lgunas jaculatoria

Las jaculatorias son oraciones vocales breves que ayudan a mantener la presencia de Dios a lo largo del día. Son palabras de amor, expresión de cariño vivo que salen naturales. Aparte de las que salgan espontáneamente, podré ser muy bueno aprenderse algunas de memoria.

Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro.
Un corazón contrito y humillado, ¡oh Dios!, Tú no lo desprecias.
Para Dios toda la gloria.
Para los que aman a Dios, todo es para bien.
Porque tú eres, oh Dios, mi fortaleza.
Conviene que Él crezca y yo disminuya.
Aquí me tienes, porque me has llamado.
Santa María, esperanza nuestra, asiento de la sabiduría, ruega por nosotros.
Santa María, esperanza nuestra, esclava del Señor, ruega por nosotros.
Santa María, estrella de Oriente, ayuda a tus hijos.
Todo lo puedo en aquel que me conforta.
Creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad.
Te doy gracias por todos tus beneficios, también por los ignorados.
En ti, ¡oh Dios!, confío; no sea yo nunca confundido.
Auméntanos la fe.
¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí, que soy pecador!
Jesús, Jesús, sé para mí siempre Jesús.
Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo.
¡Señor, que vea!
Señor, ¿qué quieres que haga?
Santa María, Madre del amor hermoso, ayuda a tus hijos.
Señor mío y Dios mío!
No se haga mi voluntad, sino la tuya.
Corazón sacratísimo de Jesús, danos la paz.
Corazón dulcísimo de María, prepárame un camino seguro.
Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. Amén
Señor, Dios mío: en tus manos abandono lo pasado y lo presente y lo futuro, lo pequeño y lo grande, lo poco y lo mucho, lo temporal y lo eterno.
Dios mío, te amo… pero ¡enséñame a amar!
Señor, tómame como soy, pero haz que sea como Tú quieres que sea.
Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor (Santo Tomás Moro, antes de su martirio).
Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Muestra que eres madre.

8. El examen de la noche

Como quien hace un balance del día, convendrá dedicar unos minutos al examen de conciencia, por la noche, antes de retirarte a descansar.

En la presencia de Dios, reconociendo su grandeza puedes pedir con humildad: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”.

Invocando al ángel custodio, le pedirás que te consiga las gracias necesarias para descubrir tus virtudes y defectos: lo que he hecho bien, lo que he hecho mal y lo que podía haber hecho mejor.

Examínate con sinceridad: — ¿Me he acordado con frecuencia que Dios es mi Padre? ¿Le he ofrecido mi trabajo? ¿He aprovechado el tiempo? ¿He rezado con pausa y atención? — ¿He procurado hacer la vida agradable a los demás? ¿He criticado a alguien? ¿He perdonado? ¿He rezado y ofrecido sacrificios por la Iglesia, por el Papa y por todos aquellos que el Señor ha puesto cerca de mí? — ¿Me he dejado llevar por la sensualidad? ¿Por el orgullo? — ¿Qué propósito concreto querría Dios que hiciera para mañana?

Como manifestación del arrepentimiento puedes rezar el acto de contrición pidiendo perdón al Señor.

Muy conveniente será concretar un propósito para el próximo día. Por ejemplo: - Alejarme de ciertas tentaciones. – Evitar faltas específicas. - Esforzarme por practicar alguna virtud. - Aprovechar las ocasiones que se presenten para mejorar.

Una forma de finalizar es rezar tres Avemarías a la Virgen Santísima, pidiéndole la virtud de pureza para vos y para tus seres queridos.

 

 

Ordenación con San Juan Pablo II 1990

Con San Josemaría 16 de junio de 1974

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