Conferencias del Padre Jorge Loring S.I.

5. HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS
Conferencia pronunciada a matrimonios en Santa Cruz de Tenerife

Vamos a reanudar nuestras conferencias mensuales después de una larga ausencia, porque he estado haciendo unos estudios.
He hecho tres cursos este verano; uno en la Universidad de Deusto, en Bilbao; otro en la Universidad de Comillas, en Santander, y otro en Tarragona.
Total, que he podido estudiar bastante, y precisamente como tema de esta conferencia se me ha ocurrido que sería interesante un libro que he leído hace poco sobre un acontecimiento que ha sido calificado como el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX.
Quizás vosotros también habéis leído algo de esto, porque se ha escrito mucho en periódicos y en revistas. Quizás hayáis leído algo sobre el descubrimiento de los manuscritos del Qumrán encontrados en unas cuevas cerca del Mar Muerto en Palestina.
Yo he leído un libro escrito por el protagonista de todo esto, y se me ocurrió tomarlo como tema de esta conferencia.
El libro está escrito a los diez años de este descubrimiento. Es decir, cuando el estudio estaba ya maduro y, por tanto, los datos que da son interesantes. La importancia de este descubrimiento la podéis apreciar porque se han escrito más de cien libros sobre esto: en hebreo, en inglés, en alemán, francés, castellano, etc.
Yo he leído -como os he dicho- el libro del protagonista, que es un judío que cuenta cómo se descubrieron estos manuscritos, el estudio que se hizo y los resultados de estas investigaciones.

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Os lo voy a contar brevemente para introducirlo un poco.
Se trata de Eleazar Sukenik, que era profesor de Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Este hombre, un día, recibe el aviso de un amigo suyo, anticuario armenio, y le dice que le quiere ver urgentemente.
Como vivían en Jerusalén en dos zonas militares distintas (la judía y la palestina), y no tenían pases, tienen que realizar la entrevista a través de la alambrada de púas.
Y allí se van, y el armenio le dice al judío que si le interesaba aquello que le enseñaba: un trozo de cuero con escritura en hebreo.
Os voy a resumir la historia.

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Unos pastores beduinos, en la orilla del Mar Muerto, un día pierden una cabra. Buscando la cabra, encuentran unas cuevas en el tajo de un monte.
Para ver si la cabra se había metido allí tiran unas piedras dentro de la cueva. Las piedras rompen unas ánforas, Ellos oyen el ruido de las ánforas rotas y suben a la cueva. Se encuentran unas tinajas con unos rollos de pergamino escrito.
Como los pastores no entienden, se van a un anticuario a ver qué les da por eso.
El anticuario no sabe si eso es de valor o no. Y entonces se entrevista con Eleazar Sukenik, que es profesor en Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Efectivamente, este hombre se da cuenta que aquello es interesante y va a verlo.

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Resulta que lo que había en aquellas cuevas del Qumrán era una parte de una biblioteca de un monasterio de esenios.
Los esenios eran una especie de monjes judíos antiguos.
Por lo visto, cuando la guerra con los romanos del año 70, para salvar la biblioteca, metieron los rollos en ánforas y las escondieron allí, donde han estado más de 2.000 años.
Los rollos eran los libros de entonces, que no tenían la forma que tienen ahora con las páginas así. Entonces los libros eran unas tiras de papiro pegadas y enrolladas en un cilindro.
Pues en unas tinajas había un montón de rollos de ésos.
Examinados, se vio que unos eran crónicas de guerras, otros las reglas del monasterio de esenios, otros fragmentos de la Biblia: del Pentateuco, de los Salmos, de Profetas, etc. Por ejemplo, el del profeta lsaías está completo.
Estos textos coinciden perfectamente con los utilizados por los hebreos y cristianos de hoy.

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Un fragmento se mandó a la Universidad de Chicago para que lo analizasen al carbono-14, que es un método para averiguar la antigüedad de la materia orgánica.
Es una joya. Ha sido un gran descubrimiento. Tanto, que lo califican así:
el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX.
Esto es un gran paso de la ciencia a favor de la fe.
Nosotros teníamos en la Biblia la profecía de lsaías. Nosotros creemos en la Profeta lsaías porque es un libro inspirado y sabemos que es de fe.
Y ahora resulta que encontramos un libro que ha estado escondido 2.000 años en una cueva, y es al pie de la letra, la profecía de lsaías. iEsto es fenomenal!
Ha sido un apoyo magnífico de la ciencia arqueológica en favor de nuestra fe.

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Los documentos que conservamos que confirman la historicidad de la Biblia son fenomenales. Os voy a aclarar esto con algunos datos que yo he puesto en mi libro «PARA SALVARTE».
Vosotros sin duda habéis oído hablar de Aristóteles.
Aristóteles fue un filósofo griego. Sus libros de Filosofía están tan bien hechos que todavía se estudian hoy.
Por ejemplo: su Tratado de Lógica sigue siendo hoy día la base de todo razonamiento filosófico. Sus reglas de los silogismos, siguen siendo válidas hoy.
Pues el manuscrito más antiguo que conservamos de Aristóteles es 1400 años posterior a Aristóteles.
Y sin embargo, hoy estudiamos la Lógica de Aristóteles.

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Vosotros habéis oído hablar de Menéndez Pidal, premio March, historiador español de fama internacional.
Menéndez Pidal ha escrito una Historia de España, en grandes tomos así de altos y así de gordos. Va por el XlX, aunque no están todos publicados.
Menéndez Pidal, una autoridad en Historia, cita en su «Historia de España» a Tácito. Se fía de Tácito. Y hace unas afirmaciones que las toma de Tácito.
Pues mirad, el códice más cercano a Tácito que conservamos es 1340 años posterior a Tácito.

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Otro dato:
Mommsen, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Berlín, es premio Nobel de Historia.
Ya sabéis que los premios Nobel se dan a las primera figuras en las distintas ramas de la ciencia.
Mommsen, premio Nobel, dice del historiador griego Polibio, que «a él es a quien deben las generaciones posteriores, incluso la nuestra, los mejores documentos acerca de la marcha de la civilización romana».
Pues Mommsen, premio Nobel, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Berlín, se fía se Polibio, y resulta que el manuscrito más antiguo que tenemos de Polibio es 1067 años posterior a Polibio.

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Recordemos que el espacio de tiempo de Aristóteles a sus manuscritos más antiguos son 1400 años; de Tácito a sus manuscritos 1340 años; de Polibio a sus manuscritos 1067 años.
De los Evangelios tenemos el papiro Bodmer II, que se conserva en la Biblioteca de Cologny en Ginebra, que contiene el Evangelio de San Juan íntegro, y es solamente ¡cien años posterior a San Juan!
Más. En 1935 se descubre el papiro Rylands, que hoy se conserva en Manchester que es 35 años posterior a la fecha en que San Juan escribe su Evangelio!

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Cuando hombres de ciencia como un Menéndez Pidal y un Mommsen se fían de documentos que son más de mil años posteriores a los autores, de los Evangelios tenemos manuscritos tan sólo 35 años posteriores a su autor.

¿Os dais cuenta del valor que esto tiene desde el punto de vista científico? iValor histórico de los Santos Evangelios!
Por eso Streeter, un crítico inglés, dice que los Evangelios tienen la posición más privilegiada que existe entre todas las obras de la literatura clásica. No hay ningún libro de la literatura clásica que tenga las garantías de historicidad que tenemos de los Santos Evangelios. De ningún autor clásico tenemos documentos de tanto valor.

Recientemente, el padre jesuita José O¹Callaghan, español, papirólogo, Profesor en la Universidad Gregoriana de Roma, ha descifrado unos papiros encontrados en la cueva siete del Qumrán, y resulta ser un texto de San Marcos. Antes de que se descifraran estos papiros el paleógrafo inglés Roberts, de la Universidad de Oxford, primera autoridad mundial en paleografía griega, estudiando la grafía, afirmó que eran anteriores al año 50 después de Cristo. Como el Evangelio de San Marcos se escribió por el año 40, resulta que tenemos un manuscrito tan sólo 10 años posterior a su autor.
¡Esto es excepcional!
Con razón este descubrimiento ha sido considerado el más importante de este siglo sobre el Nuevo Testamento.

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Pero hay más.
Os voy a hablar ahora -segundo paso- del estado de conservación.
Mirad: de todos los autores latinos, las obras completas más antiguas que conservamos son posteriores al siglo VIII. Antes del siglo VIII obra completa no hay ninguna. Hay fragmentos de Cicerón, de César, de Horacio, de Virgilio, de Ovidio. Pero,de todos los autores latinos, íntegro no hay nada anterior al siglo VIII.
En cambio, códices evangélicos completos entre los siglos IV y VI tenemos setenta y ocho. Y no del siglo VllI, sino entre el lV y el Vl. iQué valor maravilloso tiene esto!
Más. Los Evangelios se citaban con tal frecuencia que solamente con las citas que existen en las obras de siete escritores del siglo ll al VI -fijaos que nos remontamos al siglo lI- que son Justino, Ireneo, Clemente, Orígenes, Tertuliano, Hipólito y Eusebio, tenemos 26.487 citas que rehacen el Evangelio entero.
¡Esto es impresionante!

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Os voy a decir ahora dos palabras sobre la veracidad de los Evangelios. No sólo que lo que escribieron los evangelistas es lo que hemos recibido, sino que lo que escribieron es la verdad.
Mirad, no hay mayor garantía de veracidad que lo que dice un testigo a otro testigo.
Si un señor escribe hoy la historia de los fenicios en Cádiz, podría decir alguna inexactitud: no hay supervivientes de los fenicios para que contradigan lo que hoy queramos decir de ellos. Sería relativamente fácil decir alguna inexactitud en la historia de los fenicios en Cádiz, porque hace mucho tiempo que murieron todos.
Pero si alguno de vosotros escribe en el «Diario de Cádiz» la crónica del partido del domingo pasado y dice que el Melilla le pegó una paliza al Cádiz..., que no ponga su nombre y su dirección porque se lo comen. Porque estáis en Cádiz y todos sabéis que el Cádiz ganó -me parece- 2 a 0 al Melilla. Si tú escribes hoy que el Melilla pegó una paliza al Cádiz, no pongas tu nombre y tu dirección porque arreglado estás.

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Hice yo un experimento sobre esto.
Estaba yo dando conferencias en los Talleres Vulcano. Unos astilleros que hay en los muelles del puerto de Barcelona.
Era un martes o un miércoles. No me acuerdo qué día era. Y el domingo anterior habían jugado en Barcelona el Español y el Barcelona, rivales en primera división.
Creo que había ganado el Barcelona 3-2.
Pues estando yo hablando de esto les digo: «Porque si yo escribo la crónica del partido del domingo y digo cómo ganó el Español por 5-0...»
Y me callo.
Murmullo general, codazos, miradas...
Y yo digo:
-Ya está. ¿Os dais cuenta? Yo no os puedo engañar. Yo no puedo decir que ganó el Español 5-0, porque todos sabéis que ganó el Barcelona 3-2. Porque estuvisteis en el partido. Porque oísteis el partido por la radio. Porque hablasteis con uno que vino del partido. Porque todos sabéis que ganó el Barcelona 3-2. Yo no puedo engañaros y decir que ganó el Español 5-0. Y si escribo eso en la «Vanguardia» de Barcelona, lloverían cartas de protesta al periódico.
Los Evangelios fueron escritos por testigos y para testigos.
Los cristianos de aquella primera generación, cuando leían el Evangelio veían retratado lo que ellos habían visto, lo que ellos habían oído.
Si aquellos Evangelios no dijeran la verdad, hubieran sido rechazados como una mentira. Nadie hubiera querido guardar un libro de historia que desfiguraba la verdad. Los hubieran rechazado. Y no hay ni un sólo documento que atestigüe el rechazo.
¿Qué hicieron aquellos testigos que habían conocido a Cristo, que habían visto su vida, que habían oído su predicación? ¿Qué hicieron con los Evangelios? Guardaron los Evangelios como oro en paño. Los copiaron a mano -entonces no había imprenta- y los transmitían de generación en generación con todo cariño, porque allí estaba retratado lo que ellos habían visto.
Por eso tenemos este cúmulo de documentos que conservamos de los Evangelios.
Una prueba del interés con que se conservaban las copias de los Evangelios es que del autor clásico, contemporáneo de Jesucristo, del que se conservan más copias es de Virgilio. Pues bien, de Virgilio sólo conservamos tres códices unciales, llamados así por el tipo de escritura antigua. En cambio de los Evangelios conservamos doscientos diez códices unciales.
¡Superioridad aplastante!

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Y las copias se habían hecho con tal exactitud que es muy interesante un estudio comparativo de todos los documentos que tenemos de los Evangelios.
Resulta que están tan perfectamente copiados que de 1.000 partes, 999 son exactamente iguales, y sólo cambia el uno por mil. Y ninguna de esas variaciones son cosas fundamentales. Son equivocaciones al copiar; poner una letra por otra, cambiar el orden de las palabras, etc.
De 1.000 partes de los Evangelios, 999 al pie de la letra, y ese uno por mil de variaciones de las copias distintas, son cosas accidentales!

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En fin, lo que yo pretendo en esta conferencia es que tengamos una gran fe en los Santos Evangelios. Una gran fe, porque nos consta su historicidad.
Por tanto, si hay alguno que no cree en el Evangelio, ése no tiene derecho a creer en nada de la Historia de aquel tiempo. No puede creer ni en Alejandro Magno, ni en Ciro, ni en Darío, ni en Artajerjes, ni en nadie.
Y si tú crees que ha habido un Alejandro Magno, un Escipión, y un Aníbal, y lo crees porque lo dice la Historia, has de saber que muchas más garantías de verdad es lo que dicen los Santos Evangelios que lo que dicen esos libros de Historia. Porque de ninguno de esos libros conservamos los documentos que conservamos de los Evangelios. Ni las garantías que tenemos de los Santos Evangelios.
Por tanto, tengamos mucha fe en el Santo Evangelio y creamos a pie juntillas lo que dice. Porque, repito, quien no cree lo que dicen los Santos Evangelios no tiene derecho a creer en nada de la Historia de aquel tiempo.
No puede creer ni en el «Anábasis» de Jenofonte, ni en «La Guerra de las Galias» de Julio César, ni en nada, porque nada de eso se nos prueba con la fuerza, con la exactitud y con las garantías como las cosas que se nos dicen en los Santos Evangelios.
Y nada más. Hasta otro día.

N.B.: Esta conferencia está disponible en DISCO COMPACTO (CD) y en vídeo.
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