raciones y devociones en honor a la
Santísima Trinidad

1.1. La Señal de la Cruz
1.2. El Padrenuestro
1.3. El Gloria
1.4. El Credo
] 1.5. El Himno Te Deum
1.6. El Trisagio Angélico
1.7. El Símbolo Atanasiano (Quicumque)
1.8. El Himno Veni Creator Spiritus
1.9. Ven, Espíritu Santo

1.1. La Señal de la Cruz

“El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades” (CIC 2157).

Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos
líbranos Señor, Dios nuestro.  

En el nombre del Padre,
y del Hijo,
y del Espíritu Santo.

Amén.

1.2.El Padrenuestro

“En el Padre Nuestro, las tres primeras peticiones tienen por objeto la gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal. Con el “Amén” final expresamos nuestro “fiat” respecto a las siete peticiones: ‘Así sea’” (CIC 2857 y 2865).

Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase Tu voluntad, en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

1.3. El Gloria

La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas (CIC 2628).

El Gloria se recitaba ya en los primeros siglos del Cristianismo, acaso basado en el mandato de Cristo: Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Fue fórmula de profesión de fe contra las herejías de Arrio (negaba la divinidad del Hijo) y de Macedonio (negaba la divinidad del Espíritu Santo).

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.  

Como era en el principio,
ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos.
Amén.

1.4. El Credo

Desde su origen la Iglesia apostólica expresó y transmitió su propia fe en fórmulas breves y normativas para todos (CIC 186). Se llama a estas síntesis de la fe “profesiones de fe” porque resumen la fe que profesan los cristianos. Se les llama “Credo” por razón de que en ellas la primera palabra es normalmente “Creo”. Se les denomina igualmente “símbolos de la fe” (CIC 187).

El Símbolo se divide en tres partes: primero habla de la primera Persona divina y de la obra admirable de la creación; a continuación, de la segunda Persona divina y del Misterio de la Redención de los hombres; finalmente, de la tercera Persona divina, fuente y principio de nuestra santificación (CIC 190).

Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.  
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.  
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.  
Amén.

1.5. El Himno Te Deum

La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es (CIC 2639). La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor (Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia, cantamos en el Te Deum) y con ella somos impulsados y llevados a confesar también: “creo”, “creemos” (CIC 168).

El Te Deum es un himno de alabanza compuesto en latín al principio del siglo V. Atribuido a Nicetas de Remesiana y a San Ambrosio de Milán. Se ha recitado o cantado desde el siglo VI como parte del Oficio Divino y como acción de gracias.

1. A Ti, oh Dios, te alabamos; a Ti, Señor, te reconocemos.
2. A Ti, Eterno Padre, te venera toda la creación.
3. Los ángeles todos, los cielos y todas las potestades te honran.
4. Los querubines y serafines te cantan sin cesar:
5. Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios del Universo.
6. Los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.
7. A Ti te ensalza el glorioso coro de los Apóstoles,
8. A Ti te ensalza la multitud admirable de los Profetas,
9. A Ti te ensalza el blanco ejército de los Mártires.
10. A Ti la Iglesia Santa extendida por toda la tierra, te proclama:
11. Padre de inmensa majestad,
12. Hijo único y verdadero, digno de adoración,
13. Espíritu Santo Paráclito.
14. Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
15. Tú eres el Hijo único del Padre.
16. Tú, para liberar al hombre, aceptaste la condición humana, sin desdeñar el seno de la Virgen.
17. Tú, rotas las cadenas de la muerte, abriste a los creyentes el Reino del Cielo.
18. Tú te sientas a la derecha de Dios en la gloria del Padre.
19. Creemos que un día has de venir como Juez.
20. Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa Sangre.
21. Haz que en la gloria eterna nos asociemos a tus Santos.
22. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad.
23. Sé su Pastor y ensálzalo eternamente.
24. Día tras día te bendecimos.
25. Y alabamos tu Nombre para siempre, por eternidad de eternidades.
26. Dígnate, Señor, en este día guardarnos del pecado.
27. Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
28. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
29. En Ti, Señor, confié, no me vea defraudado para siempre.

V. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres. R. Y digno de alabanza, y glorioso por los siglos.
V. Bendigamos al Padre, y al Hijo con el Espíritu Santo. R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
V. Bendito eres Señor en lo mas alto del cielo. R. Y digno de alabanza, y glorioso y ensalzado por todos los siglos.
V. Bendice, alma mía, al Señor. R. Y nunca olvides sus muchos beneficios.
V. Señor, escucha mi oración. R. Y llegue a Ti mi clamor.
Los sacerdotes añaden: V. El Señor esté con vosotros. R. Y con tu espíritu. 

Oremos : Oh Dios, cuya misericordia no tiene número, y los tesoros de tu bondad son infinitos: damos gracias a tu piadosísima Majestad por los dones recibidos, rogando siempre a tu clemencia que, pues concedes lo pedido en la oración, no nos desampares, sino que nos hagas dignos de los premios futuros.

Oh Dios, que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos.

Oh Dios, que no permites sea afligido en demasía cualquiera que en Ti espera, sino que atiendes piadoso a nuestras súplicas: te damos gracias por haber aceptado nuestras peticiones y votos, suplicándote piadosísimamente que merezcamos vernos libres de toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo… R. Amén.

1.6. El Trisagio Angélico  

El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo (CIC 261).

La fiesta, que se celebra el domingo después de Pentecostés, fue establecida para todo Occidente en 1134 por el Papa Juan XII. El Trisagio Angélico se reza durante tres días, empezando el viernes antes de esta fiesta. Es una oración de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. R. Amén.
V Abrid, Señor, mis labios, R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. ¡Señor, ven en mi auxilio!, R. Y apresúrate a socorrerme.
V. Gloria al Padre... R. Como era en un principio...  

Decenas: Se procede del siguiente modo: en primer lugar, dicen todos la deprecación “Santo Dios”; después, como de costumbre, alternan la oración dominical el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) y los demás; a continuación, se repiten nueve veces los versos siguientes, diciendo el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) “A Ti la alabanza” y respondiendo todos “Santo”; al terminar se añade Gloria al Padre.

Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten misericordia de nosotros.
Padre nuestro…

V. A Ti la alabanza, a Ti la gloria, a Ti hemos de dar gracias por los siglos de los siglos, ¡oh Trinidad Beatísima! R. Santo, Santo, Santo Señor Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.  

V. Gloria al Padre... R. Como era en un principio...

Las otras dos decenas se dicen del mismo modo, comenzando por las palabras “Santo Dios”, etc. Al terminar la última decena, todos dicen la siguiente:  

Antífona: A Ti Dios Padre no engendrado, a Ti Hijo unigénito, a Ti Espíritu Santo Paráclito, santa e indivisa Trinidad, con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos: gloria a Ti por los siglos de los siglos.

V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo. R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.  

Oremos : Omnipotente y sempiterno Dios, que en la confesión de la fe verdadera has concedido a tus siervos reconocer la gloria de la Trinidad eterna y adorar la Unidad en el poderío de la majestad: te pedimos que, por la firmeza de nuestra fe, nos veamos siempre libres de toda adversidad. Por Cristo Nuestro Señor. R. Amén.

Terminada la oración, todos añaden:

Líbranos, sálvanos, vivifícanos, ¡oh Trinidad Beatísima!

1.7. El Símbolos Atanasiano (Quicumque)  

El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bianaventurada Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad (CIC 260).

El Símbolo Atanasiano fue atribuido a Atanasio de Alejandría (+373) pero muy probablemente es posterior al siglo IV. Escrito en latín, es un resumen didáctico de la doctrina cristiana, y se centra especialmente en el dogma de la Santísima Trinidad. Puede rezarse y meditarse una vez al mes, especialmente en el tercer domingo, como signo de adoración y alabanza a la Trinidad Beatísima.

Ant.: Gloria a Ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre (T. P. Aleluya).  

1. Todo el que quiera salvarse, es preciso ante todo que profese la fe católica:
2. Pues quien no la observe íntegra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente.
3. Y ésta es la fe católica: que veneremos a un solo Dios en la Trinidad Santísima y a la Trinidad en la unidad.
4. Sin confundir las personas, ni separar la substancia.
5. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo.
6. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad, les corresponde igual gloria y majestad eterna.
7. Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal el Espíritu Santo.
8. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
9. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
10. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
11. Y sin embargo no son tres eternos, sino un solo eterno.
12. De la misma manera, no tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.
13. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
14. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino un omnipotente.
15. Del mismo modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
16. Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
17. Así el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor.
18. Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.
19. Porque así como la verdad cristiana nos obliga a creer que cada persona es Dios y Señor, la religión católica nos prohibe
que hablemos de tres Dioses o Señores.
20. El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado.
21. El Hijo procede solamente del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
22. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
23. Por tanto hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
24. Y en esta Trinidad nada hay anterior o posterior, nada mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí.
25. De tal manera que, como ya se ha dicho antes, hemos de venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.
26. Por tanto, quien quiera salvarse es necesario que crea estas cosas sobre la Trinidad.
27. Pero para alcanzar la salvación eterna es preciso también creer firmemente en la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.
28. La fe verdadera consiste en que creamos y confesemos que Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.
29. Es Dios, engendrado de la misma substancia que el Padre, antes del tiempo; y hombre, engendrado de la substancia de su Madre Santísima en el tiempo.
30. Perfecto Dios y perfecto hombre: que subsiste con alma racional y carne humana.
31. Es igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.
32. El cual, aunque es Dios y hombre, no son dos cristos, sino un solo Cristo.
33. Uno, no por conversión de la divinidad en cuerpo, sino por asunción de la humanidad en Dios.
34. Uno absolutamente, no por confusión de substancia, sino en la unidad de la persona.
35. Pues como el alma racional y el cuerpo forman un hombre; así, Cristo es uno, siendo Dios y hombre.
36. Que padeció por nuestra salvación: descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
37. Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
38. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos.
39. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.
40. Ésta es la fe católica, y quien no la crea fiel y firmemente no se podrá salvar.
Gloria al Padre...  

Ant.: Gloria a Ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre (T. P. Aleluya).

 V. Señor, escucha mi oración. R. Y llegue a Ti mi clamor.

Los sacerdotes añaden: V. El Señor esté con vosotros. R. Y con tu espíritu.

Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad: haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

1.8. El Himno Veni Creator Spiritus

Creer en el Espíritu Santo es profesar que el Espíritu Santo es una de las Personas de la Santísima Trinidad (CIC 685).

La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo del Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles en su Comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para reconducirlos a la Comunión con Dios, para que den mucho fruto (CIC 737).

Ven, Espíritu Creador, visita las mentes de los tuyos; llena de gracia celestial los corazones que Tú creaste.
Tú, llamado el Consolador Don del Dios Altísimo, Fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.
Tú, con tus siete dones, eres fuerza de la diestra de Dios.
Tú, el prometido por el Padre; tu palabra enriquece nuestros labios.
Enciende tu luz en nuestras mentes, infunde tu amor en nuestros pechos, y a la debilidad de nuestra carne vigorízala con redoblada fuerza.
Al enemigo ahuyéntalo bien lejos, danos la paz cuanto antes; yendo Tú delante como guía sortearemos todos los peligros.
Que por Ti conozcamos al Padre, conozcamos igualmente al Hijo y en Ti, Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo.

V. Envía tu espíritu y todo será creado. R. Y se renovará la faz de la tierra.

Oremos: Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.  

1.9. Ven Espíritu Santo

La forma tradicional para pedir el Espíritu es invocar al Padre por medio de Cristo nuestro Señor para que no dé el Espíritu Consolador. Jesús insiste en la petición en su Nombre en el momento mismo en que promete el don del Espíritu de Verdad. Pero la oración más sencilla y más directa es también la más tradicional: “Ven, Espíritu Santo”, y cada tradición litúrgica la ha desarrollado en antífonas e himnos (CIC 2671):

Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor
(Cf. Secuencia de Pentecostés).
 

Rey celeste, Espíritu Consolador, Espíritu de Verdad,
que estás presente en todas partes y lo llenas todo,
tesoro de todo bien y fuente de la vida,
ven, habita en nosotros, purifícanos y sálvanos,
Tu que eres bueno
(Liturgia bizantina, Tropario de vísperas de Pentecostés)

Ordenación con San Juan Pablo II 1990

Con San Josemaría 16 de junio de 1974

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