a estructura de la Misa

La Misa consta -en cierto modo- de dos partes: la Liturgia de la Palabra de Dios y la Liturgia Eucarística, tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. Y, además, consta de otros ritos que inician y concluyen la celebración (Normas Generales del Misal Romano 8).

De tal modo que en la estructura de la Santa Misa podemos distinguir cuatro partes o momentos:

• Ritos introductorios
• Liturgia de la Palabra de Dios
• Liturgia propiamente eucarística
• Ritos conclusivos.

Hay que entender que la segunda y tercera parte son las fundamenta­les, las esenciales. Los ritos introductorios y conclusivos son secundarios; lo que no significa, con todo, que puedan ser omitidos. Con sus cuatro partes, la Misa forma un todo armónico en que cada una dispone a la otra y, por tanto, es preciso participar de la Misa en su totalidad: “Misa entera”. Veamos ahora, resumidamente, cada una de esas partes.

Ritos introductorias

Constan de todo lo que precede a la Liturgia de la Palabra de Dios, es decir: desde el canto inicial hasta el “Amén” que concluye la oración llamada “colecta”. Su finalidad ‑es constituir en comunidad a los fieles reunidos y disponerlos a escuchar debidamente la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía (Normas del Misal Romano 24)

De aquí brota fácilmente la comprensión de la importancia que revis­ten. Son ritos que buscan cómo ponernos en clima. Porque conviene recordar lo que dice el Eclesiástico: ‑Antes de hacer oración, prepárate: no seas como el hombre que tienta a Dios, (18, 23).

En esta preparación conviene destacar ciertas actitudes fundamentales:

•Actitud penitencial: cada uno y la comunidad toda debe recono­cerse en su verdad: pecadora (cfr. 1 jn 1, 8‑10) Es decir, necesitada realmente de perdón y salvación.

•Actitud glorificadora: que expresa en el ‑Gloria a Dios en el ciclo- antiquísimo himno de culto glorificador a Dios uno y trino, tanto por su majestad y poder cuanto por su misericordia hacia nosotros.

•Actitud de súplica: que se da en la oración ‑colecta, en la que habi­tualmente se elevan a Dios súplicas por determinadas intenciones, según la celebración que se realiza.

Liturgia de la Palabra de Dios

Comprende desde la primera lectura bíblica hasta la ‑oración común u ‑oración de los fieles- o de intenciones.

En ella cabe poner de relieve:

• Las lecturas bíblicas: con las que los fieles adoptan la actitud esencial del cristiano: alguien que escucha la Palabra de Dios. Palabra que revela misterios y Palabra que realiza eficazmente la salvación. Palabra de Dios que es alimento para todo cristiano (Mt 4, 4). Han de ser pronunciadas con cuidado, lenta, respetuosamente Y han de ser escuchadas en profundo silencio y atención.

• Los cánticos entre lecturas: habitualmente son dos: el salmo y el aleluya. Se relacionan con las lecturas bíblicas, de modo que el salmo siempre tiene relación con la primera lectura bíblica, por eso no puede ser “cualquier” salmo ni “cualquier” canto. Debe ser el salmo que figura en el Leccionario u otro que diga relación con la lectura escuchada precedentemente. Es como una meditación de lo proclamado; tiene que seguir el mismo tema.

•Por su parte, el aleluya (que debe cantarse de pie), es preparación al evangelio y tiene su propio versículo, precisamente relacionado con el pasaje evangélico que será leído.

• La homilía es parte integrante de la Liturgia y se la recomienda encarecidamente. Conviene que sea una explicación de algún aspecto de las lecturas bíblicas o de otro texto de la Misa del día, teniéndose en cuenta el misterio que se celebra y las necesidades particulares del auditorio. (Normas Generales del Misal Romano 41).

• La profesión de fe o - Credo‑ es como una adhesión a la Palabra de Dios escuchada y explicada y, al mismo tiempo, es manifestación de la regla de la fe que se realiza casi en el umbral de la Liturgia Eucarística. Debe resonar con voz firme, como manifestando la seguridad y firmeza de nuestra fe.

• La “Oración de los fieles” o “común” o “de intenciones” o “universal­” es uno de los momentos en que el pueblo cristiano “ejerce su fun­ción sacerdotal rogando por todos los hombres”. Debe estar cons­tituida por algunas intenciones ya determinadas, como “las necesidades de la Iglesia; gobernantes y habitantes de todo el mundo; oprimidos por determinadas necesidades; la comunidad local” y “en ocasiones particulares, como Confirmación, Matrimonio, Exe­quias, pueden las intenciones considerar más de cerca esa ocasión particular” (Normas Generales del Misal Romano, 43, 45 y 46, respectivamente).

Liturgia propiamente Eucarística

Comprende desde los ritos de presentación del pan y el vino hasta el “Amén” con que se termina la Oración después de la comunión.

En ella podernos distinguir tres momentos, a saber:

a) Preparación de los dones.
b) Plegaria eucarística o “Canon”
c) Rito de la comunión.

Veámoslos en particular

a) Preparación de los dones

:Se desarrolla desde la procesión con la que son llevados al altar el pan y el vino para el sacrificio de Jesús hasta el “Amén” con que se concluye la oración llamada “sobre las ofrendas”.

Para ponderar la importancia de este primer momento de la Litur­gia de la Eucaristía, nada mejor que transcribir las palabras de Juan Pablo II en su carta ‑Dominicae Coena‑ (del 24 de febrero de 1980): ‑Es importante que este primer momento de la Liturgia Eucarística en sentido estricto encuentre su expresión en el comportamiento de los participantes. A esto corresponde la llamada procesión de las ofrendas, prevista por la reciente reforma litúrgica y acompañada, según la antigua tradición, por un salmo o un cántico Es necesario un cierto espacio de tiempo, a fin de que todos puedan tomar con­ciencia de este acto, expresado también por las palabras del cele­brante. La conciencia del acto de presentar las ofrendas debería ser mantenida durante toda la Misa. Más aún: debe ser llevada a plenitud en el momento de la consagración y de la oblación anamnética, tal como lo exige el valor fundamental del momento del Sacri­ficio (n. 9).

Durante esta presentación, los fieles participan con el símbolo del pan y del vino: se ponen en la misma actitud de “docilidad”, “dis­ponibilidad" y “entrega” que tienen ese pan y ese vino, que se “abren” a ser transformados en el mismo Cristo. Así, disponibles, dóciles, abiertos, deben estar cada fiel y cada comunidad cristiana, para que también ellos se transformen en el mismo Cristo, según aquello de San Pablo: “Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20).

En el transcurso de este momento el sacerdote se lava las manos expresando por este rito su deseo de purificación interior (Normas Generales del Misal Romano, 52), que le es más necesaria a él, en cuanto ministro de la Eucaristía, que a los fieles mismos.

A continuación, el sacerdote invita al pueblo a que ruegue por él, a fin de que el Señor reciba a través de sus manos el Sacrificio que In persona Christi, en nombre y como ministro de Cristo, realizará a continuación. Y el pueblo responde a esa exhortación rogando por el celebrante.

Hay, para finalizar esta parte, una oración en la que habitualmente se pide a Dios que se digne recibir el Sacrificio que va a realizarse a continuación.

b) ”Canon” o Plegaria Eucarística:

Comprende desde las aclamaciones previas al prefacio (“El Señor esté con vosotros”) hasta el “Amén” con que se concluye la “doxología” (es decir, glorificación): ‑Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre todopoderoso... –

En este segundo momento, el elemento esencial es, lógicamente, el relato de lo sucedido durante la última Cena de Jesús: la consagra­ción en que, por las palabras del ministro, Jesús se hace verdadera­mente presente por la transustanciación del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre.

Pero esta “pieza central” del “Canon” está rodeada por una serie de otros elementos, entre los cuales podernos citar:

El prefacio , que es un himno de alabanza a Dios, en el que se enuncia el aspecto del Misterio cristiano que se celebra especialmente en un determinado día y que concluye con el himno gozoso del “Sanctus” en que la Iglesia peregrina se siente unida y asociada a los coros celestiales;

La “anamnesis” o “recordación” : es la oración en que se hace memoria de la Muerte, Resurrección y Ascensión al Ciclo de Jesús, cum­pliendo así el pedido que él mismo hizo, de hacer esto “en memoria suya”;

Las súplicas o intercesiones , en las que se pide por los vivos y los muertos; por la Iglesia y las necesidades del mundo entero;

La “doxología” con que se concluye el “Canon” y que, en palabras y gestos (la gran elevación conjunta del cáliz y la hostia), se mani­fiesta en sentido cultural del sacrificio eucarístico: “Todo honor y toda gloria...”

Sabemos que “canon” significa “regla” y alude a que esta oración está estipulada concretamente en sus partes y palabras. El “canon­” es la manifestación de la unidad de la Iglesia, que reza de la misma manera porque tiene la misma fe.

En la actualidad, al antiguo y único hasta entonces “Canon Romano­” (en el nuevo misal lleva el número romano I,) se han añadido tres más, para que así en la variación legítima de ellos, se vayan presentando a los fieles los distintos aspectos del Misterio Eucarístico, tan rico que es imposible que se pueda expresar en un solo for­mulario.

Sobre estos cuatro cánones actuales dice la Instrucción “Inaestimable Donum” 5:

Úsense únicamente las Plegarias eucarísticas incluidas en el misal romano o legítimamente admitidas por la Sede Apostólica. Es un gravísimo abuso modificar las Plegarias eucarísticas aprobadas por la Iglesia o adoptar otras, compuestas privadamente.

-En el mismo documento, en el n. 6, dice: Durante la Plegaria Eucarística no se deben recitar oraciones ni ejecutar cantos. La intervención del pueblo está prevista en la acla­mación después de la consagración.

Rito de la Comunión

Consta de dos elementos, comprendidos desde la exhortación que hace el sacerdote antes de rezar el “Padrenuestro” hasta el “Amén” conque con­cluye la oración denominada “después de la comunión”.

En este tercer momento de la Liturgia propiamente Eucarística se pue­den ver como dos “instancias” sucesivas pero íntimamente relacionadas.

En efecto: hay una “primera instancia” que gira alrededor del tema de la fraternidad cristiana. Está constituida por el Padrenuestro­ con su exhortación previa y su extensión (“Líbranos, Señor, de todos los males”) y por el rito de la paz fraternal, con su oración “Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles...”.

Es como una base indispensable para el momento de la segunda instancia, que será lo relativo a la comunión. Como si la Liturgia quisiera recordarnos que para poder acercarnos a recibir al Señor hemos de estar en el esfuerzo de cumplir sus mandatos o, mejor dicho, “su mandato”, el de amarnos unos a otros. Hay que recordar también lo dicho por el Señor en Mt 5, 23-24

La segunda instancia, como se ha dicho, versa sobre la comunión propiamente dicha: consiste en lo que transcurre entre la fracción del Pan Eucarístico (que se acompaña con el canto o rezo del “Cor­dero de Dios") hasta aquel “Amén” de la oración después de 1a comunión.

En cuanto a este punto conviene tener presente:

Que conviene que el sacerdote dé a comulgar a los fieles hostias que hayan sido consagradas en cada Misa (para que resulte más evidente que la comunión es participación en el Sacrificio que se está celebrando), y no con hostias del Sagrario (Normas Generales del Misal Romano, n. 2, 56, h)

Que también es oportuno que la hostia “grande” que habitualmente consagra el sacerdote pueda, en la fracción, romperse en varias partes para que puedan ser distribuidos esos fragmentos al menos a algunos fieles. (n. 283)

Que durante todo el transcurso de la comunión todos los fieles deben permanecer de pie, en lo posible cantando, incluso los que ya hayan comulgado, para manifestar así que la comunión es unión de todos en Cristo.

Que deben tener algún acto de adoración al Señor cuando se acercan a comulgar: puede ser una inclinación profunda; y que deben responder “Amén” a la fórmula del sacerdote, para profesar así su fe (téngase en cuenta que “Amén” no significa “Así sea”, como expresando un deseo o anhelo, sino que significa: “Así es”, o también “Es verdad, como manifestando una certeza y una convicción absoluta en la fe”.

Que en oportunidades concretamente determinadas los fieles pueden recibir la comunión bajo las dos “especies” es decir: el Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino, aunque es fe de la Santa Iglesia que Cristo está todo entero, tanto en la especie del pan como en la del vino eucarístico. Pero esa comunión con ambas especies sacramentales hace que la sagrada comunión adquiera una forma más plena, en cuanto signo, porque, en esta forma, resalta más claramente la voluntad de Dios, según la cual el Nuevo y Eterno Testamento es ratificado en la Sangre de Cristo; como también aparece la relación entre el ban­quete eucarístico y el banquete escatológico en el Reino del Padre (Mi 26, 29), (Normas Generales del Misal Romano, n. 240).

Asimismo, hay que tener en cuenta que la comunión es un don del Señor que se ofrece a los fieles por medio del ministro autorizado ara ello. Por eso no se admite que los fieles tornen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz consagrado, sino que deben, cada uno, recibirlo del ministro (Inst. Inaestimab. Domum)

Que, cuando todos han terminado de comulgar, los fieles y el sacerdote podrán tomar asiento y guardar, oportunamente, unos minutos de silencio para orar en la intimidad de su propio corazón. Durante este momento puede haber también un canto de alabanza (Normas Generales del Misal Romano, n. 56, j) pero, si ya ha habido canto durante la ceremonia de la comunión, será mejor ahora guardar aquel recogido silencio de oración privada.

Ritos conclusivos

Son breves:

El saludo del sacerdote: “El Señor esté con vosotros” y su respuesta.
La bendición final, simple o solemne.
La despedida: “Podemos irnos en paz ...” o sus fórmulas alternativas.
Después de lo cual podrá entonarse un canto con el que “los fieles retornan a su vida diaria alabando y bendiciendo a Dios” (Normas Generales del Misal Romano, n. 57)

Nota : Los avisos parroquiales “tienen su lugar propio inmediatamente después del “Amén” de la oración después de la comunión y antes del rito de conclusión. Y tienen, también su forma: breves y escuetos en su presentación.

Ordenación con San Juan Pablo II 1990

Con San Josemaría 16 de junio de 1974

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