2da. Parte

Un libro de anécdotas, sí; pero de anécdotas de toda una vida. Y de una vida apostólica: única y auténtica forma de lograr que nuestra vida no se quede sólo en anécdota. El Padre Loring lo consigue, ¿por qué tú y yo no?.

Indice:
Introducción general.

1.- Antes de nacer.

2.- Juventud y Vocación.

2.- Paciencia de Dios con los hombres.

3.- Noviciado y origen del PARA SALVARTE

4.- En la factoría de Matagorda.

5.- Apóstol de los obreros, en motocicleta.

6.- Milagros en las factorías .

7.- En Barcelona...las misiones polulares.

8.- Misiones por el mundo entero .

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9.- Conferencias sobre Ciencia y Fe.

10.- Cursillos de verano.

11.- Entrevistas con personas famosas.

12.- Entrevistas y entrevistadores.

13.- Apostolado del vídeo.

14.- Apóstol de la Sábana Santa.

15.- Apóstol de INTERNET.

Anécdotas de una vida apostólica
Autor: P. Jorge Loring s.i.

PRÓLOGO

Generalmente se entiende que el prólogo de un libro ha de ser una especie de aval que garantice al lector -debido a que suele estar escrito por una persona de cierto renombre- el interés y valor del libro que tiene en sus manos.
Este prólogo va a ser la excepción: primero porque el autor del libro no necesita aval, y segundo porque el autor del prólogo no goza de crédito. En este sentido -y sólo en éste- podría calificarse este prólogo de ¡excepcional!
Conocí al Padre Jorge Loring el día de sus Bodas de Plata como sacerdote. Hasta ese momento sólo tenia de él el grato, pero lejano, recuerdo de uno de sus múltiples vídeos visionado en una clase en el Instituto.
Recuerdo que la homilia que pronunció se me quedó profundamente grabada. Con el lógico apuro de contar ante tanta gente un recuerdo que había mantenido guardado en su corazón, pero tambien consciente de lo aleccionador y profundamente cristiana que resultaba aquella "anécdota", nos contó, con la garra que siempre le ha caracterizado, el episodio de su vocación y la heroica actitud de su madre ante lo que humanamente resultaba tan "disparatado".
Aquel recuerdo, que el lector encontrará narrado en las páginas de este libro, es una de esas lecciones que uno recibe en su adolescencia, y que le marcan para siempre.
Mi segundo encuentro con el Padre Loring fue también en una boda, pero esta vez de seglares: Carlos e Inma, dos buenos amigos míos, se casaban en Cádiz, y el P. Jorge - amigo íntimo de la familia - celebraba el enlace.
TodavÌa recuerdo el regocijo del novio al anunciarnos a todos los amigos quién iba a ser el cura que les casaba, advirtiéndonos, intrigante, que él le había pedido para la ceremonia una homilía "doctrinal".
Los que ya le conocíamos disfrutábamos al pensar en la homilía. Ni que decir tiene que la plática no nos defraudó, ni por lo incisiva, ni por lo acertada. Si hay un rasgo que define al P. Loring es que llama a las cosas por su nombre.
Pero ha sido mi tercer encuentro con el Padre, el que, a juzgar por los resultados, ha sido más fructÌfero.
Todo empezó en una conferencia de los Propagandistas Católicos donde le saludé y estuvimos hablando un buen rato de una de nuestras "pasiones": Internet. Él acababa de publicar en una magnÌfica web su famosÌsimo "Para salvarte", y yo era un "entendido" en páginas católicas. Sintonizamos rápidamente.
En este encuentro proyectamos un viaje "relámpago" a Madrid.
Al Padre Loring le aguardaba en la capital un precioso e interesante proyecto que realizar, y a mí una preciosa novia que visitar. Así que, una vez más, nuestros intereses coincidieron.
Todo el viaje de ida estuvimos charlando animadamente, y pronto Claudio -un amigo mío que nos acompañaba- y yo, nos dimos cuenta de que el P. Loring era un filón de anécdotas divertidas e interesantes. Así que nos dedicamos a "provocarle" para que nos contara todo lo que recordase.
Entusiasmado con el viaje, a mi llegada, sugerÌ a mi novia que invitásemos al Padre Loring a comer a su casa. El Domingo comimos todos en casa de la familia Navarro Díaz e hicimos de nuevo al Padre protagonista con las anécdotas de su vida.
Y fue en la sobremesa de esa comida cuando, entre risas y recuerdos, se me ocurrió que todas estas anécdotas debía él escribirlas y editarlas en un libro.Y así se lo propuse.
Al principio la idea le pareció descabellada; pero poco a poco fuimos convenciéndole todos de lo bueno que sería.
Terminamos encantados y deseando continuar.
El viaje de vuelta a Cádiz lo dedicamos a dar forma al libro.
El Padre había hecho un índice, y sobre él empezamos a recopilar anécdotas.
Siempre recordaré cómo el P. Jorge se empeñaba en extraer de cada anécdota lo que él llamaba un "bigote espiritual", es decir, una enseñanza o moraleja que hiciese ¡aprovechable! -según él- el episodio en cuestión.
Yo no paraba de decirle que las anécdotas eran aprovechables de por sí, y que no renunciase a ninguna por ese motivo; sino que la apuntase que ya después le sacaríamos el "bigote".
Y así, en ruta, nació este libro.
Éste es el origen, amigo lector, del libro que tienes en tus manos. Un libro de anécdotas, sí; pero de anécdotas de toda una vida. Y de una vida apostólica: única y auténtica forma de lograr que nuestra vida no se quede sólo en anécdota.
El Padre Loring lo consigue, ¿por qué tú y yo no?.

FRANCISCO J. FERNÁNDEZ GARCÍA.


Capítulo 1: Antes de nacer

1.- El apellido LORING es norteamericano.
Mi tatarabuelo era de Boston. Vino a Málaga por asuntos de negocios y se casó en Málaga.
Todos los LORING de España provienen de Málaga.
Pero también hay una rama LORING en Filipinas.

Primera anécdota.
Estaba yo dando conferencias en Palma de Mallorca.
Cuando tengo conferencias en un sitio procuro tener antes entrevistas en la prensa radio y televisión locales para que me sirva de propaganda.
Me hicieron una entrevista, a doble página, en el periódico local con una gran fotografía.
Al día siguiente de salir en el periódico iba yo a tener un retiro a unas monjas, conduciendo mi coche. Detrás de mí una larga fila de coches, y vi uno delante, a mi derecha, que llevaba un rato esperando para cruzar, pero nadie le dejaba.
Al llegar yo, frené y le hice señal para que pasara.
La señora que conducía se fijó en la persona amable que le dejaba, por fin, pasar.
Y me reconoció por la foto del día anterior en el periódico.
Giró en redondo y se puso detrás.
Aunque había varios coches entre los dos, como yo aparqué cerca, no me perdí y ella paró detrás.
Se bajó y me dijo:
- ¿Vd. es el P. Loring?
- Sí.
- Soy Lourdes Loring, de Filipinas. Le he reconocido por el periódico de ayer. Debemos ser parientes.
Me invitó a comer y hablamos de nuestro común origen norteamericano.
El haber sido amable me hizo encontrar un familiar de Filipinas.

Ella me enseñó un libro, que yo desconocía, con el árbol genealógico de los LORING, DESDE LA EDAD MEDIA.
El apellido viene de la Lorena francesa. De allí pasó a Inglaterra y después a Estados Unidos.
El libro lo hizo Eduardo Loring que vive en Boston.
Más tarde, estando yo dando conferencias en Nueva York, me prestaron un CHEVROLET-IMPALA y me fui a Boston a ver a Eduardo Loring.
Quería informarle de algunos errores que había puesto en mi familia.
Entre otros ponía que mis cinco hermanas religiosas eran de la Ascensión, y son de la Asunción. No es lo mismo.
En este viaje a Boston cometí un error que quiero contarlo por si le sirve a alguien.
La distancia entre Nueva York y Boston, en el mapa es la misma que hay entre Madrid y Toledo. Por eso yo pensé que podía ir y venir en el día.
No advertí que al ser Estados Unidos mucho mayor que España la escala del mapa es distinta, y por lo tanto la distancia entre Nueva York y Boston era mucho mayor.
Caí en la cuenta ya en la carretera, al ver las millas que tenía que recorrer. Pero ya no podía rectificar, porque me esperaban en Boston.
Este error mío fue la causa de que llegara a Nueva York a las dos de la madrugada, después de un palizón.

2.- Evidentemente que las virtudes de mis antepasados no son cosa mía. Pero doy gracias a Dios por lo que me haya podido tocar en la herencia genética.
3.- De mi abuelo Manuel Loring Heredia dice el diario SUR de Málaga, del 5 de agosto de 1991, página 10:
«Manuel Loring Heredia formaba parte de una de las más señeras familias locales. Era el segundo de los hijos del matrimonio formado por Jorge Loring Oyarzábal y Amalia Heredia Livermore, Marqueses de Casa Loring, fundadores de la finca La Concepción y de su famosísimo Museo Loringiano, base y fundamento del actual Museo Arqueológico de Málaga».

4.- A mi bisabuelo Jorge Loring Oyarzábal, la HISTORIA DE ANDALUCÍA, de la editorial Planeta, le dedica siete páginas: tomo7º,III,368-374 .
Entresaco:
«En 1854-55 Málaga se vio afectada por una terrible epidemia de cólera. (...) En el tiempo que duró la epidemia se formó una comisión, promovida por el Ayuntamiento, en favor de los más necesitados que habían sido víctimas del mal. (...) Entre estas personas descuella sobremanera Jorge Loring Oyarzábal, de vital trascendencia, y que le valió el ennoblecimiento al serle otorgado el título de Marqués de Casa Loring. Prueba inequívoca de su labor humanitaria en esta epidemia, amén de dicho título, es el sinnúmero de muestras de adhesión a su persona mediante testimonios dirigidos al Ayuntamiento de la ciudad, en donde se propugnaba la eficiente labor humanitaria en bien de las clases menos agraciadas.
Por ejemplo:
Excmo. Ayuntamiento Constitucional de esta Ciudad: (...)
Don Jorge Loring, no solamente ha sacrificado su reposo en aras de la humanidad doliente y afligida, sino que ha prestado su fortuna para darle pan al desgraciado. Muchísimas víctimas más habrían sucumbido al azote si él no hubiera puesto su persona y sus bienes. (...) Cuatro establecimientos de farmacia, por cuenta de este hombre eminentemente grande, preparaban las medicinas que se derramaban a manos llenas entre el pueblo, que al recibirlas, gratuitamente, bendecían el nombre de su bienhechor. (...)».


Jorge Enrique Loring Oyarzabal (1822-1900)

Además de sus virtudes humanitarias y cristianas, Jorge Loring Oyarzábal fue un hombre emprendedor.
Fue el promotor del ferrocarril Málaga-Córdoba.
En 1860 fundó una sociedad con su cuñado Tomás Heredia y Martín Larios para llevar a cabo la gigantesca obra de ingeniería, por lo accidentado del terreno por donde debía transcurrir, sobre todo la zona de El Chorro.
Se realizaron diecisiete túneles, ocho viaductos y dieciocho puentes, con un total de seis kilómetros lineales (Diario SUR: Málaga en el recuerdo, del 31 de enero de 1998, página 309).

En 1877 nace la compañía de ferrocarriles ANDALUCES fundada por Jorge Loring Oyarzábal y La Gándara.
Por los años 1940 los ferrocarriles ANDALUCES se unen a los de M.Z.A. (Madrid-Zaragoza-Alicante), y a los del NORTE y el OESTE para formar la actual RENFE.
A su dedicación a los ferrocarriles de Andalucía se debe que la plaza de la estación de la RENFE de Málaga lleve el nombre de LORING.
5.- Cuento todo esto porque creo que debo a Dios el tener un modo de ser activo y emprendedor heredado de mis antepasados.
6.- Mi padre, malagueño, ingeniero, se enamoró en Barcelona de mi madre viendo el cariño con el que acompañaba a mi abuela por el Paseo de Gracia.
Buscó un amigo que se la presentase, y se casó con ella.


Mi padre durante sus primeros vuelos

7.- Trabajaba en los Talleres Hereter de Barcelona. Aunque era una fábrica de automóviles, él construye un avión.
8.- Siendo novio iba a ver a mi madre a Malgrat, en avión, y pasaba volando, muy bajo, sobre el mar junto a la playa, saludando a la gente, con la admiración de todos.
Era un avión primitivo, con ruedas de bicicleta y motor de «mosquito», pero en 1918 ver un avión volando tan cerca era un acontecimiento.
9.- Después de casado se va a Madrid y levanta una fábrica de aviones, que más tarde se llamó AERONÁUTICA INDUSTRIAL (AISA).


Vista de la Fabrica antes de ser Aeronáutica Industrial

10.- Sobre la historia de esta fábrica Luis Utrilla escribió un breve artículo, pero muy bien hecho, en MÁLAGA, variaciones: 19(VII-98)25.
Luis Utrilla también ha publicado un libro, muy bien presentado, en unión de Carlos Herraiz, actual Director de AISA, que han titulado:
JORGE LORING: La pasión por la aeronáutica.
En éste libro se cuenta lo mucho que hizo mi padre por el desarrollo de la aviación en España.

Capítulo 2: Juventud y Vocación

1.- La afición de mi padre a la aviación le hacía meternos a toda la familia en un trimotor, todos los años, para llevarnos a veranear a Barcelona.
El hecho era tan insólito que salíamos en los periódicos.


Mi familia de vacaciones a Barcelona

El ABC de Madrid publicó una foto en la que estábamos delante de un «Junker» mis padres, una institutriz inglesa y todos los niños. La más pequeña en brazos el «ama». Yo, que era el mayor, tendría entonces diez años. Y más pequeños que yo, siete más.
Debajo de la foto ponía: «El conocido constructor de aviones, D. Jorge Loring, se desplaza a Barcelona, en avión, con toda su familia».
2.- De los vuelos en mi niñez recuerdo que cuando tuve la tosferina me curé volando sobre el Guadarrama.
Iba con el piloto de pruebas de la fábrica. El avión era abierto y yo de pie sobre el asiento, pues era muy pequeño y si no, no veía nada.
A la vuelta íbamos a saludar a su novia que vivía en el último piso de una casa de la calle Alfonso XII.
Enfilábamos la casa volando sobre el Retiro, a ras de los árboles. Cuando estábamos muy cerca, de repente, subíamos casi verticalmente. Si un día calcula mal, nos metemos en casa de su novia por el balcón.

Yo pasaba mucho miedo, pero no decía nada porque me daba vergüenza de parecer miedoso.
Hoy comprendo que tener miedo ante un peligro real no es ser cobarde sino prudente.

El que no tiene miedo ante un peligro real es un inconsciente.
El cobarde es el que tiene miedo sin tener motivo real.

3.- Estudié seis años en el Colegio de Ntra. Sra. del Pilar, de los marianistas de Madrid: desde la llegada de la República hasta nuestra guerra del 36.

De mis tiempos de colegio lo más notable que recuerdo es cuando Fernando Rein Loring hizo el vuelo Madrid-Manila en un avión fabricado por mi padre.
Fue una proeza nacional, pues ese vuelo en aquel tiempo era peligrosísimo.
Todos en el colegio hablaban de él.
Habían puesto un gran mapa con la ruta, y cada día se señalaba con una banderita la etapa realizada.
4.- Me hago de los Scouts Hispanos con otros compañeros del colegio. Allí recibo una formación patriótica y cristiana.

Para humillarme diré que me gustaba presumir ante las chicas con aquel flamante uniforme de sombrero canadiense, botas de clavos y cintas de colores colgando del hombro.
Para un adolescente, aquel flamante uniforme era motivo de presunción.


Aprendiendo a hacer nudos

Todos los domingos íbamos a la sierra.
A mí me entusiasmaban aquellas marchas cantando al ritmo de los pasos, aquellos juegos de rastreo en el monte, aquellas manualidades donde aprendías a hacer toda clase de nudos, para distintas necesidades. Etc.
Allí aprendí el amor a la disciplina, al compañerismo y a la servicialidad.

5.- Una de las cosas que nos inculcaban era la de hacer una BUENA OBRA CADA DÍA.
Movido por este propósito, un día me encuentro por la calle un chico de mi edad, de unos doce años, empujando un carrito por una cuesta muy empinada.
Se me ocurre ayudarle, pero me da vergüenza pues él iba con un «mono» y yo iba bien vestido.
Pero acordándome de la BUENA OBRA DIARIA, me vencí y me puse a empujar con él. Nunca olvidaré la mirada de gratitud que me dirigió.

6.- En verano asistía al campamento y tenía que hacer turnos de guardia por la noche, con la ronda por todo el campamento. Al principio pasé bastante miedo pensando en los lobos, pero me acostumbré a vencerlo para cumplir con mi deber.

7.- Una de las cosas que más agradezco a los «Scouts Hispanos» es los buenos amigos que allí encontré.
Es cosa sabida los funestos efectos de los malos amigos en la juventud.

Yo suelo decir esto:
«¡Qué mala suerte! ¡Todo lo malo se pega!».
Una mano limpia y otra sucia se estrechan y las dos salen sucias, no limpias.
Un enfermo le pega su enfermedad a un sano, pero el sano no le pega su salud al enfermo .
Una manzana podrida pudre a una sana, pero la sana no cura a la podrida.
¡Y es que todo lo malo se pega!

8.- En el verano de 1936, durante nuestra guerra civil, asesinan a mi padre en Madrid.
Tenía 46 años. Mi madre quedó viuda a los 36 años con ocho niños y arruinada: nos quitaron todo.


Mi padre en 1936

Aunque yo sólo tenía 14 años, como era muy alto, varias veces estuve a punto de que me enviaran al frente para defender Madrid. Incluso, en una ocasión, de que me fusilaran.

9.- Un día se presenta en mi casa un señor, que no conocíamos de nada, y le dice a mi madre:
- Su hijo Jorge corre peligro en Madrid. Si Vd. quiere yo la paso a la zona nacional.
Mi madre estuvo dudando de dejarme ir solo con 14 años, pero ante el peligro mayor que tenía en Madrid, me dejó marchar.
Me fui a Valencia, allí me embarqué a Marsella, y en tren a Hendaya. De allí pasé a Irún, y en tren, por Mérida y Sevilla llegué a Málaga a casa de unos primos.
A la doncella que me abrió la puerta le dije que era Jorge Loring, sin caer en la cuenta de que en aquella familia había otro Jorge Loring, primo mío, que había desaparecido en Madrid en los primeros días de la guerra.
Mi tía, al oír el nombre del que había llegado, creyó que era su hijo.
Al verme, se quedó contrariada pues esperaba ver a su hijo; pero enseguida reaccionó y me recibió como a su propio hijo.
Como yo estaba en 4º del bachillerato, quiso meterme en el Colegio de los jesuitas de EL PALO, donde estaban otros hijos suyos.
Llamó por teléfono al rector, que entonces era el P. Cuenca, y le explicó la situación.
El P. Cuenca le contestó que era imposible.
Pero nada más colgar el teléfono volvió a llamar y dijo:
- Mándemelo Vd.
Esta determinación fue decisiva para mi vocación de jesuita.

El P. Cuenca repetía muchas veces:
- Al colgar el teléfono después de mi negativa, me entró un remordimiento que tuve que rectificar enseguida.

10.- En el Colegio de EL PALO hice 5º, 6º y 7º del bachillerato.
En 7º curso tuve de profesor al P. José Antonio de Sobrino.
Con los recuerdos de este curso escribió BUSCANDO SU VIDA.
Fue una novela muy leída por la juventud de los años 40.
Terminado el bachillerato, me fui a Madrid para estudiar ingeniero del I.C.A.I.


Mi curso de 7° de Bachillerato

11.- Como después de la guerra mi madre quedó arruinada, para llevarle ALGÚN DINERO, en las vacaciones de verano, me metí en un negocio de exportación de pescado.
Por la mañana temprano me iba al muelle pesquero de Málaga para mandar pescado a un asentador de Madrid.
Como a mucha pesca le sacaban las vísceras, que estaban amontonadas en el suelo, aquello olía tan mal que ese olor me hizo aborrecer el pescado para siempre.
Fue un trabajo muy desagradable para mí, pero lo hacía con gusto, sintiéndome cabeza de familia de mis siete hermanos pequeños.


Última foto de familia, todos juntos

12.- Durante unas vacaciones del verano hice EJERCICIOS ESPIRITUALES en Torremolinos con el P. Granero, que había sido mi Padre Espiritual durante los últimos años del bachillerato que estudié en el Colegio de EL PALO de Málaga.
Salí convencido de que Dios me quería jesuita.

Las razones en que fundamenté mi vocación son éstas:
- La felicidad del hombre está en servir al prójimo.
- Si yo levanto la fábrica podré dar trabajo a varios centenares de hombres.
- Pero si me hago jesuita ayudaré a más hombres a salvar sus almas, lo cual es muchísimo mejor.
- Lo más grande que puedo hacer en la vida es colaborar con Cristo a la salvación de las almas.


Mi madre en el año de mi ordenación sacerdotal

Pero no me atrevía a decírselo a mi madre, pues después de la guerra quedamos arruinados. La fábrica quedó destruida con la guerra. Y yo era su esperanza. Éramos ocho hijos, yo el mayor, después seis niñas y mi hermano tenía nueve años.

Lo natural es que mi madre me hubiera dicho:
- ¿Cómo me vas dejar en estas circunstancias?
Sin embargo ella contestó:
- Jorge, si Dios te llama, vete; que a mí Dios no me abandona.
Y así fue.

El gerente de la fábrica de mi padre, que se llamaba Antonino Pita, era gallego y la guerra le cogió en Galicia. Como no habíamos sabido nada de él, pensábamos que habría muerto en el frente, pues era militar.

En el verano del 42 se presenta en mi casa y le dice a mi madre:
- La fábrica hay que levantarla de nuevo. Yo me encargo de ello.
Y la levantó antes y mejor de lo que yo hubiera podido hacer; pues él sabía muy bien la maquinaria que hacía falta y los obreros necesarios.
Mi madre siempre pensó que la aparición de este señor fue el premio de Dios por dejarme marchar.

Al estallar la guerra civil, en julio del 36, en la fábrica se estaban construyendo cien avionetas GP1, de Gil-Pazó, para la Aviación Militar.
Al aproximarse sobre Madrid las tropas de Franco, el Gobierno de la República mandó desmantelar la fábrica y trasladarla a Alicante.
Después de la guerra, Antonino Pita la levantó de nuevo formando una sociedad llamada Aeronáutica Industrial (AISA).
Empezó construyendo el camión AVIA y después se dedicó a reparar los Saboya 79 que habían volado durante la guerra civil.
También se fabricaron en serie aviones de prototipos propios, como las HM, diseñadas por el ingeniero Huarte Mendicoa, de las que se hicieron diez tipos distintos, y las I-115, de Iberavia, que dio muy buen resultado y de la que se construyeron varios centenares de aparatos.
Más adelante se han construido también nuevas modalidades de autogiro. Ha sido una continuación de los primeros autogiros que construyó mi padre para Juan de la Cierva, su amigo y compañero de estudios.

13.- En los años sucesivos de mi marcha al noviciado, se fueron marchando religiosas cinco de mis hermanas, y el último mi hermano Jaime, que también es jesuita.
Somos siete hermanos religiosos.
Sólo se casó la más pequeña, Carmina, que se quedó con mi madre.


Mi madre con mi hermana, Carmina

14.- En el cielo hay muchos santos anónimos, que no están en los altares.
Yo considero que entre ellos estará mi madre, pues su generosidad para con Dios fue heroica.
En la vida pasó por momentos muy difíciles, pero siempre puso su confianza en que Dios la ayudaría.
Y así fue.
Aunque murió con más de noventa años, con las limitaciones que lleva consigo una edad avanzada, siempre tenía la voluntad de Dios como el supremo de los valores, y esa fe la transmitió a sus hijos.
Yo creo que la fe que ella nos inculcó tuvo mucha parte en la llamada de Dios que después recibimos sus hijos.
Y esa fe hacía que hasta última hora su principal, preocupación era que nosotros fuéramos buenos religiosos.

Capítulo 2: Paciencia de Dios con los hombres

A nosotros la obligación de practicar la paciencia no nos viene de la soberbia humana, asombrada de la resignación canina, sino de la divina ordenación de una enseñanza viva y celestial, que nos muestra al mismo Dios como dechado de esta virtud 2. Pues desde el principio del mundo Él derrama por igual el rocío de su luz sobre justos y pecadores. Estableció los beneficios de las estaciones, el servicio de los elementos y la rica fecundidad de la naturaleza tanto para los merecedores como para los indignos. Soporta a pueblos ingratísimos, adoradores de muñecos y de las obras de sus manos; y que persiguen su nombre y a su familia 3. Su paciencia aguanta constantemente la lujuria, la avaricia, la iniquidad insolente, a tal punto que, por esta causa, la mayoría no cree en Él porque jamás lo ven castigando al mundo.

Capítulo 3: Noviciado y origen del PARA SALVARTE

15.- En el verano de 1941 ingresé en el noviciado de los jesuitas de El Puerto de Santa María.
Los jueves salíamos a la catequesis por distintos sitios.
A los 15 días de ponerme la sotana me mandaron a un cuartel.


Al entrar en el noviciado


Tenía que hablar a cincuenta soldados.
Al principio me temblaban las piernas, pero me acostumbré, y aquella experiencia me ayudó muchísimo para las conferencias a hombres a las que me dedicaría en el futuro.

16.- Tres años después me mandaron a hablar a los presos del penal. Fue bastante difícil contactar con aquellos hombres.
Fue un apostolado muy duro.
Recuerdo la impresión que me hacía cuando el funcionario me metía en la «Brigada de sangre», cerraba la puerta con llave y se marchaba. Los que estaban allí tenían delitos de sangre, y algunos habían matado sacerdotes.
Pero poco a poco iba logrando ser aceptado.
Me di cuenta del tremendo desconocimiento que tenían de la religión. Entonces se me ocurrió que era necesario hacer un catecismo de adultos, pues entonces, era el año 1942, sólo tenía el Ripalda y el Astete, inadaptado para hombres adultos.
Así nació el PARA SALVARTE.
Empecé resumiendo los PUNTOS DE CATECISMO del P. Vilariño, y los repartía fotocopiados.
Mis compañeros también utilizaban esas hojas en sus catequesis, y me daban sugerencias para completar y enriquecer el texto.

El mismo nombre de PARA SALVARTE se lo debo a un compañero.
Yo lo llamaba LA CADENA, pues era un COMPENDIO ENCADENADO DE LAS VERDADES DE LA RELIGIÓN CATÓLICA.
En cien frases numeradas estaba todo el dogma y toda la moral.
Cada frase numerada estaba enlazada con la anterior y con la siguiente.
Por eso era un COMPENDIO ENCADENADO que yo bauticé como LA CADENA.
Más tarde, siendo en Granada estudiante de teología, hice la primera edición impresa para repartirla a los soldados de aviación que oyeron mis conferencias de los jueves.

17.- La difusión de PARA SALVARTE ha sido espectacular.
Más de cincuenta ediciones con más de un millón de ejemplares en castellano, en vida del autor.
Esto es excepcional, según me dijo a mí el director del INSTITUTO DEL LIBRO ESPAÑOL.
Con varios títulos, son muchos los que han superado el millón en España. Pero de un solo título y en vida, no.

18.- Además se han hecho ediciones en Méjico, Perú y Chile.
Y traducciones al inglés, al portugués, al hebreo, al árabe y al gujerati en la India.
Hoy se está traduciendo al ruso en Moscú y al japonés en Tokyo.

19.- Voy a contar dos anécdotas.
Estando en Roma para hacer mi vídeo sobre la IDENTIFICACIÓN CIENTÍFICA DE LA TUMBA Y DE LOS RESTOS DE SAN PEDRO, pido una audiencia con el P. General de la Compañía de Jesús, el P. Kolvenbach, que es holandés y ha sido misionero muchos años en el Líbano.
Yo llevaba, para enseñarle en mi visita, un ejemplar de PARA SALVARTE, como la obra cumbre de mi vida.
Cuando lo ve, me dice:
- Ya lo conocía. He tenido en mis manos la traducción árabe en el Líbano.

20.- Providencial ha sido el modo de lograr la traducción al ruso.
Estando en Santander caso al hijo de un amigo mío.
A la boda viene de Chile un compañero del novio. Habían estudiado juntos en una universidad de Estados Unidos.
Estamos tomando el aperitivo en el Hotel donde se va a tener la cena.
Había más de cien personas.
Naturalmente yo no hablo con todos, sólo con el que tengo al lado.
Resulta ser el compañero chileno.
Empezamos a hablar y, naturalmente, al poco tiempo sale a relucir PARA SALVARTE.
Y le digo:
- Ahora que se ha hundido el telón de acero soviético, y que Rusia se abre a la fe, me gustaría traducir al ruso mi libro PARA SALVARTE para ayudar a la evangelización de Rusia.
Me dice:
- De eso me encargo yo. Tengo negocios en Rusia y voy con frecuencia a Moscú.
Efectivamente, me buscó un traductor ruso: un padre dominico que habla el español y que ya ha traducido la mitad del libro.
Considero una providencia de Dios encontrarme en Santander con uno que viene de Chile y que me busca en Moscú un traductor ruso para mi libro.

21.- La traducción al hebreo la ha hecho un judío, convertido al catolicismo en Palma de Mallorca, a quien mi libro le ayudó mucho a su conversión, y que lo utiliza en Israel para ayudar a los judíos que quieren convertirse.

22.- Antes de ordenarme sacerdote estuve dos años enseñando Física y Matemáticas en el colegio PORTACELI de Sevilla.


También me encargaron de los deportes.
Tengo la satisfacción de decir que el nombre de PORTACELI del colegio se debe a mí.Yo llevaba la revista del colegio. Se llamaba VILLASÍS, por la plaza donde estaba el colegio antiguo.
El nuevo colegio se levantó en unos terrenos que se llamaban LA HUERTA DEL REY.Yo tenía que cambiar el nombre de la revista.
Un día camino del nuevo colegio de LA HUERTA DEL REY leo el letrero de una calle que limitaba LA HUERTA DEL REY: CALLE PORTACELI.Me gustó el nombre para la revista.
A la comunidad del colegio también le gustó.
La revista se llamó PORTACELI, y el colegio también; porque el nombre oficial de Colegio del INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA era muy largo.


Mis alumnos del colegio Portaceli

Y me alegro muchísimo que el colegio de llame PORTACELI que significa LA PUERTA DEL CIELO, porque eso debe ser un colegio llevado por religiosos. Un colegio donde se enseñe el camino del cielo.
Pues limitarse a la cultura profana es incompleto. Eso lo puede hacer un colegio llevado por no religiosos. Lo nuestro es la formación religiosa. Enseñar el camino del cielo.
Por eso el colegio PORTACELI debe ser LA PUERTA DEL CIELO.

23.- En 1954 me ordené de sacerdote. Tenía 33 años.


Mi primera misa

Poco después se casó mi hermana Carmina, la más pequeña de los hermanos, que se quedó con mi madre. Los otros siete hermanos éramos religiosos.

Capítulo 4: En la factoría de Matagorda

1.-Siendo D. Germán García Monzón director de la CONSTRUCTORA NAVAL de Matagorda fue a pedirle al P. Cuenca, entonces Provincial de Andalucía, un Padre para trabajar con los obreros.
El P. Cuenca le contestó:
- Tengo el hombre, pero tiene Vd. que esperar un año, pues todavía no ha terminado su formación.
De esto me enteré mucho después por D. Germán.

2.- Cuando llegué a Cádiz para trabajar en la factoría de Matagorda estuve dudando si hacerme «sacerdote obrero» o Padre Espiritual.
Por aquel tiempo estaban de moda los sacerdotes obreros. Empezaron en Francia, pero enseguida fueron imitados en España.
Yo no lo tenía claro pues para ser obrero tendría que aprender algún oficio, y por otra parte me parecía que debería dedicar todo el tiempo al apostolado sin gastar tiempo en trabajos manuales.
Después de consultar con algunas personas me decidí por lo de Padre Espiritual.
Pasado el tiempo me convencí del acierto de mi elección, pues me faltaban horas al día para mi trabajo apostólico.
En una ocasión, hablando de esto con un obrero me dijo:
- Ha hecho Vd. muy bien. Para hacer tornillos ya estamos nosotros. Vd. denos lo que nosotros no tenemos.

3.-Los comienzos fueron muy duros.
Encontré un rechazo general.
Recuerdo la sensación de vacío cuando al volver de Matagorda en el remolcador, al llegar al muelle de Cádiz y soltar aquel río humano de mil hombres, yo llevaba un círculo de vacío a mi alrededor. Todos se alejaban de mí.
4.- Pasado el tiempo la cosa fue cambiando. Me fui ganando a los obreros poco a poco.
Era notable el éxito que tuvo mi «apostolado del saludo».
Yo saludaba a todo el mundo. Muchos no me contestaban.
Pero un hombre normal no puede estar negando el saludo a quien repetidamente le saluda.
Poco a poco fueron contestando a mi saludo.
Incluso era llamativo ver cómo se asomaban a la borda del barco para saludarme cuando yo entraba en canoa en la factoría, de pie saludando.

5.- El trabajo lo organicé así:
Durante la jornada de trabajo atendía a los obreros que venían a mi despacho.
Al principio venían pocos, pero después tenía cola en la puerta. Al terminar la jornada de trabajo iba a ver a los enfermos o a resolver problemas en las familias de los obreros que me lo pedían.
Doy gracias a Dios de lo mucho que me ayudó en este trabajo.
De los muchísimos obreros que asistí en la hora de su muerte sólo recuerdo de uno que no quiso confesarse.
No todos aceptaban confesarse desde el primer momento.
Algunos se resistían.
Pero después de varias visitas, se confesaban voluntariamente y morían muy tranquilos.
Sólo recuerdo de uno que se negó rotundamente y murió sin confesión.
Voy a contar dos anécdotas.
De los obreros que se confesaron a última hora, después de una vida apartada de Dios, recuerdo este caso:
Me avisaron de un hombre que estaba gravemente enfermo y había vivido muy apartado de Dios.
Fui a verle varias veces.
Al principio siempre me echaba de su casa con fuertes insultos.
Poco a poco me fue aceptando.
Por fin aceptó confesarse y recibir el viático.
Al decirle yo que se lo iba a llevar privadamente, me dijo:
- No. Con campanilla. Que todo el mundo se entere que muero como un cristiano.
En aquel tiempo era costumbre que el viático se llevara tocando la campanilla por la calle.
Este hombre se sentía tan feliz de morir como un cristiano, que quería que todo el mundo se enterase.
En otra ocasión me avisan los compañeros de un obrero que está grave, y voy a verlo.
Estoy un rato con él y digo a los presentes:
- Dejarme solo que tenemos que echar un parrafito.

Se van todos y me dice el hombre:
- Padre, cómo le agradezco que haya venido. Estaba deseando llamarle, pero no me atrevía para no asustar a mi familia.

Cuando ya me voy me dicen en la puerta:
- Padre, cómo le agradecemos que haya venido. Estábamos deseando llamarle, pero no nos atrevíamos para no asustar al enfermo.
Unos y otros deseando llamar al sacerdote, y por un miedo absurdo un hombre iba a morir sin confesión.
La asistencia espiritual es el mayor bien que se puede hacer a un familiar en la hora de la muerte.

6.- Mi trabajo en la factoría de Matagorda se difundió por Cádiz, y al poco tiempo vinieron los directores de otras factorías para que también me ocupara de ellas. Terminé atendiendo cinco factorías. Cada día de la semana iba a una: de lunes a viernes.

Capítulo 5: Apóstol de los obreros, en motocicleta.

7.-Como las factorías estaban situadas a lo largo de la bahía de Cádiz, para desplazarme yo tenía una moto.
Tuve varios accidentes sin importancia: un reventón de la rueda delantera, una mancha de aceite en una curva, etc.
Pero voy a contar el más grave, pues considero que Dios me ayudó a salvarme actuando con decisión y rapidez:
Iba yo por la carretera a unos 80 por hora. Vi un camión parado en el lado derecho que esperaba para cruzar. Yo pensaba que esperaría que yo pasase.
Cuando quedaban unos veinte metros, arrancó.
Yo pegué un frenazo, pero me iba contra el camión.
Di un salto y la moto se metió debajo del camión.
El conductor salió pálido. Se creía que yo estaba debajo.
Al verme en la cuneta me dijo:
- Perdone, Padre, no lo he visto.
- No me he hecho nada. Váyase antes de que llegue la policía.

Como yo llevaba casco y guantes sólo tenía rasguños en los guantes y un siete en el anorak.
Si no salto, me mato.


Anorak del "7"

8.- He cruzado España ocho veces en moto.
En uno de mis viajes en moto me llovió durante seis horas.
Aunque iba con casco y traje impermeable, el agua que me resbalaba por la cara se metía por el cuello y me llegó a los pies.
Cuando llegué a mi destino, al andar, iba saltando el agua que tenía dentro de los zapatos.
Moraleja: cosas pequeñas e inadvertidas pueden llegar a efectos insospechados.


Con esta Vespa recorrí más de cien mil kilómetros

9.- Durante veinticinco años he sido capellán, de las cinco grandes factorías de la bahía de Cádiz.
Cada día de la semana iba a una factoría.
En cada factoría tenía un despacho.
En la puerta ponía: PADRE ESPIRITUAL.
Una vez al mes tenía una conferencia a todo el personal que quería asistir. La asistencia era libre.
También una vez al mes daba una tanda de EJERCICIOS ESPIRITUALES, de cinco días, en una Casa de Ejercicios.

10.- De los EJERCICIOS ESPIRITUALES a obreros recuerdo una anécdota muy bonita.
La orientación de mis EJERCICIOS era apologética, pues pensaba que aquellos obreros necesitaban razones para creer.
Al terminar una tanda me dice un obrero:

- Gracias, Padre, por todo lo que nos ha dicho. Yo nunca me atreví a entrar en una iglesia, pues no sabía lo que había que hacer allí dentro. Pero ahora voy a entrar en la iglesia como en mi propia casa.
Este obrero hizo su PRIMERA COMUNIÓN en esos EJERCICIOS.
En otras tandas también varios obreros hicieron su PRIMERA COMUNIÓN.
Y es que mucha gente no ha tenido la suerte de tener una educación religiosa, y cuando tiene a mano un sacerdote que le ayude y le oriente lo agradece inmensamente.

11.- En una de mis conferencias en ASTILLEROS ESPAÑOLES, factoría de Cádiz, surgió mi entusiasmo por la SÁBANA SANTA.
Yo hablaba en el comedor donde podían comer mil hombres sentados.
Amontonando las sillas y poniendo quinientos bancos allí estarían unos cuatro mil hombres.
Tapadas la ventanas, el comedor se había oscurecido para poner las diapositivas de la SÁBANA SANTA.
Yo estaba en primera fila manejando el proyector.


Conferencia en los Astilleros de Cádiz

De repente se me ocurre:
- Parece que estoy solo. Tengo detrás cuatro mil hombres y no se oye una tos.
La gente estaba sobrecogida de emoción.
Esto me animó a seguir estudiando el tema y propagarlo por todas partes.
Los papeles de otras conferencias, una vez pronunciadas en todas las factorías, los rompía, pues eran temas circunstanciales.
Pero este tema lo he seguido estudiando, me he leído todo lo que sé que existe, he asistido a todos los CONGRESOS CIENTÍFICOS IN- TERNACIONALES sobre LA SÁBANA SANTA, y he pronunciado sobre el tema más de mil conferencias.
Por toda España, y en América desde Buenos Aires a Nueva York. Sólo en Nueva York, veinticinco veces; y en LOS ÁNGELES (California) una docena de veces.
Y todo surgió al ver el interés que despertó el tema en ASTILLEROS DE CÁDIZ.

Capítulo 6: Milagros en las factorías

12.- Hablando en la factoría CALVO SOTELO de Puertollano me ocurrió algo insólito.
El día anterior yo había hablado de los milagros de Jesucristo.
Cuando llego a la factoría, al día siguiente, un obrero me dice si le dejo hablar antes a él.
De momento dudé. Pensé que era un agitador.
Y le pregunté:
-¿De qué quieres hablar?
- Porque ayer Vd. habló de los milagros de Cristo, y a mí Cristo me ha hecho un milagro.
Cambié de opinión y pensé que era un lunático. Pero me parecía un hombre normal.
Le digo:
- Bien, sube y habla.
Empieza aquel obrero:
- Compañeros, ayer el Padre os hablaba de los milagros de Cristo. Pues Cristo a mí me ha hecho un milagro.

Yo miraba a sus compañeros por si advertía señales de burla.
Pero todos atendían con enorme interés.
Debía ser un obrero muy estimado por sus compañeros.

Y sigue él:
- Yo era leproso, y no lo sabía.
Los médicos me peloteaban de un sitio para otro, pero nadie me curaba.
Pero cuando me llevaron a Guadalajara y yo vi que todos los que allí estaban eran leprosos, comprendí lo que tenía.
Yo no quería que mis hijos me vieran como yo veía a aquellos enfermos.
Por la noche, cuando nadie me veía, me iba a la capilla y de rodillas le pedía al Señor:
- Señor, Tú puedes curarme. ¡Cúrame!

Un día al salir de la capilla, vi que habían desaparecido las manchas que yo tenía en los brazos.
Y enseñaba los brazos limpios.
Esta curación instantánea no parece deberse a la medicación, sino a la oración.

13.- Hablando de milagros, voy a contar otro.
Evidentemente que uso la palabra «milagro» en plan familiar.
En estas cosas, la última palabra la tiene la Iglesia, que es la encargada de declarar oficialmente si un hecho es realmente milagroso o no.
Uno de los días en que yo estaba en la factoría naval de Matagorda ocurrió un grave accidente de trabajo.
Se cayó de una grúa una pieza, y cogió debajo a dos hombres.
A uno lo mató, y al otro lo dejó gravemente herido.
¡Qué casualidad! ¡Eran hermanos!
Yo iba a visitar al herido a la clínica de San Rafael, en Cádiz.
Un día estaba yo haciendo consideraciones sobre la muerte del hermano, soltero, y el herido casado.
Estaban allí la mujer del herido y su suegra.


Astilleros de La Bazán en San Francisco (Cádiz)

Yo les animaba a dar gracias a Dios de haber conservado la vida del herido. Y me dice la suegra:
- Padre, nosotros tenemos mucha fe, porque a mí la Virgen me curó los ojos.
Honradamente quiero decir que yo no esperaba oír nada excepcional.
Más por educación y por caridad, por aquello de que a todo el mundo le gusta contar su caso, le pregunté:
- ¿Qué le pasó?
A las pocas palabras me quedé de piedra. Me dice la mujer:
- Mire, Padre, nosotros vivíamos en un cortijo en la carretera de EL PORTAL en EL PUERTO DE SANTA MARÍA.
Allí, entonces, no había luz eléctrica, y nos alumbrábamos con candiles de carburo. Un día me reventó en la manos el candil y me quemó los ojos. Me quedé ciega.
Me llevaban a curarme al Hospital de la Seguridad Social de Cádiz.
Me atendía el Dr. Pérez Llorca.

Un día le dice mi hija:
-Dígame si lo de mi madre tiene solución, pues estamos gastando en taxis un dinero que no tenemos, y si no tiene solución, lo dejamos y no venimos más.
- Siento decirle que lo de su madre no tiene solución. Esta ceguera es irreversible.
En frase de la familia tenía los ojos «como los de una pescadilla frita».
Y me dice la mujer:
- Mire, Padre, cuando yo le oí decir al médico que nunca más podría ver a mis hijos, me entro una pena y un dolor que yo no tenía consuelo.
La meten en un taxi y se la llevan a casa.
Y sigue la mujer:
- Estando yo en la cama, me acordé de la Virgen de Fátima, que entonces estaba recorriendo España, haciendo milagros. Y le dije con toda mi alma: «Madre mía Santísima, tú que eres tan milagrosa, que yo pueda volver a ver».
Al decir aquello sentí como un fuego que se me subía a la cabeza, como un fuego que se me salía por los ojos, y grité a mi hija: «¡Que yo veo! ¡Que veo luz!».
Viene la hija, le quita los esparadrapos, y tiene los ojos como nosotros.
Cogen un taxi y se van a ver al médico.
Cuando el Dr. Pérez Llorca ve entrar, a las tres de tarde, a aquella mujer con los ojos curados, que él, a las doce, había diagnosticado como ceguera irreversible, repetía:
- Esto no tiene explicación. Esto no tiene explicación.

La curación fue tan perfecta que ya no tuvo que emplear más las gafas que antes usaba.
Delante de mí, mientras la leía el relato de los hechos para que me diera su aprobación, ella estaba cosiendo y la vi enhebrar una aguja sin las gafas.
Me pareció que esto era un caso tan extraordinario que merecía la pena hacer un acta notarial para que conste en la historia.
Como habían pasado muchos años, empecé a localizar testigos por Paterna, Puerto Real, Puerto de Santa María, Jerez, etc.: hijos, hijas, nueras, yernos, vecinos etc. Reuní a dieciocho y los llevé ante un notario de El Puerto de Santa María.
Por cierto, que Dios me trajo también al Dr. Pérez Llorca, que entonces vivía en Madrid, pero que aquellos días había ido a ver a su familia residente en Cádiz.
Cuando le propuse ir a firmar, ante notario, la curación de aquella mujer, a la que él recordaba perfectamente, me dijo:
- Con mucho gusto firmo que soy testigo de aquella curación de una ceguera que yo había diagnosticado irreversible y que de ninguna manera se debió a la terapéutica empleada.
Cuando él firmó ante el notario, yo le dije a éste que añadiera la personalidad del doctor: Miembro de la Real Academia de Medicina Española, Presidente de la Sociedad Oftalmológica Española, treinta años catedrático de Oftalmología, y Medalla Arruga, que la tienen muy pocos oftalmólogos.
Este acta notarial se la llevé personalmente al Obispo de Fátima, con una peregrinación que fuimos desde Cádiz, para que conste en los archivos de los favores y milagros que Dios ha hecho por medio de la Virgen de Fátima.
Por cierto, que este relato lo publiqué en el DIARIO DE CÁDIZ, y al día siguiente de la publicación vino a verme un hombre que me dijo:

- Yo soy el taxista que hacía los servicios a la ciega.
Le pedí que también fuera él a firmar ante el notario, y así lo hizo.
A partir de este momento, Manuela Cortés Colmillo, que así se llamaba la mujer protagonista de este relato, continuó su vida normal hasta que le sobrevino la muerte el día 16 de julio de 1974.

14.- Y hablando de actas notariales de milagros, voy a contar otra anécdota.
Estaba yo en Zaragoza dando conferencias en la parroquia de Santa Engracia.
Un día se me ocurrió:
- Ya que estoy en Zaragoza me voy a acercar al Ayuntamiento a ver el acta notarial del milagro del cojo de Calanda.
En mis conferencias muchas veces relaté el milagro del cojo de Calanda, y siempre decía que en el despacho del alcalde de Zaragoza se encuentra el acta notarial de este milagro.
Así lo había yo leído en los libros, pero no había visto el acta.
Un día me voy al Ayuntamiento y el secretario del alcalde, muy amable, no sólo me enseñó el acta sino que me regaló una edición facsímil que guardo en mi poder.
El acta está en una vitrina en un rincón del despacho del alcalde.
Está firmada por veinticinco testigos.
El relato es el siguiente:
Miguel Juan Pellicer, veintitrés años, labriego de profesión.
Un día al volver del campo se cae del carro y una rueda le pasa sobre una pierna. Se la tienen que cortar y la entierran.
Le ponen una «pata de palo». Entonces no había la ortopedia que hoy tenemos.
Con la «pata de palo» no puede ir a trabajar al campo y se pone a pedir limosna en la puerta de la Basílica del Pilar en Zaragoza.
Así está dos años y medio.
Todo Zaragoza le conoce como «el cojo de Calanda». Calanda era su pueblo.
Pero el muchacho no quería ser mendigo toda su vida, y le pide a la Virgen del Pilar que él quiere trabajar.
Un día pasa por su casa un soldado. Como son pobres y no tienen cuarto de huéspedes acuestan al soldado en la cama de Miguel y a él le ponen un jergón a los pies de la cama de matrimonio de sus padres.
Miguel está cansado y se va a dormir el primero.
Cuando su madre se va a acostar da un grito.
Viene su marido.
Debajo de la manta que tapaba a su hijo, en lugar de una pierna, ve dos piernas.
Despiertan al muchacho.
- ¿Por qué me despertáis? Estaba soñando con la Virgen del Pilar.
- ¡Chiquillo, que tienes dos piernas!
- ¿Que tengo dos piernas?
Se pone de pie y tiene dos piernas.
Y todo Zaragoza que le había visto antes con la pierna cortada y la «pata de palo» le ve ahora con las dos piernas.
Y van al sitio donde habían enterrado la pierna cortada, y allí no hay nada.
Y la pierna que le ha crecido tiene la cicatriz de una mordedura de perro de cuando él era pequeño.
Todo esto consta en el acta notarial firmada por médicos, enfermeros, vecinos, etc. En total veinticinco firmas.
Cuando yo cuento este milagro suelo terminar así:
Los que no creen en Dios que me expliquen cómo a un muchacho le puede crecer, en una noche, una pierna que le cortaron hace dos años y medio.
Para los que creemos en Dios la solución es clara: se trata de un milagro.
Pero los que no creen en Dios sólo tienen la salida de negar el hecho.

Y yo les digo:
- Si no aceptas este hecho del cual tenemos acta notarial, tienes que reconocerte un ignorante total de historia.
¿Con qué derecho aceptas otros relatos de la historia de los que no tenemos documentación tan fidedigna como un acta notarial?

Capítulo 7: En Barcelona... las misiones populares

15.- En Barcelona hablaba yo en los Talleres Vulcano.
Estaba hablando de la Historicidad de los Evangelios.
Y se me ocurrió una cosa que me salió muy bien.
Yo hablaba un martes, y el domingo anterior habían jugado EL ESPAÑOL y el BARCELONA, los dos rivales en Primera División.
Creo que había ganado el BARCELONA por 3-2.
Les digo a los obreros:
- Si yo publico en el periódico la crónica del partido del domingo diciendo cómo el ESPAÑOL le metió 5-0 al BARCELONA...
Y me callo.
Lo que salió de aquella masa de mil obreros fue un rugido.
Cada uno hizo un comentario, pero aquello sonó como un rugido.
-¿Qué ha dicho el Padre? Si ganó el BARCELONA 3-2.
- Si yo estuve en el partido.
- Si yo lo oí por la radio.
Cada uno dijo una cosa, pero el murmullo general fue un auténtico rugido.
Y yo dije:
-Basta. ¿Habéis visto cómo no se puede engañar a los testigos de un acontecimiento?
Pues los Evangelios se escribieron cuando todavía vivían quienes habían conocido a Jesucristo y habían oído sus palabras.
Si no hubieran reflejado la verdad, hubieran protestado, como habéis protestado vosotros cuando os he cambiado el resultado del partido del domingo.
Pues no hay ni un sólo documento que rechace los relatos evangélicos.
Por el contrario hay muchísimos manuscritos de los que los copiaban a mano (entonces no había imprenta) y los guardaban como oro en paño, trasmitiéndolos de generación en generación. Pues veían en los relatos evangélicos fielmente relatado lo que ellos habían conocido.

16.- También en Barcelona hablé a los cargadores de muelle en el puerto.
Fue durante la misión de Barcelona.
El acierto de los organizadores fue el siguiente:
Los cargadores se reunían todos los días, a las ocho de la mañana, en un sitio determinado, donde iban los capataces a contratar los que necesitaban ese día.
Acordaron ir a contratar a las nueve en lugar de a las ocho.


Hablando a los cargadores en el muelle de Barcelona

Como los obreros estaban allí a las ocho, yo les hablaba de ocho a nueve. Ellos estaban formando corros. Muchos de espaldas. Pero todos en silencio escuchando.
He de decir, que según me dijeron, muchos de ellos llevaban el carnet del partido comunista entonces clandestino.
Y es que el hombre tiene, esencialmente, interés por lo religioso.
Este interés puede estar reprimido por motivos políticos, económicos o sexuales; pero ningún hombre normal puede prescindir de alguna inquietud por lo religioso.
Un día vino al muelle el Obispo Auxiliar, que entonces era Mons Narciso Jubany.
Quedó tan impresionado que me encargó las palabras finales de la misión de Barcelona.
Fue en la puerta de la Catedral, delante del Cristo de Lepanto y las autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
La multitud llegó a las cien mil personas. Nunca he tenido delante tanta gente.
Mis palabras fueron breves pero contundentes.


Clausura de la misión de Barcelona

Ésta fueron las ideas que expuse:
- La misión ha terminado.
- Los misioneros nos vamos.
- Pero la Verdad que os hemos predicado es eterna.
- No lo olvidéis.
- Adiós.

17.- Las MISIONES POPULARES han sido uno de mis principales apostolados.
He participado en más de cien MISIONES POPULARES.
He misionado con grandes misioneros como el P. Eduardo Rodríguez, el P. Enrique Huelin, el P. Vicente Gijón, etc.
La misiones más notables han sido la de Buenos Aires (dos mil misioneros), la de Barcelona (ochocientos misioneros) y la de Sevilla (quinientos misioneros).
A veces he sido alojado en casas señoriales, pero también he vivido en casas muy pobres. Recuerdo un pueblo donde las funciones del cuarto de baño tenía que hacerlas en el corral, entre las gallinas.

18.- Es de pena la tremenda ignorancia religiosa que hay sobre el valor de la Santa Misa.
Muchos dicen que no van a Misa porque no sienten nada.
Están en un error.
El cristianismo no es cuestión de emociones, sino de valores.
Los valores están por encima de las emociones y prescinden de ellas.
Una madre prescinde de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es para ella un valor.
Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Procura no perder ninguna, y va de buena voluntad.
La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. Tú vas al dentista voluntariamente, porque comprendes que tienes que ir; pero puede que no tengas ningunas ganas de ir.

Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa?
A nadie puede convencerle lo que no conoce. A quien carece de cultura, tampoco le dice nada un museo.
Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla. Hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas.

Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir.
Si la Misa fuera una diversión, sería lógico ir sólo cuando apetece.
Pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas y sin ganas.
No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece. A veces hay que ir sin ganas, porque tenemos obligación de ir.
Que uno fume o deje de fumar, según las ganas que tenga, pase. Pero el ir a trabajar no puede depender de tener o no ganas.
Lo mismo pasa con la Misa.
El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.

Muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa Misa.
En la misión de Torrevieja (Alicante), los misioneros nos alojábamos en un Hotel.
Yo hablaba en el casino a la juventud mayor de dieciséis años.
El P. Enrique Pardo a los bachilleres del Instituto.
Durante la comida nos dijo el P. Pardo:
-Hoy les he dicho a los estudiantes una cosa que les ha hecho impacto.
- ¿Qué?
-Hablando del valor de la misa les he dicho que si a mí me dieran un millón de pesetas para que dejara la Misa, dejaría el millón, no la Misa.
¡Pusieron unas caras de admiración!
Y yo le dije:
- ¡Magnífica idea! Yo haría lo mismo
Unos días después al decir yo esto en unas conferencias que estaba dando en Écija, el millón me pareció poco, y dije: diez, cincuenta, cien, mil millones, ni por todo el oro del mundo dejaría yo de decir una sola Misa.
Repartiendo mil millones de pesetas yo podría hacer mucho bien: pues ayudo más a la humanidad diciendo una Misa; pues los mil millones de pesetas tienen un valor finito, y la Santa Misa es de valor infinito.

Cuando sabes lo que vale una Misa, no te importan los sacrificios que tengas que hacer por no perderla.
En una ocasión viajaba yo de Barcelona a Sevilla en el tren expreso que en Barcelona llamaban «el sevillano» y en Sevilla «el catalán».
Salimos de Barcelona a las once de la noche.
Se llegaba a Sevilla a las seis de la tarde del día siguiente.
Por la mañana la gente del departamento sacaba sus bocadillos para desayunar.
Yo con mi libro, sin levantar cabeza.
Llegó el mediodía y la gente volvió a sacar sus bocadillos.
Y yo nada.
Al ver la gente que yo no tomaba nada, me ofrecían:
-Padre, ¿Quiere un bocadillo?
- No. Muchas gracias.
- Pero si no ha tomado nada desde que salimos de Barcelona.
Es que al llegar a Sevilla quiero decir Misa.
En aquel tiempo el ayuno eucarístico había que guardarlo desde las doce de la noche anterior. No se podía tomar ni un vaso de agua antes de la Misa.
Los del departamento se quedaron admirados.
Pero yo prefería no tomar nada y poder decir Misa al llegar.
En Sevilla, mientras llegué a mi casa, me duché y dije Misa, me dieron la nueve de la noche. Entonces desayuné, comí y cené, todo junto.
Me sacrifiqué un poco, pero dije Misa que vale mucho más.

19.- La misión más importante en la que he participado ha sido la misión de Buenos Aires.
La dirigió el jesuita malagueño P. Enrique Huelin.
Fuimos desde España dos mil misioneros en varios barcos.
Yo embarqué en Cádiz en el buque CABO SAN ROQUE de la Compañía Ybarra.
Me hice amigo del capitán.
Como la navegación duró quince días organizamos conferencias para la tripulación y los pasajeros en distintos sitios.
El haber hablado a los pasajeros me proporcionó amistades entre los pasajeros argentinos que después me ayudaron mucho durante la misión en Buenos Aires.
De esta navegación tengo una anécdota que he contado muchas veces.
Un día se oye por los altavoces:
«Señores pasajeros, acudan a sus camarotes, pónganse los chalecos salvavidas y reúnanse en el lugar allí indicado».
Detrás de la puerta del camarote había un cartel que ponía:
«En caso de emergencia, los pasajeros de este camarote subirán por la escalera nº TAL, saldrán a la cubierta TAL, y se reunirán en el punto TAL».
Efectivamente, al poco rato estábamos todos con nuestros chalecos salvavidas puestos, y reunidos en el punto indicado.
Las mujeres nerviosas y los niños llorando; pues aunque nos habían avisado que se trataba de un entrenamiento, el espectáculo era impresionante.

Yo suelo contar esta anécdota para decir que conviene entrenarse antes del momento de peligro, para que si éste se presenta, sepamos hacer las cosas bien.
Esto lo aplico al acto de contrición.
Conviene hacerlo con frecuencia para que nos salga bien si tenemos que hacerlo en un momento de peligro.

Capítulo 8: Misiones por el mundo entero

20.- Sobre el ACTO DE CONTRICIÓN tengo un vídeo que es de los que más gustan.
Lo titulo «SALIDA DE EMERGENCIA: el perdón de los pecados sin sacerdote».
En él explico un acto de contrición en tres palabras. Fácil de aprender y rápido de decir.
La razón es doble: muchos no saben el ACTO DE CONTRICIÓN; y otros no van a tener tiempo de decir el «Señor mío Jesucristo».

Que muchos no saben el acto de contrición es evidente.
Unos, porque no lo aprendieron nunca.
Otros, porque lo olvidaron.
Las mujeres, como se confiesan por la ventanilla, no sé lo que dicen mientras les doy la absolución.
Pero los hombres que los tengo delante, veo que muchos no saben el «Señor mío Jesucristo».
Mientras les doy la absolución, dicen:
- Mu, mu, mu, mu....
Cuando yo digo AMÉN, ellos dicen AMÉN. Pero no han dicho nada.
Otros se equivocan.
Empiezan rezando: «Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador...»
Y se atrancan.
Vuelven atrás y comienzan de nuevo.
Pero vuelven a atrancarse.
Comienzan de nuevo, toman impulso y saltan el obstáculo.
Pero siguen con el CREDO: «Creador del cielo y de la tierra...».
¡Una catástrofe!
Y es que no saben bien el «Señor mío Jesucristo».

Otros no van a tener tiempo de rezarlo en el momento de peligro.
Hablaba yo a paracaidistas en Alcalá de Henares.
Les expliqué el ACTO DE CONTRICIÓN en tres palabras para momentos de peligro.
Al final, en el corro de soldados que se acercaron me dice uno:
- Padre, si llego yo a saber eso el día que no se me abrió el paracaídas. Si ese día empiezo el «Señor mío Jesucristo», antes de terminar estoy en el suelo.
En el último momento se le abrió el paracaídas y por eso puede contarlo.

21.- El ACTO DE CONTRICIÓN que enseño en tres palabras es éste:
DIOS MÍO, PERDÓNAME.
Lo explico brevísimamente:
La esencia del acto de contrición es pedir perdón a Dios por amor.
El amor está en el MÍO.
El posesivo MÍO es amoroso.
Cuando una madre le dice a su niño «cielo mío» es porque lo ama.
Pero una madre no le dice a su niño: «cielo de Constantinopla».
Eso será geografía o meteorología, pero no amor.
«Cielo mío» sí es amor.
El amor está en el MÍO.

22.- Este acto de contrición, en tres palabras, suelo recomendar rezarlo todas las noches, después de las tres avemarías antes de acostarse.
Por dos razones:
Una, para que nos acordemos de hacerlo, en caso de peligro.
Y otra, por si nos morimos esa noche.
Esto es posible, aunque no sea probable.
Pero muchos se acostaron haciendo planes para el día siguiente, y no volvieron a despertarse.
Estaba yo dando conferencias en Barcelona en el CLUB ECUESTRE, que está en la calle Balmes esquina a la Diagonal.
Me llevaban en coche.
Al pararnos en un semáforo, leí el letrero de la calle: CALLE CAPITÁN ARENAS.
Y pregunté:
- ¿Ésta es la calle donde se hundió una casa por una explosión de gas?
- Sí. Aquí fue.
Una noche, a las tres de la madrugada, una explosión de gas, y se hunde un edificio de muchísimas plantas. Todos los vecinos muertos.
Esto no pasa todos los días, pero noticias similares las leemos con frecuencia en los periódicos.
Conviene estar preparados, porque nunca se sabe.

23.- Anécdotas de misiones tengo muchas. Voy a contar una.
Hablaba yo a la juventud en un cine.
El cine estaba abarrotado de chicos y chicas.
De repente se fue la luz.
Nos quedamos a oscuras y sin micrófono.

El natural griterío que se formó fue apagándose poco a poco a mis voces de ¡SILENCIO!, ¡SILENCIO!
Cuando todos se callaron les dije:
- Mirad, tenemos dos opciones.
Una: Punto final y todos a la calle.
Otra: Yo sigo hablando sin micrófono. Pero para esto tenéis que prometerme un silencio absoluto.
- ¡Sí!, ¡Sí!, ¡Sí!
Y seguí hablando a oscuras.
Menos mal que la luz volvió pronto, pues aquella situación no podía durar mucho.
Aunque no creo que esto lo lea ninguno de los allí presentes, quiero expresar lo agradecido que les quedé, pues aquella situación, para mí fue muy complicada.
Quiero decir que la juventud siempre se ha portado muy bien en mis conferencias.
Sólo recuerdo una vez que se metió en el cine un grupo de gamberros
para reventar el acto. Pero la mayoría se puso de mi parte y se callaron.

24.- Me acuerdo de otra anécdota en la misión de Valdepeñas.
Hablaba yo a hombres en un cine durante diez días.
El viernes entraron unos universitarios que estudiaban en Madrid.
Al final de mis conferencias siempre ofrezco un coloquio para que me hagan preguntas.


Uno pide la palabra y suelta un mitin.
Yo aguanto hasta que termina.
Al poco rato vuelve a pedir la palabra y suelta otro mitin.
Yo empiezo a molestarme.
Por tercera vez pide la palabra, entonces le digo:
- Oye, estos hombres han venido a oírme a mí. El día que tú quieras exponer tus ideas convocas a los hombres que quieran oírte a ti. Y ahora te sientas.
Aplauso general.
Se sentó y no volvió a pedir la palabra.
Después me dijeron que era un niñato engreído.
Lo que yo tenía claro es que no debía permitir que nadie se aprovechase de mi público para soltar un mitin político.

25.- De mis conferencias en cines durante las MISIONES POPULARES voy a contar dos casos insólitos.
En la misión de Benavente (Zamora), tuve que cerrar las puertas del cine antes de empezar.
El cine estaba abarrotado. El vestíbulo del cine lleno de juventud, que no veía, pero oía por los altavoces.
Y en la calle un montón de jóvenes alborotando porque querían entrar y no se podía.
Tuve que decir que cerraran las puertas del cine antes de empezar a hablar.

26.- Otro caso insólito me pasó en Logroño.
Iba a hablar yo en el Aula de Cultura Gonzalo de Berceo.
Pues empecé media hora antes de la anunciada.
El salón estaba abarrotado, y como no cabía más gente, salí al escenario y dije:
- Falta media hora para comenzar, pero como aquí no cabe más gente, si quieren empezamos ya.
- ¡Sí!, ¡Sí!
Y comencé media hora antes de lo anunciado.
A los de la calle que no pudieron entrar les prometí que al día siguiente repetiría la conferencia.
Esto que acabo de contar me da pie para decir que siempre he dado gracias a Dios por lo mucho que me ha ayudado en mi trabajo apostólico, pues con la misma actuación por mi parte, podía haber tenido los cines vacíos.

27.- El auditorio más original lo he tenido en las minas de Asturias.
Un auditorio de hombres desnudos.
Hablando con los organizadores, viendo las dificultades por los turnos de trabajo y falta de local apropiado, decidimos que el momento mejor para mi conferencia era en las duchas mientras se duchaban, pues las duchas eran comunes y había un sitio para subirme.
Y así lo hice.
Me quedé sorprendido de que a pesar del ruido del agua y de la actividad que estaban realizando, se notaba que estaban atendiendo.

28.- En Asturias hable también en la Siderúrgica de Avilés, ENSIDESA.
Entonces tenía quince mil obreros.
Como no era posible reunirlos todos en ningún sitio, yo hablaba todos los días en cuatro sitios distintos: baterías de cok, laminación en frío, automóviles, ingenieros en la biblioteca (había más de cien), etc.
Un día que yo había hablado de la velocidad del progreso técnico, que en un siglo había avanzado más que en los diecinueve anteriores, al final se me acerca un ingeniero y, para confirmar esta idea, me dice:
- Mire, Padre, la velocidad del progreso técnico.
En Dunquerque (Francia) se inaugura una siderúrgica. Pues el mismo día de la inauguración ya se ha quedado antigua, pues se acababa de descubrir el método de la colada continua que volvía anticuada toda la maquinaria que se estaba inaugurando.

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