n plan de vida muy completo

A continuación se enumeran una serie de prácticas de piedad que pueden servir para concretar algunos propósitos personales o apostólicos.

El amor a Dios no crece, necesariamente, por el simple hecho de acumular devociones; pero, el amor a Dios, igual que el amor a cualquier persona, debe manifestarse en realidades concretas. Cada uno vivirá su piedad como Dios se lo dé a entender. Ahora presentamos un posible plan de vida.

El primer paso

Volver es el primer paso que debe dar el cristiano que se ha alejado de su Padre Dios. La conversión del corazón se realiza ordinariamente en el marco del Sacramento de la Reconciliación.

El Sacramento del Perdón

Para hacer una buena confesión es conveniente:

Pidiéndole gracias a Dios, prepararse mediante un examen de conciencia.

Buscar una verdadera contrición que lleve al alma al dolor por el pecado cometido.

Confesar al sacerdote los pecados; sin callar ninguno grave por vergüenza.

Cumplir la penitencia dada por el confesor.

La mejor manera de comenzar

La mejor manera de ir y volver a Dios es con Su Hija, Madre y Esposa: la Virgen María. Con Ella podemos empezar y terminar cada día.

El ofrecimiento del día

Teniendo a la Virgen como intermediaria podemos ofrecer el día a Dios al levantarnos por la mañana. Podemos hacerlo con nuestras palabras o con alguna oración. Un par de oraciones podrían ser: el “Bendita sea tu pureza...” o el “Oh Señora mía, oh Madre mía...”.

A lo largo del día convendrá renovar este ofrecimiento. Por ejemplo: al comenzar y finalizar el trabajo, al sentir el peso del cansancio o la satisfacción del deber cumplido, etc.

Las oraciones de la noche

Muchos cristianos han aprendido las oraciones vocales de labios de su madre. De modo que uno podrá comenzar y terminar el día con las oraciones que le sean más gratas.

Una costumbre muy difundida es terminar el día rezando tres Ave Marías pidiendo a la Virgen la virtud de la pureza cristiana.

El valor de las “cosas pequeñas”

La santidad no consiste en hacer cosas cada vez más difíciles. Sí, en cambio, en tratar de cumplir –cada día- las propias responsabilidades con más amor.

El Señor ha prometido “mucho” a quien es fiel en lo “poco”. Es muy grato a Dios el esfuerzo que se pone en cuidar los detalles (orden, puntualidad, prolijidad...) en el trabajo, en la piedad, en la vida en familia, etc.

La Filiación Divina

La dignidad que supone ser –¡realmente!- hijo de Dios se manifestará: en el abandono confiado a su providencia, en la paz ante los problemas y dificultades, en ver en la Cruz una señal de predilección, etc.

Es muy conveniente considerar con frecuencia esta realidad: ¡Dios se mi Padre!

Como buenos hijos, pediremos perdón y volveremos a luchar después de una caída.

La Misa Dominical

El cumplimiento del tercer mandamiento de la ley de Dios debería ser una amorosa obligación.

A la Misa no se va a “sentirse bien” (aunque uno se sienta bien cuando va a Misa) sino a adorar a su Dios, a darle gracias, a pedirle perdón y ayuda.

Quien poco conoce la Misa, poco puede amarla. Conviene profundizar en el conocimiento del Misterio de la renovación incruenta del sacrificio de la cruz.

La Sagrada Eucaristía

La Hostia Santa contiene verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangra, juntamente con el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Debe fomentarse el “hambre” para recibirla y el tiempo para estar con Él.

Algunas devociones: la Comunión frecuente, la Adoración y Bendición, la Visita al Santísimo, la Comunión Espiritual, el Adore te Devote, la Fiesta y Procesión del Corpus Christi.

La oración mental o meditación

El diálogo con Dios es un medio fundamental para conocerlo, escucharlo y amarlo. Es imprescindible encontrar todos los días unos momentos para charlar con Él las inquietudes que llevamos en le corazón: alegrías, tristezas, éxitos, fracasos, ambiciones, proyectos...

El examen diario

El examen de conciencia de la noche, que puede hacerse antes de dormir, ayudará: a conocerse, a pedirle perdón a Dios por las faltas y pecados y a formular un propósito de lucha para el día siguiente.

Sólo unos pocos minutos (tres o cuatro, por ejemplo) pueden alcanzar para ver como se ha vivido el día. El examen diario es muy muen antídoto para la tibieza (asedia o aburguesamiento).

La dirección espiritual

La dirección espiritual busca conducir a las almas por los caminos de Dios, ayudando a escuchar las inspiraciones divinas y a vivirlas. Puede encontrarse, en ella, consejo, doctrina y aliento.

Amor a la Virgen

El crecimiento en el amor a la Virgen será decisivo para avanzar en la vida interior.

Una meta: “Poner a la Virgen en todo y para todo”.

Algunas oraciones y devociones: El Rosario, el Angelus, el Acordaos, la Salve, el Magnificat, el Escapulario del Carmen, las Romerías, la Novena a la Inmaculada, el Mes de María, la Consagración a Ella, sus Fiestas...

San José

La dignidad de San José se fundamenta en su condición de padre virginal de Jesús y de esposo de la Madre de Dios. Es maestro de oración y patrono del trabajo. Su fiesta es el 19 de marzo.

Algunas devociones: los 7 domingos de San José, los dolores y gozos de San José...

El Evangelio

El cristiano no puede conformarse con leer el Evangelio. Hay que revivirlo, sintiéndose partícipes de los acontecimientos narrados como si se fuera un personaje más.

La lectura espiritual

Es un muy buen medio de crecimiento espiritual para formar la conciencia, aprender la doctrina, enriquecer la oración, orientar el corazón...

El apostolado

El buen ejemplo es fundamental, pero, para llevar las almas a Cristo, hay que hablar: enseñar, aconsejar, sugerir, animar, corregir, invitar. Dios nos “pedirá cuenta” de lo que hemos hecho por las personas que se encuentran a nuestro lado.

Ordenación con San Juan Pablo II 1990

Con San Josemaría 16 de junio de 1974

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