco sirve. Es dolor que se desperdicia, es trabajo que se desperdicia, es sufrimiento que se desperdicia, si no me uno al Cuerpo Místico de Cristo para darle un contenido sobrenatural. El gran tesoro que tenemos nosotros con la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo es que nuestro sufrimiento, nuestro trabajo, por pequeño que sea, nuestra oración, todo unido al Cuerpo Místico de Cristo, está revitalizando el Cuerpo Místico de Cristo. Estoy infiltrando savia sana. Estoy dándole vida al Cuerpo Místico de Cristo. Estoy colaborando con Cristo en la redención del mundo. Es doctrina de San Pablo en la carta a los colosenses, capítulo primero, versículo veinticuatro.
Por el contrario, el que está en pecado mortal es una célula cancerosa. La persona que está en pecado mortal es una célula cancerosa en el Cuerpo Místico de Cristo. Está pudriendo el Cuerpo Místico de Cristo, porque está en pecado mortal. En cambio el que está en gracia de Dios, es una célula viva que está vitalizando el Cuerpo Místico de Cristo, está enriqueciendo la vida del Cuerpo Místico de Cristo. Estar en gracia de Dios, y ofrecerle a Dios nuestro trabajo, nuestras penas, nuestras alegrías, nuestros sufrimientos y todas nuestras obras, es de un valor extraordinario, y que mucha gente por desconocimiento, no lo aprovecha. Es una pena tremenda. Y Dios quiere que colaboremos.

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En los planes de Dios está nuestra colaboración. ¿Por qué? Pues no sabemos. Dios lo ha hecho así. No era necesario, pero Dios ha hecho así el mundo.
Miren Vds.: ¿Qué necesidad tenía Dios de la Virgen Santísima para venir al mundo? Ninguna. Dios pudo haber aparecido en el mundo ya mayor; y haber muerto en cruz, si quería. Necesidad absoluta de la Virgen, ninguna.
¿No fue un milagro que la Virgen concibiera sin obra de varón? Pues lo mismo que Dios hizo el milagro de que María concibiera sin obra de varón, Dios pudo hacer el milagro de que Cristo apareciera en el mundo de mayor.
Dios no necesitaba a la Virgen para venir al mundo. Dios quiso que María Santísima fuera el instrumento de la redención del mundo. Dios quiso la colaboración de María Santísima para redimir al mundo. Y así todo.
Por ejemplo, cuando en Caná falta vino, ¿qué necesidad tenía Dios de que lIenaran las tinajas de agua? Podía haber hecho el milagro sin agua previa.
Las tinajas vacías, y de repente llenas de vino. A Dios el mismo trabajo le cuesta transformar el agua en vino, que llenar de vino las tinajas vacías.
Pero Dios quiere que las lIenen de agua. Después viene Él, y hace el milagro.
Lo mismo, cuando Dios da de comer a cinco mil personas en el desierto, multiplicando los panes, ¿qué necesidad tenía Dios de cinco panes y dos peces.? Lo mismo de difícil es multiplicar cinco panes y dos peces, que dar de comer a cinco mil personas sin los previos panes y peces. Lo mismo. Pero Dios quiere que el hombre ponga de su parte. Que el hombre ponga un poquitín. Lo que tenemos. ¿Qué tenemos cinco panes? Pues traed acá. Y multiplica los panes y los peces. Dios quiere nuestra colaboración.
Hay una frase por ahí, que yo la predico siempre que viene a propósito. La frase es preciosa. Y sobre todo muy exacta. Dice: « Dios pone casi todo, tú pones casi nada; pero Dios quiere tu casi nada, para poner Él su casi todo».
Todo depende de Dios. Nuestra salud, depende de Dios. La muerte depende de Dios. El éxito depende de Dios. Todo depende de Dios. Dios pone casi todo.
Nosotros ponemos casi nada. Pero Dios quiere que pongamos nuestro «casi nada», para poner Él su «casi todo». Y si nosotros no ponemos el «casi nada», Dios no pone el «casi todo». Porque quiere nuestra colaboración. Lo mismo en la multiplicación de los panes, en las bodas de Caná, y en la Redención de la Humanidad. Dios quiere nuestra colaboración. Y si nosotros ponemos nuestro poquitín, Dios se vuelca. Después sale todo bien. Pero porque nosotros hemos puesto nuestra colaboración.

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Entonces, ¿cuál es nuestra colaboración en esta fenomenal Obra del Apostolado de la Oración? ¿Cuál es nuestra colaboración, en esta cooperación a la redención del mundo, a la cristianización del mundo con el Apostolado de la Oración? Un poquito: el ofrecimiento de obras. Ofrecer nuestras obras.
Lo que hacemos. No tenemos que hacer nada extraordinario. El trabajo de cada día. Lo que hacemos. Lo más sencillo. Lo más elemental. Pero hacerlo en gracia de Dios, y ofrecérselo a Dios. Yo ofrezco a Dios lo que tengo. No tenemos que ofrecer grandes heroísmos, ni obras fenomenales. No, no. Lo que
tengo: mi trabajo diario. Lo que tengo que hacer cada día; pero hacerlo bien, en gracia de Dios, y ofrecérselo a Dios para la salvación del mundo.
Esto es el Apostolado de la Oración. Sacarle partido a nuestra vida cotidiana. A las alegrías, penas, dolores, sufrimientos, enfermedades, disgustos de cada día. Sacarle partido, ofreciéndoselo a Dios, por la salvación del mundo.
Se trata de una actitud que hay que prolongar durante todo el día. Actitud de entrega confiada y alegre a la voluntad de Dios -no meramente resignación pasiva-. El Ofrecimiento de Obras es un momento fuerte de esta actitud. El Ofrecimiento de obras es un elemento esencial del Apostolado de la Oración, pues como dijo Pío XII: «Convierte toda la vida en oración dirigida a Dios, y en un sacrificio de sí mismo por causa del apostolado».

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Voy a decir sobre el Ofrecimiento de Obras un par de cosas.
El ideal es aprenderse la oración del Ofrecimiento del Apostolado de la Oración de memoria, que es muy sencilla, y decirla todas las mañanas. Lo primerito. Levantarnos, y lo primero nuestro Ofrecimiento de Obras. Que esto no es tan difícil. Es un minuto.
-Es que se me olvida. Es que no me acuerdo...
Bueno, todo es acostumbrarse, y hacerlo, todos los días, al levantarse. Un minuto. Pero otro momento muy bueno para hacerlo es en la Santa Misa, en el Ofertorio. Aunque uno lo haya hecho ya por la mañana, en el Ofertorio, repetirlo. Ofrecimiento de la vida entera.
Lo mejor es rezar la oración todos los días. Pero al menos tener intención habitual. Me voy a explicar:
Es posible que a mí se me olvide hacer el Ofrecimiento de Obras por la mañana. Es posible que a mí se me olvide hacerlo, aunque sea mentalmente, en la Santa Misa. Pero yo puedo tener la intención habitual, porque le he dicho a Dios:
«Dios mío, yo quiero todos los días ofrecerte todas mis cosas: obras, trabajos, sufrimientos, penas, alegrías, todo. Yo hago mi intención habitual de renovar este ofrecimiento a cada latido de mi corazón».
Hago mi intención habitual, y mientras yo no rectifique, vale. Si yo un día le he dicho «Señor, te ofrezco mi vida, mis trabajos, mis sufrimientos, mis penas, mis alegrías. Todo te lo ofrezco para la salvación del mundo entero.
Por España, por la Iglesia,y por el mundo entero. Te lo ofrezco cada día, y a cada momento. A cada latido de mi corazón, te renuevo el ofrecimiento».
Así estoy renovando mi ofrecimiento. Después me acordaré o no me acordaré.
Si me acuerdo mejor. Pero si no me acuerdo, yo ya he buscado un momento, en una comunión, en un rato de oración, donde he ofrecido toda mi vida al Señor. Y queda hecho. Mientras yo no lo rectifique, eso vale.

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Pero además de esta oración del trabajo, del Ofrecimiento de Obras, está la oración formal. Tenemos que hacer también oración. Tenemos también que dedicar algún tiempo a Dios cada día. iPero si perdemos a veces horas y horas delante de la televisión para nada bueno! A veces, para mucho malo.
Pero aunque no sea malo. Un partido de fútbol, un entretenimiento, un programa de circo, no tendrán nada de malo; pero pierdo el tiempo miserablemente. La de horas que perdemos delante de la televisión, o en una esquina charlando con unos amigos, o en un bar; y a veces no tenemos para Dios ni cinco minutos al día.

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Yo suelo sugerir esto:
¿Por qué no nos hacemos el propósito de cada día hacer una visita al Santísimo Sacramento en una iglesia? Una visita al día. ¿Y no tengo tiempo para cinco, diez o quince minutos para Dios, que se ha quedado en el Santísimo Sacramento nada más que por amor a mí? Y yo paso de largo por delante de una la iglesia, y ni me acuerdo que Él está ahí dentro esperándome. iHabrá que ver delante de cuántas iglesias paso cada día, y no entro ni en una! No digo yo que vayas a entrar en cada iglesia por donde pasas. Eso sería excesivo. Pero ya podía yo entrar, una vez al día, en una iglesia, y hacer compañía a Jesús Sacramentado cinco minutos, diez minutos, un cuarto de hora, o media hora: lo que yo pueda. Hacerle compañía. Entrar a decirle algo. Hablar con Él, que está ahí por amor a mí. Que se ha quedado en la Eucaristía porque me ama a mí. Y yo paso de largo, como si nada.
Yo pongo un ejemplo:
En una ocasión estaba yo destinado en Montilla, y mi madre la tengo en Córdoba, que gracias a Dios vive. Tiene noventa años. Está viejecita, pero todavía va a misa todos los días con su bastoncito. Con sus noventa años.
Pues de Montilla a Córdoba se tarda una hora. Yo iba en moto. Desde Montilla iba muchas veces a Córdoba, a comprar algo o a cualquier asunto. Yo no tenía cara para pasar por delante de la puerta donde vive mi madre, y no entrar a saludarla. Lo digo sinceramente. Cada vez que iba a Córdoba, iba donde vive mi madre. Le daba un beso: «No puedo entretenerme, adiós». Pero por lo menos le daba un beso. ¿Pero cómo paso yo por delante de la puerta de mi madre y no entro? No tengo valor para hacer eso. Me parecería una ingratitud. ¿Que puedo estar diez minutos? ¿Que puedo estar media hora? ¿Que puedo estar un minuto? Lo que pueda. Pero por lo menos subo y le doy un beso. Le digo que tengo prisa y adiós. Hasta otro día. Pero yo no paso de largo por la puerta de mi madre sin entrar a darle un beso.
Y paso por delante de una iglesia, que no es mi madre, es Cristo el que está allí, por amor a mí, y que me está esperando, iy yo paso de largo y ni me acuerdo de Él! ¿Tengo cara para eso? Repito: no voy a entrar en cada una de las iglesias, porque hay muchas. Pero una vez al día, que entre cinco minutos a hacerle compañía al Señor. Cinco minutos o una hora, lo que yo pueda. Pero no pasar de largo sin acordarme de que ahí está Dios.
Por tanto, qué bonito sería que cada cristiano se hiciera el propósito hacer cada día una visita al Señor. Estar un ratito con Él. Solamente un ratito, Cuéntale tus cosas. Tus problemas. Tus alegrías. Tus penas. Y si no, como decía aquél: «Aquí está Juan. Aquí está Juan». ¿Y por qué está aquí Juan? Porque lo quiere. Aquí está Juan, que ha entrado a saludarte. Y se ha sentado en un banco. Y «aquí está Juan». No hay más que decir: «aquí está Juan». Es una presencia amorosa.
iQué raro que no tengas algo que decirle al Señor! Algo que pedirle. Algo que agradecerle. Manifestarle que le quieres. O pedir por otro. Preocuparte de las necesidades de otros. Del Papa. De la Iglesia. Del mundo entero.De tu Patria. De tu pueblo. De tu familia. De tus hijos. De tus padres. De los enfermos. De los pobres. iPues no hay necesidades en el mundo por las que deberíamos pedir a Dios continuamente!
En esta visita al Señor podías hacer también el Ofrecimiento de Obras.

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Y una intención muy particular, que hoy es urgente en España. Como dije antes, por un proceso amplio y profundo de descristianización, en los últimos decenios, España se ha convertido en «País de Misión». ¿Queréis un dato? Sólo el 27% de los bautizados españoles, que son la casi totalidad del país, cumple los preceptos graves mínimos de la Iglesia: la misa en las fiestas de precepto y la confesión y comunión por lo menos anual.
Esto es un drama. Hay que pedir por los «alejados». Que los tenéis en casa, entre vuestros familiares y amigos.
Ha surgido hace poco una iniciativa que se llama «Operación Retorno».
¿Objetivo? Pedir y trabajar para que los alejados vuelvan a la casa del Padre. Ahí tenéis una importante intención para vuestra oración. Pedir por «vuestros alejados».

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Y lo de antes. Yo pidiendo a Dios hago más que los políticos, que los médicos, que los misioneros. Porque yo hago que Dios ayude a los políticos, a los médicos y a los sacerdotes a que hagan bien lo que tienen que hacer.
Con mi oración, hago más que con mi acción. Porque mi acción será eficaz si Dios ayuda; pero si Dios no ayuda, mi acción sirve de muy poco. De poco sirve mi acción humana si no está Dios detrás ayudando. Yo con mi oración hago que Dios ayude al político, para que busque el bien de la Patria, y no su interés personal. Al médico, para que logre curar al enfermo y no se muera por una equivocación. Y al sacerdote, para que logre salvar almas y sea eficaz su apostolado.
Por tanto, fe en la oración. Que yo cambio al mundo con la oración. Esto hay que saberlo: yo cambio al mundo con la oración. Pidiendo a Dios que dé eficacia a todos los hombres que trabajan por el bien de la humanidad.

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Ahora bien, dice el refrán: «A Dios rogando y con el mazo dando». Está bien pedir. Pero no basta pedir. Hay que actuar. Hay que actuar también. Y el Concilio Vaticano Il anima a los cristianos a su compromiso temporal para cambiar el mundo. El cristiano debe colaborar en la vertebración del mundo.
El cristiano debe actuar en la política y en acción social con su testimonio, con su influjo. Debe actuar. No sólo pedir, y luego cruzarse de brazos, y quedarse en casa.
Me da una alegría enorme ver la cantidad de jóvenes que hay aquí presentes. Los jóvenes tienen que empezar ya. Porque la actuación os forma.
Hay que formarse actuando. No esperar para cuando seas mayor. Hay que actuar ya. Lo que puedas, naturalmente. A tu edad no puedes ser director de Banco, ni director de empresa, pero puedes empezar ya formándote actuando. Que estáis en la edad de las grandes decisiones de la vida. Por tanto, animaos jóvenes a prepararos para actuar ya. Con vuestro testimonio y con vuestro influjo.
Y voy a terminar con esta frase de San Ignacio, tan sabia como todo lo suyo, donde dice: «Tenemos que trabajar poniendo todo de nuestra parte, como si Dios no existiera, actuar y buscar todos los medios a nuestro alcance, como si Dios no existiera; pero después dejar todo el éxito a Dios, como si nosotros no hubiéramos hecho nada ».
Esta es la actitud del cristiano. No como el comodón que se queda en casa con los brazos cruzados. No, no. Meter el hombro. Ayuda todo lo que puedas; pero después no pretendas el triunfo ni el éxito. Una vez que yo he puesto lo que está de mi parte, que Dios haga lo que Él crea que tiene que hacer.
Dejar el éxito en manos de Dios, para que Él haga lo que convenga en cada caso.
Por eso animo a todos. Mejicanos: a luchar por el Reino de Cristo, y por un Méjico católico, al amparo de la Virgen de Guadalupe, que mira a Méjico con tal predilección, que lo ampara con su manto, como le dijo a Juan Diego.
Y que ha mirado a Méjico con más predilección que a otras naciones. No en vano dijo el Papa Benedicto XIV. «No lo ha hecho así con otras naciones», a propósito de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
La Virgen mira con predilección a Méjico. Porque espera mucho de Méjico.
Lo mismo que el Papa Juan Pablo ll os dijo cuando estuvo aquí. Ese piropo tan bonito que os lanzó: «Méjico siempre fiel». Menudo piropo. Ya podéis estar anchos los mejicanos. iQué mejor cosa os podía decir! «Méjico siempre fiel».Pues pidamos a la Virgen de Guadalupe que nos ayude a todos a hacer un Méjico auténticamente católico para que irradie su fe al mundo entero.
Nada más. Muchas gracias.

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